Después del clamor que generó la hazaña de la Selección Argentina de Lionel Scaloni en el Mundial Qatar 2022, Argentina se prepara para oficiar de sede de un nuevo Mundial de fútbol -valorado por la AFA y su presidente Claudio “Chiqui” Tapia- que promete dar que hablar e instalar en la mesa la discusión sobre la diversidad en los deportes (y las carencias para avanzar en este campo, por factores que van desde la homofobia y discriminación en los equipos, hasta la cuasi nula capacitación en temas de género que hay en los clubes) y el protagonismo de las maricas como representantes en el fútbol, una de las pasiones de Argentina. Se trata de la vigésimo quinta edición del World Championship organizado por la International Gay and Lesbian Football Association (IGLFA) y Los Dogos, junto a la Asociación del Fútbol Argentino.
Los Dogos, la Selección Argentina de fútbol gay, será el equipo que llevan la identidad nacional en el evento deportivo que data desde 1992 y que, ahora, se desarrollará del 3 al 9 de noviembre con 24 equipos confirmados de Chile, México, Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá, Brasil, Uruguay, España y Australia. A poco más de un mes para el inicio del Mundial de fútbol LGBT, surgen las primeras historias de los convocados por Claudio Blanco, parte de la Comisión Directiva de Dogos, para integrar el equipo. Nicolás “El Polaco” Rodríguez -que a sus 28 años está en el equipo desde el 2022 y juega de defensor, número 4 lateral derecho y, en ocasiones, doble 5- es uno de ellos. A la espera de saber si jugará de titular o suplente, Rodríguez dialogó con El Destape en un mano a mano donde reflexiona en torno a los prejuicios que aún rondan las mentes de los hinchas y cuenta cómo pasó de ser un chico abandonado por sus padres a formar parte del equipo que podría darle a Argentina su cuarta Copa Mundial.
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- ¿Cómo llegás a los Dogos?
-Antes de Dogos pasé por Vélez, Amigos de Villa Luro, Estrella de Boedo, clubes con una dinámica totalmente diferente a la que se vive en los equipos de fútbol gay. Resulta que Claudio Blanco, parte de la comisión directiva de Dogos, vino a verme jugar al fútbol y me hizo la propuesta para sumarme al equipo, cosa que me gustó mucho, pero que desató una pelea conmigo mismo porque yo sabía que era gay pero no lo podía aceptar de las puertas para afuera. Me guardaba todo para adentro, era algo reprimido. Me gusta pensar que durante un tiempo de mi vida fui un hetero de pacotilla que supo replantearse muchas cosas de su vida, sobre todo después de la pandemia y cuando empecé en el fútbol, que para mí significa una salida y un refugio. Ya lo dijo Diego Maradona: “es una relación la que tiene uno con la pelota en la cancha”. En la situación de soledad en la que me encontraba cuando arranqué, el fútbol se convirtió en una puerta para vincularme con otros y socializar.
- ¿Qué vive un futbolista gay que es parte de un club con mayoría de varones heterosexuales?
-Mucho odio. Los vestuarios son el calabozo de los equipos heterosexuales porque entre varones hay mucha discriminación en torno al cuerpo de tu compañero de tu equipo: se hacen comentarios sobre el tamaño de tu pito, de por qué tenés el culo caído, de por qué te bañás con la cortina abierta o por que miraste a tal o cual. Y esa discriminación es parte de una construcción sobre la masculinidad machista que se traslada a las canchas y a los hinchas; pero, a la vez, nadie habla de los machos que una vez que termina el partido, se van al vestuario a bañarse con sus compañeros y de pronto le miran el culo a uno solo porque le dio curiosidad. El mayor castigo para los jugadores de fútbol gays que juegan en clubes heterosexuales y no incursionaron en los clubes gays es saber que en el vestuario se tienen que sacar la ropa y lo van a juzgar por lo que haga o no haga.
- Me interesa la cuestión de “lo macho” en el fútbol con, por ejemplo, los cánticos de cancha. ¿Qué responden desde los Dogos a aquellos que en los partidos gritan “son todos putos” a sus rivales?
-En Dogos tratamos de que esos cánticos no sean un acto de discriminación sino un un desafío que nos impulse a seguir con nuestra misión de cobijo a las personas LGBT+ en lo deportivo. Para nosotros lo más importante es el respeto, lo que queremos es representar la diversidad y romper con ese estigma que hay entre los heteros de que “si sos gay no podés jugar al fútbol”.
- ¿Dogos se ha podido acercar a la Selección Argentina de Lionel Scaloni?
-No aún, pero sí hemos tenido gestos de Chiqui Tapia, que ha difundido en sus redes sociales el Mundial LGBT. También, a través de la AFA hemos conseguido pelotas, camisetas y jugar contra países como Estados Unidos o Colombia en el predio de la AFA, donde entrenan los jugadores, que no es poca cosa.
- Pero me imagino que entre tus compañeros debe rondar la pregunta de si los jugadores de la Selección Argentina tienen conocimiento de ustedes…
-Sí, nos hacemos la pregunta… mi mayor deseo como jugador de fútbol es que Messi sepa de nosotros. Me encantaría poder sentarme un día con Messi y decirle “yo soy jugador de fútbol y gay”. Creo que eso podría contribuir muchísimo a combatir la homofobia y discriminación que hay en el deporte.
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La historia con su mamá adoptiva, su paso por hogares de menores y el día que buscó a sus padres biológicos
- ¿Cuáles son tus orígenes?
-Yo fui abandonado cuando era muy chico, apenas un bebé, en un hospital y de ahí fui trasladado al organismo de Minoridad y Familias, quienes tuvieron la tutela de mi vida. Ellos me llevaron a la casa de Carmen, que era una señora que en los ‘90 cuidaba chicos en su casa, como una especie de guarda. Carmen era uruguaya, oriunda de la ciudad de Montevideo, que se vino a Argentina por la crisis en Uruguay. Aunque sus hijos uruguayos le pusieron una panadería, ella no estaba feliz y sentía que su vida era rodeada de niños y tenía la necesidad de hacer algo para darle cobijo a esos chicos que eran abandonados. Ella me recibió en su casa como si fuera su propio hijo, fue una mujer maravillosa y es mi madre.
- ¿Cuánto tiempo estuviste viviendo con Carmen?
- Los primeros diez años de mi vida. Después de Carmen, a los 10 años vino una camioneta blanca del Estado, de Minoridad y Familia, diciendo que “íbamos a dar un paseo” -todavía me acuerdo el abrazo de Carmen y mi llanto ante la situación- y fui trasladado a un hogar de menores que no tenían padres. Ahí comenzó un martirio en mi vida. La salida de la casa de Carmen se dio porque Minoridad y Familia no permitía que los chicos pasen el límite de edad de 10 años y el Juzgado de Menores no autorizaba a que a mí se me ponga en un listado de adopciones, que era el pedido de Carmen para mí y para mis hermanos. El problema es que como mis padres todavía estaban con vida nosotros no podíamos gozar de una adopción completa, sí una guarda pero con estas limitaciones.
- ¿Conociste la historia de tus papás biológicos?
Sí. Mi papá fue un ex-presidiario y mi mamá fue una paciente psiquiátrica que luego, con el tiempo, se suicidó.
- ¿Pudiste reencontrarte con Carmen?
-Luego de muchos años de haber vivido en hogares de menores y de haber pasado por una situación de albergue transitorio para chicos sin hogar, me fugué con otros chicos del hospital Tobar García, que era un hogar de menores donde nos tenían como si fuéramos presos, porque nos medicaban y maltrataban. Tenía 16 años en ese momento. Las cosas en la fuga no salieron como nosotros hubiésemos querido y violentamos a personal de lugar, prendiendo fuego una de las salas del pasillo de hospital del cuarto piso, que era donde se alojaban los internos, y pudimos escaparnos.
- ¿Y no tuviste problemas con la Policía?
-La Policía nos buscó junto a Missing Children y al Estado, pero cuando nos escapamos juramos nunca más volver a estar presos ni bajo el poder de personas que pertenezcan al Estado. No teníamos ningún derecho en ese momento, éramos expedientes en medio de una situación de Estado ausente. Por eso no se realizaban nuestras adopciones. Fugado, me encontré con Carmen en la misma casa donde había crecido y me encontré con que durante todo ese tiempo ella había sufrido una parálisis en la mitad de su cuerpo por un ACV, muy deteriorada físicamente por el dolor. Aún así me reconoció y ahí viví con ella hasta el día de su muerte que fue cuando cumplí 20 años. Ahora tengo 29 años. El día de su muerte decidí independizarme.
- ¿Lograste perdonar a tus padres biológicos?
-Logré perdonar a mis padres por amor propio, no por amor a ellos ni porque alguien me lo haya pedido. Considero que en la vida si uno no puede perdonar, no puede ser perdonado. También entendí que ellos también en algún momento fueron chicos abandonados por sus propios padres, mis abuelos. Mi historia es parte de una línea hereditaria.
- ¿En el futuro te gustaría hacer algo por los chicos en situación de abandono?
-Uno de mis sueños es tener un hogar de menores, que sea una casa refugio donde se le pueda dar de comer a los chicos, asistencia psicológica y de educación, y se los acompañe a trabajar con proyectos, escuchando cuáles son sus deseos en la vida y tratar de entender el por qué llegaron hasta ese lugar.
- ¿Hay algo que le dirías a tu yo más chico?
-A ese “Polaquito” le diría que nunca deje de soñar y que se ame cada día un poquito más. Yo soy hijo de esta vida y le pertenezco solo a Dios y a las personas que creyeron en mí para poder cumplir mis sueños y no me dejaron caer en las profundidades del olvido del Estado por ser huérfano porque, sinceramente, creo que soy un milagro que camina.