Las manifestaciones, las marchas y los reclamos “por la democracia” contra Jair Bolsonaro hacen sobrevolar el fantasma de un estallido social. El último fin de semana, en San Pablo, Río de Janeiro, Belo Horizonte, Porto Alegre y otras puntos importantes del país hubo encuentro de hinchas -torcedores- que empezaron a plantarse al Gobierno por la situación. En Brasil, en medio de la pandemia global, hay 600 mil contagiados de COVID-19 y 35 mil muertos. Solo en ese territorio hay más fallecidos por coronavirus que en el resto de América Latina.
Se sabe que, por características del virus, la aglomeración de gente es uno de los ámbitos más favorables para la propagación. Brasil tiene 5,1 millones de residencias en favelas y otras barriadas periféricas. Esta alta densidad poblacional es propicia para el avance del COVID-19. Sobre ellos, Bolsonaro dice que todos los que salen a protestar “son terroristas, delincuentes y marginales”. También empezó a pregonar la vuelta al fútbol: “Ayuda a mantener a las personas en casa y sin estrés”. Esta frase la dijo con la camiseta del Flamengo junto a otros dirigentes. Cada vez que gana, el rojinegro festeja al ritmo de “festa do favela”. A principios de mayo, el mismo club comunicó la muerte de Jorginho, de 68 años. Fue el masajista de la institución por cuarenta años y murió de coronavirus.
El caos en Brasil destruyó cualquier dilema ficticio de “salud o economía”. Manaos, una de las sedes del Mundial 2014, tuvo que poner a sus propios habitantes a cavar fosas comunes para los muertos por coronavirus. En los últimos días el Fondo Monetario Internacional sacó un informe en el que prevé una caída del PBI del 5,3% que sería la peor debacle económica para ese país desde 1901. Aun así los fallecidos se cuentan de a miles. Tan alto es el número que el Ministerio de Salud cambió el horario de emisión del informe. Ahora lo hace después del noticiero más visto del país y al término de las telenovelas.
“Bolsonaro se está aprovechando de la pandemia que luego puede terminar en casos. Esto le dará una justificación para imponer su partida autoritaria después”, cuenta a El Destape Danilo Passaro, uno de los activistas que es parte de “Gaviões da fiel do Corinthians” una de las tantas torcidas que salieron a marchar “por la democracia”. No son los únicos. También Resistencia Alvinegra (de Atlético Mineiro), Resistencia Azul Popular (Cruzeiro), Flamengo Antifa (Flamengo) entre otros tantos a nivel nacional.
En su escalada de poder Bolsonaro cosechó amistades con dirigentes de clubes, en su mayoría blancos, abrazos con Felipe Melo, Ronaldinho y Neymar. En la Copa América del año pasado se sumó a los festejos en pleno campo de juego. Apareció entre el medio de los jugadores con el trofeo. En la foto oficial se lo puede ver a un pr de cuerpos de distancia, con la 19, a Everton. Un delantero rápido, habilidoso y que fue goleador del torneo. En la última semana, el abuelo del wing murió por Covid-19. “No es una gripecita, nos tenemos que cuidar entre todos”.
Hincha del Palmeiras, el mandatario se puso sin problemas la camiseta del Flamengo, el equipo que se jacta de tener la mayor cantidad de fanáticos a nivel mundial. En la final con River, en 2019, dijo “la Copa va a ser nuestra”. También se puso la del Vasco Da Gama, Gremio, Atletico y cualquiera que aparecía por delante suyo. La del Corinthians, no. Esa tiene un valor distinto.
La historia del Corinthans tiene un peso propio que juega sobre los propios intereses de Bolsonaro. La “Democracia Corinthiana” que, en los ochenta, luchó contra la dictadura en Brasil, que se plantó contra los poderes hegemónicos con acciones concretas quedó magnificado en su gente. Un grupo de futbolistas que, con el crack Sócrates a la cabeza, reclamaban la aparición de derechos civiles mientras salían campeones de los torneos locales.
Jugaban bárbaro y marchaban. Incluso, fueron partícipes de las multitudinarias protestas de 1984 que reclamaban elecciones libres y que caiga la dictadura militar. Lula Da Silva, por ejemplo, también fue parte de esas manifestaciones. Hoy esa tradición se mantiene y, sobre esto, Passaro sostiene: “La mayoría de nosotros somos de Corinthians, pero hay fanáticos de Santos, Palmeiras, San Pablo. Nosotros tenemos el principio de la Democracia Corinthiana, pero hay de todo. Nuestro papel histórico es defender la democracia”.