La llama olímpica finalmente se apagó en Tokio. Con sonrisas, logros y esfuerzos, la delegación argentina en los Juegos Paralímpicos cosechó nueve medallas. Es la cifra más alta para el país en los últimos 25 años.
Desde Atlanta 1996 que Argentina no había cosechado tantas medallas en este tipo de evento. En total hubo 58 representantes que participaron en 11 disciplinas diferentes. Desde atletismo hasta el fútbol 5 de Los Murciélagos. Más allá de los resultados, con realidades completamente disímiles, cada uno de los que fue dejó en claro algo: están en la elite de su deporte.
Después de quince días, los Juegos Paralímpicos de Tokio llegaron a su fin. En las últimas semanas, uno de los casos más renombrados fue el de Los Murciélagos. Quizás el “emblema” más reconocido en este tipo de categoría deportiva. El fútbol está en todo. La figura del equipo que alcanzó la medalla de plata fue Maximiliano Espinillo, un crack de 27 años que nació y se crió en Villa El Nylon, en Córdoba. Ahí, en la provincia mediterránea, el quince albiceleste aprendió a patear. Lo hizo en un potrero. Desde que tenía cuatro años, momento en el que quedó ciego por un desprendimiento de retina, le puso una bolsa a una pelota para que haga ruido y guiarse. Así pudo jugar con sus amigos y sus familiares.
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En Argentina hay una liga de fútbol para ciegos. La cantidad de equipo varía pero a nivel competencia hay 22 planteles que juegan.. En cada uno hay diez futbolistas aproximadamente. Maximiliano Espinillo, el crack argentino, juega en Los Buhos de Santa Fe. Su entrenador es Marcelo Gómez: “Es un fenómeno, por suerte juega para nosotros”, cuenta en charla con El Destape. Su entrenador lo tiene claro y reconoce las virtudes de Maxi: “Es un jugador inteligente, maneja bien el cuerpo, traslada rápido y sabe bien qué hacer. Acá hay que hacerle creer al defensor que la pelota va para un lado y después salir para el otro. Por el sonido. Y él lo hace perfecto”.
Los días de entrenamientos son variados. A veces tres días a la semana, otras menos. Las dificultades para entrenar son varias, a los horarios hay que sumarle los costos. Una pelota sonora sale más de 10 mil pesos (13 mil en Mercado Libre). Por eso, muchas veces, el implemento principal para jugar es la bolsa de plástico con el que se rodea al esférico para poder jugar. Otro problema es la continuidad. Hay clubes que apuestan uno, dos o tres años por la disciplina, pero luego se desintegran. El desarrollo de la actividad se complica. Así también en el horizonte se distingue la disparidad entre jugadores. Cada uno aprende como puede y cuando puede. “A veces llega un chico de 17 años que nunca jugó, ni hizo deporte y hay que enseñarle a moverse. Porque es un deporte de contacto, hay contar como moverse. Estos son cuatro locos que te van a golpear porque quieren la pelota, es un juego”, señaló Gómez.
El fútbol, por supuesto, no fue la única actividad. Argentina tuvo una actuación descomunal en natación y atletismo. Entre ambas cosecharon siete de las nueve preseas argentinas. Pipo Carlomagno y Matías de Andrade, en el agua mientras que Hernán Urra, Brian Impellizeri, Antonella Ruiz Díaz, Alexis Chávez y Yanina Martínez lo hicieron en la pista.
También está el caso de Juan Samorano, por ejemplo, quien obtuvo la presea de bronce en Taekwondo. Hace un par de años sufrió un accidente de tránsito en el cual perdió su brazo derecho. “No le encontraba la solución a nada. Pero conocí el deporte y me ayudó mucho. Ahora me dio esta posibilidad, de estar acá. De crecer”, dijo en charla con DeporTV.
Más allá de este caso puntual, lo más común dentro de estos Juegos es que los deportistas vivan con su discapacidad desde que son chicos. Y ahí aparece uno de los problemas a la hora de de hacer deportes. El comienzo tardío de los jóvenes con discapacidad para insertarse en el mundo de la actividad física. "El rol de la escuela es clave para romper mitos. La chica o el chico que vaya a hacer deportes no se va a romper, el golpe es lo habitual. Es lógico el miedo de los padres, pero hay que tratar de hacerlo”, sostuvo a este medio Fernando Galarraga, director de la Agencia Nacional de Discapacidad. Es el primer no vidente en ocupar este puesto. Cuando arrancó la movida del fútbol para ciegos, Galarraga se sumó a los partidos. “Era muy divertido”, recuerda.
Según la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS), en el país hay 1.400.000 personas con certificados únicos de discapacidad. “De ese número, hay un montón que no están porque el certificado es voluntario”, añadió a este medio Fernando Galarraga, el director del ente. “En total, estimamos que hay 6 millones de personas con discapacidad en todo el país”. Sobre esa base es la que se trabaja en Argentina. Desde la agencia destinaron 55 millones de peso para deportistas de alto rendimiento. La mayoría de los implementos para estos atletas son más caros que los convencionales. Una silla de ruedas, por ejemplo, para los jugadores de básquet sale un millón y medio.
Aun así, con este marco y en pandemia. Una vez más los deportistas argentinos dieron todo para dejar en lo más alto la bandera. Y lo hicieron por el orgullo de darlo todo.