Qué es el bilardismo, una de las escuelas más importantes del fútbol argentino

Como cualquier tendencia se puede explicar de muchas formas: esta, en particular, tiene componentes que la hacen más interesante por su estilo y manera de sentir el deporte. 

22 de septiembre, 2022 | 12.49

El 22 de septiembre se cumple un nuevo aniversario del debut como entrenador de Carlos Salvador Bilardo, en el empate de Estudiantes de la Plata ante Independiente, en el Metropolitano 1971. A partir de ahí nacería una forma de vivir el fútbol que luego se transformaría en una de las escuelas mas identitarias de Argentina. Un estilo de vida, como muchos de sus seguidores denominan. Pero, ¿qué es el bilardismo? ¿Juntar a Ponce, Trobbiani y Sabella en un mediocampo exquisito? ¿El "ganar como sea"? ¿El famoso "al rival, pisalo"? El bilardismo es todo eso y más. Como cualquier corriente que trasciende épocas, se la puede definir de varias maneras y ubicarla en un sólo lugar sería reducirla. Con lo bueno y lo malo, con sus fieles y detractores.

Si hubiera que buscar sobre qué bases se asentó el bilardismo muy probablemente se llegaría a que la piedra fundacional del movimiento tuvo sus primeras semillas en Osvaldo Zubeldía, aquel entrenador del "Pincha" que en los '60 conformó un equipo inquebrantable y ganador. De ese equipo, uno de los jugadores que sobresalió fue, justamente, Bilardo. De allí, el "Narigón" absorvió muchas características que más tarde utilizaría en sus equipos: la actitud y el compromiso colectivo, no se negocian. La pelota parada fue una característica que supo explotar al máximo de Zubeldía, un legado que hizo perdurar en sus pasos por el seleccionado y Estudiantes. 

Lo que transmite el bilardismo es que se vive a mil. Sin medias tintas. A pura intensidad. A todo o nada. Mientras otras escuelas tratan de ganar con un distintivo, jugando bien o lindo, el aditivo del bilardismo es ganar. No importa el cómo, mientras se llegue al final del camino con el triunfo, al menos eso comunican. Si durante el partido el rival fue denodadamente superior y por una jugada del destino resultan ganadores, entonces la victoria se goza aún más. Se vanagloria de esa situación. El techo del bilardismo es ganar. 

Quizás, el partido que mejor ilumine la forma de sentir el fútbol de esta escuela es el inolvidable triunfo de Argentina 1-0 ante Brasil en octavos de final del Mundial de Italia 1990, con gol de Claudio Caniggia. El primer tiempo había sido un auténtico baile para los brasileños, pero el destino hizo que llegaran al descanso igualdados en cero. Sin decir una palabra durante 15 minutos, Bilardo recién habló cuando los jugadores argentinos estaban por regresar al campo de juego: "Ah, muchachos, una cosa nada más: si les seguimos dando la pelota a los de amarillo, vamos a perder”. Lo demás es historia conocida. Un segundo tiempo con igual o mayor superioridad brasileña. La avivada de Diego, la corrida y la definición de Caniggia a los 81 minutos. Final y gloria después de tanto padecimiento. Se festejó el doble. 

El bilardismo no ve el fútbol como un entretenimiento. No lo disfruta. Cuanto más lo sufre, más lo vive y cree que puede controlarlo. En esa lógica, el deporte se convierte en algo casi trágico, pero que la épica y lo imposible siempre están al alcance de la manos. O de los pies. No fue creado para resaltar las bondades o la belleza del juego y ponerlas en práctica, sino para cumplir una tarea específica: tener el control de todas las áreas que forman parte del fútbol y ganar. 

El bilardismo también es Maradona. El mejor jugador de todos los tiempos brilló con Bilardo en el Mundial de México 1986, cuando el "Narigón" años antes le dio la cinta de capitán para que se hiciera el referente de un plantel que llegó con más golpes que certezas a la cita mundialista. El bilardismo es juntar a Diego con Valdano, Burruchaga y Batista. Que haga paredes con su ídolo, Bochini. Darle un marco de comodidad para que el barrilete pudiera volar. 

También es obsesión. No dejar detalle librado al azar. Y que esa osbesión también la sientan los jugadores y que se transforme en un beneficio para el equipo. Dentro y fuera de la cancha, los interpretes deben mantener esa manera de sentir el fútbol, un compromiso que va más allá del campo de juego, pero que allana el camino para ir en búsqueda de los objetivos. 

El bilardismo es todo eso y más. Porque como toda escuela puede alterarse pero nunca cambiar. Un estilo que Carlos Bilardo tomó para hacerlo propio y darle su impronta. Una escuela que marcó una forma de vivir el fútbol y una ideología de las más importantes de la historia de Argentina.