Hace cinco años, las artes marciales mixtas tuvieron la pelea que catapultó al deporte a rincones que, hasta ese momento, no habían sido explorados. Conor McGregor, la estrella más importante en la historia de la jaula, se enfrentó al invicto Khabib Nurmagomedov en una trifulca que fue tan impactante que hasta el presidente ruso, Vladimir Putin, tuvo que interceder para calmar los efectos colaterales que provocó la contienda.
El evento de pago que tuvo lugar en Las Vegas, alma mater de los deportes de combate, fue vendido 2.4 millones de veces. Si se compara con el boxeo, sería la cuarta pelea más vendida de la historia. En las MMA, naturalmente, es la primera. Gran parte de ese éxito le corresponde a McGregor, quien es una de las atracciones más importantes en la historia general del deporte. Sin embargo, para bailar el tango se necesitan dos personas, y el irlandés encontró a su némesis, a su George Foreman, en Nurmagomedov.
“Se enfrentaban en ese momento uno de los mejores de la categoría, como lo era McGregor, que además era el más marketinero y venía de romper todo con Floyd Mayweather (segunda pelea de boxeo más vendida de la historia), con Khabib, que no tenía ni la mitad de la prensa que recibía el irlandés, pero tenía todos los diplomas. Estaba invicto y se retiró invicto”, recuerda Augusto Niez-Gay, periodista de Somos MMA y comentarista televisivo.
Sin embargo, la animosidad que tenían ambos atletas no tenía comparación. Un amigo de McGregor, Artem Lobov, tuvo un picante cruce con Khabib durante la previa de un evento en el que ambos combatían. Nurmagomedov agredió al compañero del irlandés y eso desencadenó un evento que sería el puntapié inicial de esta histórica rivalidad: un enojado McGregor, cuando se enteró de lo que había sucedido, abordó con otros amigos el autobús en los que se transportaban algunos peleadores, incluído Khabib, y destrozó varios vidrios poniendo en riesgo la salud de múltiples peleadores. Irónicamente, el ruso salió ileso.
La policía detuvo a McGregor y desde ese entonces ambos quedaron con los cables cruzados. La guerra psicológica por parte del irlandés había empezado y cruzó todos los límites posibles. Se metió con la familia y la religión del ruso, y logró que esas balas simbólicas entraran, porque Khabib poco a poco dejaba de comportarse diplomáticamente, como era su costumbre, y adoptaba cada vez más un lenguaje amenazante.
Finalmente, llegó el 6 de octubre y el público estaba extasiado. Había presenciado antes una de las mejores peleas del año entre Tony Ferguson y Anthony Pettis, y el plato principal era la rivalidad más picante de la historia.
Se dice que Nurmagomedov nunca perdió un round en su carrera. Si uno se pone meticuloso, la premisa tiene ciertas grietas, pero con ciertas liviandades se podría asegurar que es verdad. Eso fue hasta el tercer round de su batalla con el irlandés. en donde por primera vez el ruso perdió los 10 puntos y, parecía que el encuentro comenzaba a ser parejo. No obstante, en el cuarto round Khabib dijo basta y sometió a McGregor con una llave al cuello.
El provocador fue derrotado, y Khabib no sólo no celebró su victoria, sino que saltó de la jaula y se abalanzó sobre parte del equipo de McGregor que lo estaba insultando. Mientras la seguridad trataba de calmar las aguas afuera de la jaula, adentro se metían compañeros del ruso a atacar al irlandés. La seguridad también tuvo que interceder y el presidente de UFC, Dana White, se negó a darle el título de peso ligero delante de la furibunda tribuna de Las Vegas para evitar que el conflicto escalara.
“Sé que mi papá me hará pedazos cuando vuelva a Rusia”, comentó Khabib en la conferencia de prensa post pelea. Fue efímera, pidió disculpas al público y a UFC por la trifulca que desencadenó después de la pelea. El altercado no le salió gratis, fue suspendido nueve meses por la Comisión Atlética de Nevada (McGregor fue suspendido seis) y la guerra entre rusos e irlandeses llegó a oídos de Putin.
"Sigue siendo un deporte y algunas reglas tienen que ser respetadas, no sólo deportivas sino también morales", aseveró el mandatario ruso en una reunión que tuvo con Khabib y su padre y entrenador Abdulmanap.
Esta rivalidad moldeó la manera en la cual otros peleadores buscan cobrar una suntuosa bolsa. “Todo el mundo ahora está buscando tener una rivalidad así. Están buscando generarla. Quieren copiar alguna cosita de lo que se hizo en la construcción de esta pelea, pero es muy difícil porque no están todos los ingredientes”, mencionó Niez-Gay de Somos MMA.
Cinco años después, para el comentarista “todos entienden que meter picante es parte del show”, pero descartó que una rivalidad encarnizada vuelva a vender tantos eventos de pago. “Es algo que ya se vio. Quizás en el futuro haya dos peleadores fuera de serie que busquen definir quién es el mejor, y eso haga que todo el mundo quiera verla. Todavía no hay una rivalidad que haya llegado a un punto similar a la de Khabib y Conor”, agregó.