El Liverpool inglés que cierra 2024 como el mejor equipo del momento tiene solo palabras duras para el apellido “Gillett”, el mismo que hoy asoma como socio de un Estudiantes de La Plata lanzado a la “revolución”, al objetivo de convertirse en el tercer club del fútbol argentino luego de “Bover (Boca-River).
El objetivo es textual de Juan Sebastián Verón, el caso del ex jugador convertido en presidente más exitoso de nuestro fútbol, con una gestión de una década, estadio nuevo, títulos locales e internacionales y lanzado siempre por más, como sucede ahora, con el proyecto de sociedad con Foster Gillett, hijo de George Gillett, ambos en la conducción de Liverpool entre 2007 y 2010, cuando tuvieron que irse por la puerta de atrás, con el club semiquebrado y sin logros deportivos.
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El anuncio de fichaje del volante de 22 años de Boca Christian Medina por 15 millones de dólares es un hito por varias razones: porque Estudiantes se queda con un jugador que hasta unos meses atrás era clave en Boca, por la cifra, porque se ejecuta la cláusula de rescisión (extraño entre clubes locales) y porque lo compra, por ahora, un particular, no Estudiantes, que carece de ese dinero.
La Comisión Directiva de Estudiantes aprobó el fin de semana un préstamo de 10 millones de dólares de Gillett, la solución que encontró Verón luego de que sus dirigentes, y también abogados del club, rechazaron el preacuerdo: los puntos que establecen una asociación de 30 años pero con posibilidad de extenderse a 99, la repartición posterior de utilidades sobre el dinero que aporte Gillett (80-20 primero y 95-5 luego, siempre a favor del empresario) y la conformación de la mesa chica que tendría la nueva sociedad y en la que Gillett se guarda mayoría.
Si esas condiciones no pasan el filtro de la CD suena imposible que sean aprobadas por los socios en la Asamblea que sería convocada para febrero, lo que pone al acuerdo en instancia todavía fría, por muy bien que sea vendido en algunos titulares de prensa. Medina, dicen en La Plata, será solo el primero de una serie de cuatro o cinco fichajes de peso, zanahoria para que los socios reticentes voten a favor del acuerdo (suena a locura que se acepte entregar el club por 99 años y genera miedos lógicos meterlo a una realidad económica que no es la suya y que puede provocar consecuencias). Por eso, parece lógico que, por mucho apoyo que tenga Verón, haya igualmente voces disidentes dentro del club. El propio Verón admitió que tiene oposición él mismo en el seno de su Comisión Directiva con un posteo en las redes en el que eligió victimizarse (“hasta me han dicho nazi”) antes que informar sobre los puntos centrales del acuerdo, lo que suele llevar el nombre curioso de “letra chica”, que no es chica por menor, sino porque casi que está deliberadamente escondida, para que no suenen las alarmas, para no “avivar giles”.
Que el proyecto es firme lo confirma el acuerdo que el propio Gillett alcanzó en los últimos días para quedarse con Rampla Juniors, club centenario de Uruguay (donde sí están aceptadas las SAD) y cuya sede fundacional fue en la Aduana. Toda una metáfora para quienes sostienen que Rampla, en rigor, será usado para triangular pases de jugadores (los reglamentos prohíben que los pases sean propiedad de particulares). Para eso estará Rampla.
¿Es el inicio de una nueva era? ¿Para frenar al nuevo millonario seguirán sus pasos los demás? ¿Ingresará el fútbol argentino a un escenario que, en rigor, es casi norma en muchas otras Ligas? ¿Hasta dónde se inflarán los dineros del fútbol? ¿Se abrazarán los clubes a las casas de apuestas para no quedar afuera del circo? ¿Habrá normas que revisen qué empresarios podrán asociarse a los clubes o llegará cualquiera, aun aquellos que solo exhiban una foja de aventuras fallidas?
La FIFA, las Confederaciones continentales, las Federaciones nacionales y los clubes representan el viejo poder del fútbol. Hace tiempo comenzaron a llegar otros capitales particulares. El negocio posible, el único que a muchos de ellos realmente les interesa, es la compra y venta de jugadores. Ejemplo: si Medina la rompe y se vende a Europa por 30 millones (el doble de su ficha) Estudiantes se quedaría con el diez o veinte por ciento de la cifra y Gillett con el resto. No se sabe todavía cómo sería la repartición del dinero si, en cambio, el que se vende a precio dorado no es un jugador comprado por Gillett, sino surgido de las inferiores de Estudiantes. Será solo uno de los puntos que deberán saber los socios del club que deban votar, seguramente en febrero, si aprueban el proyecto soñado por Verón.