El puntapié inicial fue una solicitada en apoyo a la fórmula Fernández – Fernández previo a las elecciones de 2019, que terminó contando con cientos de firmas de personas que merodean —o merodearon— por el ambiente del fútbol, ya sea jugando, dirigiendo o preparando físicamente. Unos meses más tarde, se inauguraron oficialmente las cuentas de Instagram y Twitter de Futbolistas Unidxs, con las publicaciones en repudio al Golpe de Estado que le hicieron a Evo Morales en Bolivia en noviembre de ese año.
Ya en diciembre de 2019, participaron de un entrenamiento en la Villa 31, al que fueron invitados e invitadas por la agrupación La Nuestra Fútbol Feminista. Con alguna jornada más de por medio, llegó la pandemia y, con ella, la virtualidad. Allí, como colectivo, organizaron distintas actividades vía Zoom, como la charla de fútbol y derechos humanos o el taller de masculinidades en el fútbol, o mismo la elevación del reclamo por el salario universal para los y las futbolistas que quedarían libres el 30 de junio, fecha en la que aún no había certezas sobre el retorno del deporte de primera categoría y, mucho menos, de ascenso.
De la cancha a las jornadas solidarias
Y un día, más específicamente el 30 de diciembre de 2020, aparecieron las jornadas solidarias. En realidad, la fecha original era el 24, pero se mudó seis días para adelante. Cinco nombres se repitieron en las dos fechas que sucedieron hasta el momento: Sebastián Vidal; exfutbolista y actual secretario de Deportes de Avellaneda; Manuel Brandon, defensor de Victoriano Arenas; Lucas Bruera, arquero de Villa Dálmine; Matías Lescano, portero de Deportivo Español; y Hernán Campana, jugador que hasta hace poco estuvo en Sportivo Huracán de Uruguay. La primera fecha en esta reanudación fue en Villa Tranquila, de Avellaneda, y la segunda fue en el barrio La Carcova, de San Martín. El nexo para visitar Villa Tranquila lo hizo Vidal, mientras que para La Carcova tuvo gran responsabilidad Lescano, que explica: “Como varios somos militantes de otras organizaciones políticas, por ahí tenemos los contactos de la gente que milita allá en los barrios desde hace bastante y el armado se hace un poquito más simple. Vamos generando redes”.
Si bien se realizan partidos de fútbol, trabajos técnicos, fútbol tenis y más juegos relacionados, las jornadas no se limitan al deporte; no falta la merienda y, por ejemplo, a Villa Tranquila se llevaron regalos, que se consiguieron a través de donaciones, para que los chicos y las chicas del lugar tuvieran un presente por las fiestas. “Involucrarse en política como militante es algo que parece polémico, controversial, y no es nada más ni nada menos que esto: poner el cuerpo para determinadas actividades, organizarse para conseguir regalos para chicos y chicas, darles una tarde fantástica a pibes que capaz no tienen la oportunidad de pagar una escuelita para ir a jugar o estar en el club todo el día. Pasa por involucrarnos, embarrarnos un poco”, reflexiona Brandon.
Las visitas no tienen fechas estructuradas y definidas, sino que surgen en base a la disponibilidad y la agenda de cada uno de los que las realizan. Claro, no hay que olvidar que, además de ser jugadores de fútbol, muchos tienen otros trabajos, estudios y diferentes espacios de militancia. Tampoco debe pasarse por alto que estas acciones las realizan a pulmón y en el marco de una pandemia, por lo que deben extremar cuidados para evitar situaciones que en un contexto habitual no deberían ser evitables, como las muestras físicas de cariño que tan frecuentes suelen ser en estos casos.
Cuenta Lescano que, como objetivo a futuro, piensan en otras formas de acercar al Estado a los barrios durante las jornadas, como puede ser facilitar trámites del DNI. “Hemos ido a lugares en los que todavía falta mucho por hacer. Uno por ahí piensa que las cosas ya están solucionadas y, la verdad, no”, manifiesta. Entre esas necesidades que deberían estar cubiertas pero que no lo están, menciona la construcción de viviendas, redes cloacales de mejor calidad y calles asfaltadas.
Es sabido que el fútbol no es solo gente pateando una pelota. Alcanza con recordar la importancia de aquel equipo de Corinthians del comienzo de la década del ’80 que reivindicaba la democracia dentro del vestuario cuando era nula fuera de él, o mismo las recientes manifestaciones globales en apoyo al movimiento Black Lives Matter, para entender que cumple una función política y, por supuesto, social. Sobre este tópico, Campana expresa: “El rol del fútbol es fundamental: incluye, integra, genera amistad y aleja a los chicos de cuestiones muy complejas”; Lescano, por su parte, agrega que “en Argentina, el fútbol nos conecta, enseña valores, responsabilidades, a competir, a perder, a ganar. Es un deporte del que se puede exprimir mucho para formar personas”.
Aunque pareciera que cada vez menos, que futbolistas se involucren en temas —valga la redundancia— extra futbolísticos sigue siendo tabú. Al fin y al cabo, no hay mejor definición sobre lo que sucede con Futbolistas Unidxs que la que da Brandon: “Yo creo que, en estos casos, nuestro rol es hacer un aporte, dar una mano, ver en qué nos necesitan. Se trata de salir del lugar exclusivo de futbolistas e implicarnos como seres humanos”.