Un día de octubre de 1992, Diego Maradona caminaba hacia el despacho de la jueza Amelia Berraz de Vidal en el centro de la Ciudad de Buenos Aires. En el mientras tanto, muy cerca de ahí, un grupo de jubilados marchaban a Tribunales para defender, entre otras cosas, sus haberes. Una persona, que nadie supo nunca quien fue, le gritó "Diego, vos no decís nada de los Jubilados. Decí algo". Y Diego explotó y lanzó, quizás, la frase que en estos últimos meses de Gobierno de Javier Milei fue la más viralizada de todas las que dijo: "Tenemos que ser muy cagones para no defender a los jubilados". Se enojó porque le dijeron tibio.
Después de aquel fatídico 25 de noviembre de 2020, cuando Diego Maradona dio el paso hacia la inmortalidad, la figura del símbolo más importante de todos los tiempos se volvió a configurar. El ídolo popular, el hombre que metió un gol hermoso ante Inglaterra en 1986, el Diego que no se calló nunca, el crack que se la jugó siempre por los colores y por lo que sentía, a partir de ese día tuvo una transformación: no podría generar recuerdos nuevos, solo convertirse en símbolo por lo ya hecho, por lo ya dicho. Y eso pasó.
Las paredes no olvidan. Las banderas tampoco. Es común encontrar en cada barrio, aunque sea, un mural de Diego. Una obra de arte que sobresale en cada uno de los barrios de la Ciudad y del Conurbano. En muchas calles hay una historia detrás del símbolo más grande del fútbol argentino y, por qué no, de la argentinidad. Uno de los que los conoció y más cerca estuvo fue Fernando Signorini, "el Profe". En charla con El Destape indicó: "Él era la voz de los que no tienen voz porque hay millones de chicos; millones de personas que dicen o decían lo mismo que Diego pero no tenían voz. Entonces él también era el micrófono y lo usaba, lo usaba como una manera de reivindicarlo y darle visibilidad a aquellos que para el sistema no existen".
En este tiempo, además de estar cercano al fútbol, Diego se convirtió en un símbolo de lucha popular. En cada una de las manifestaciones que se llevaron adelante este año ante el ajuste voraz del Gobierno de Javier Milei, apareció un símbolo de Maradona. Aunque sea, una remera, una foto, una camiseta. La azul con vivos negros con la 10 en la espalda se esparció por las marchas. Las banderas y las canciones. En 1992, en aquella situación de la que se habló en este primer párrafo, Maradona no se enojó porque lo insultaron, se enojó porque alguien le dijo que no se la jugó: "Yo defiendo a los jubilados, cómo no los voy a defender. Hay que ser muy cagón para no defender a los jubilados. El estúpido éste me dice que no grito por los jubilados. A muerte estoy con los jubilados".
En este 2024, a cuatro años de su paso a la inmortalidad, la presencia de Diego Maradona como símbolo apareció en las manifestaciones, en forma de carteles, del recuerdo -por ejemplo- cuando apoyó el reclamo de la FUBA en la la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo en 1995, contra los recortes de Carlos Menem. También en forma de bandera y, por supuesto, con esa clásica camiseta de 1994. En 2024, Diego aparece como símbolo de rebeldía y Signorini, a este medio, sostiene: "Siempre fue un reivindicador de todos aquellos que vivían marginado y, hasta cierto sentido también despreciados. Porque el también fue despreciado".
Los despreciados, que son aquellos que luchan por un país distinto, por una vida mejor y por los científicos, la salud y la educación, lo reivindican. Aparece en símbolo, en lucha, en paredes. Y las paredes, como las calles, no olvidan a quien lucha por su pueblo.