La jabalina es un palo largo y finito que tiene una punta que se clava en el piso. El deporte es fácil de entender: el que tira esa lanza más lejos, es el que gana. Pero, aunque parezca simple, no es fácil ser bueno en eso, hay deportistas que la tiran casi a 100 metros de distancia, una cuadra. Braian Toledo era el argentino que mejor hacía eso y el que más proyección tenía en los Juegos Olímpicos.
Las cosas que pasaron en el 2020 antes de la llegada del coronavirus parecen perdidas en el tiempo. La avalancha de noticias por el COVID-19 llevó a que algunos hechos queden en el olvido. El 27 de febrero de este año, Braian murió en un accidente con su moto. Había venido de visita al país para estar con sus familia y sus amigos. En pocos días se iba a volver a Finlandia para terminar con su entrenamiento para lo que, en ese momento, iban a ser los Juegos Olímpicos de Tokio de este año que, finalmente, se frustraron por la pandemia.
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En una entrevista con Martín Estévez en la revista El Gráfico, en 2016, Braian contó cómo fue su infancia. A los ocho años hacía dibujos para completar las carpetas de sus compañeros a cambio de 25 centavos. Se quedaba toda la noche con los lápices, pero al día siguiente con un par de ventas a compañeritos podía comprar algún kilo de pan para llevar a la casa. Tomó la decisión de hacerlo cuando un día, de madrugada, vio a su mamá llorar porque no sabía que les iba a dar de comer. “Hasta los 12 años tenía una cama para nenes, pero dejé de entrar. Tuvimos que tirar el colchón en el piso de la casilla. Pero era finito y había mucha humedad, así que poníamos cartón y lonas en el medio”, recordó en esa charla.
En el pasado de Braian se conjugaron su talento, su propio mérito y una oportunidad. Su capacidad innata y su esfuerzo con la aparición de un acto igualador que le permitió desarrollarse formaron las tres patas de su futuro. Gustavo Osorio, su entrenador, lo conoció en la escuela. Era profesor de Educación Física en un colegio de Marcos Paz al que iba Braian.
Después de un tiempo y tras algunas competencias escolares encima, Braian fue a los Torneos Bonaerenses organizados por la Provincia de Buenos Aires. En 2006, con trece años, la Secretaría de Deportes de la Nación notó su potencial y resolvió entregarle una beca a él y a su entrenador. Desde allí, los resultados comenzaron a llegar aún más rápido. En 2010 se quedó con la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de la Juventud y un año después, alcanzó la medalla de bronce en los Juegos Panamericanos de Guadalajara.
La edad en la que los lanzadores de jabalina alcanzan su pico de rendimiento va desde los 27 años hasta los 32, aproximadamente. Braian murió con 26. El Juego Olímpico de Tokio iba a ser el primero en el que pensaba competir seriamente por las medallas. Por el podio.
Mientras la vida deportiva de Braian pasaba, él iba dejando legados, marcas. Unos meses antes de llegar al décimo lugar en los Juegos Olímpicos en Río 2016, terminó de construir su casa. Lo hizo con parte de la beca del ENARD y con algo de plata de sus sponsor. Ese enero terminó de levantar una habitación más en la casa que le pudo comprar a su madre con 17 años. Tampoco alcanzaba para el albañil así que pidió plata prestada, se puso a trabajar y a levantar pared por pared. Hacía de peón, llevaba el cemento, el fratacho, los baldes y trabajaba hasta las once de la noche. Paso a paso se construyó su casa.
Otro de sus legados estuvo atado a sus orígenes. El comedero Los Pepitos y la ONG “Arriba Los Pibes” son dos ejemplos de la tarea de Braian fuera del atletismo. “Siempre estaba con nosotros, venía. Nos ayudó a conseguir gente que nos apoye, también que nos den materiales o comida para darle un plato a los chicos”, cuenta a El Destape Mónica, la referente de Arriba Los Pibes, sitió al que Braian apadrinaba.
La ONG es un comedor que trabaja en un barrio en Marcos Paz. Mas de 60 chicos se alimentan gracias a ellos. Además, realizan actividades culturales, talleres y dan herramientas para que los chicos de la comunidad puedan tener salidas. “Braian no era solo ayuda, también venía y compartía. Se ponía a bailar con los chicos, a hablar. Les preguntaba si pasaba algo, estaba presente”, recuerda Mónica y agregó: “Sentía todo, era una conexión impresionante”. El acompañamiento a la ONG se mantiene, tras su fallecimiento, Paula Pareto, la judoca multimedallista, se hizo cargo de continuar con la tarea solidaria.
En el deporte, las marcas son las que terminan de definir cuál es el lugar en la historia que ocupa cada atleta. El éxito suele quedar atado a las medallas de oro, plata o bronce que uno consigue, pero hay hechos que trascienden. Braian desperdigó solidaridad en su camino después de un pasado injusto, triste y al que se repuso gracias a su talento y un acompañamiento que llegó en un momento justo. Su legado, en definitiva, quedó en forma de ejemplo. Esto es lo que puede ocurrir cuando las oportunidades y el apoyo llegan a esos sitios que muchos quieren relegar.