Si las vidas fueran películas, la de Liliana López Foresi sería una de suspenso. Es que la vida de quien es considerada, por muchos, una de las “pioneras” de la conducción femenina no estuvo privada de claroscuros y “aprietes” que la dejaron fuera de juego en los ‘90 y la obligaron a reconstruir su presencia en los medios. “El feminismo perdió una oportunidad para el género con mi caso. Me censuraron, trataron de matarme, me sacaron de los medios y pusieron a un hombre tipo prócer, ganando 50.000 mil dólares por mes en mi lugar. Aún así, soy una mujer fuerte que pudo seguir viviendo del periodismo”, indicó López Foresi en un mano a mano con El Destape, para repasar los momentos de su vida que terminaron por posicionarla no solo como una pionera de la visibilización femenina en la comunicación, sino como un ejemplo vivo de lo que puede suceder a una persona cuando se le intenta quitar el derecho a la libertad de expresión.
- ¿A quién le debés tus convicciones políticas?
En la adolescencia fui muy inquieta, caí a militar en la JP desde los 17 a los 19 años y me fui porque se enojaban todos. Sucede que no me llevaba mal ni con los troskos ni con el resto de las agrupaciones y, en general, esto caía mal por la tensión que había en los ‘70, que fueron años muy fervorosos. Salí de ahí porque no entendía -y ni siquiera lo entiendo ahora- cómo los que pertenecemos al campo nacional y popular peleamos entre nosotros por discursos teóricos o dogmas, cuando en el medio está el pueblo
- La inquietud por la comunicación ya se avistaba desde tu etapa militante…
Sí, muchos no saben pero antes de ser locutora fui estudiante de Derecho, pero pasaron cosas, la Argentina del ‘76 aceleró el cambio profesional, fue muy peligroso… y el periodismo terminó ganando la pulseada.
En el ISER había mil aspirantes y vacantes para 17 chicas y 17 chicos. Curiosamente pasé la primera prueba, luego la segunda y a los 20 salí con mi carnet de locutora. Lo primero que hice en la profesión se lo debo a Eduardo Portillo, un hombre encantador del periodismo que me mandó con una cámara a hacerle una nota al ingeniero Juan Peralta -que buscaba conseguir energía limpia ya en los ‘70, en base a la teoría de la Gaia que acumulaba discusiones académicas- para un noticiero central. La entrevista duró seis minutos y a las siete de la tarde, el horario del informativo, Portillo me llamó a su oficina, invitándome a sentarme a su lado para ver el programa. Resulta que llegó el momento de la nota y la había mandado entera, sin cortes.
- ¿Ese fue tu momento de descubrimiento vocacional?
Fue un gran momento. Lo que tuvo Eduardo Portillo es que me sacó la ficha enseguida, detectó que estaba como para cargar con responsabilidades. Demasiadas, la mochila era siempre muy pesada… pero yo acepté. Me marcó todos los errores y me enseñó cosas que hasta el día de hoy las siento útiles.
- ¿Te molestó cargar en algún momento con la presión de tener que dar siempre lo mejor por el hecho de ser mujer?
Absolutamente. Para los varones es más sencillo, siempre. Hablar de trayectoria o de credibilidad, que son los únicos capitales que tengo -porque mi dinero está todo en bolsillos ajenos gracias a la intromisión de la política y la censura de 30 años en la televisión abierta-, y convivir con la presión es algo que está, hoy ya superado. Me la banco, antes sufría más. Es cierto que las bulas de Magnetto no prescriben, pero yo seguí viviendo del periodismo a pesar de eso. De cualquier modo, en el momento de aparecer ante cámaras o en la radio entro en una burbuja mágica y misteriosa que acepto como se acepta la religión.
Tuve la suerte de que la censura me llegó siendo joven, entonces el tema de la presión por el reconocimiento imaginate… uno tiene la estatura del poder de los enemigos, no de los amigos y los que amo. El reconocimiento me lo dio Magnetto y bajé muy rápido del camino del ego porque siempre tuve responsabilidades familiares muy pesadas en las que ocuparme.
- ¿En qué momento empezás a investigar a Héctor Magnetto?
Me habían contratado para hacer Periodismo de opinión, en Canal 13, en un momento en el que las mujeres no solían aparecer opinando de política en la televisión. Pedí un horario marginal con tal de que no me molestaran, habilitando para la información una franja que estaba muerta y que, del otro lado, empezaba a tener “el proyecto de Marcelo Tinelli” (VideoMatch) en Canal 11. Inicialmente estábamos parejos en rating, con un costo operativo 0 porque trabajaba con mis compañeros de la redacción que estaban de turno, en ese horario marginal. Luego vino la censura, en diciembre, y sufrí los dos atentados en mi intimidad familiar.
- ¿Quiénes te sostuvieron en el momento de la censura?
Fueron muy pocos, cinco, sobran los dedos de las manos. Sin la complicidad del silencio del medio no hubiera sido posible lo que sucedió, pero tampoco lo esperaba. Al día de hoy me encuentro con todos los que callaron y no hay ni el menor pase de factura ni el menor resentimiento, cada uno sabe en su conciencia lo que ha hecho y lo que no ha hecho.
Cuando empezó la prohibición me encontré con un menemista muy conocido que me dijo ‘te van a dejar sola’. Ya lo sabía. Para Magnetto y Ernestina (Herrera de Noble) siempre fui una ‘yegua’. Cuando ocurrió todo este despelote lo que más sufrí fue que lo pagó mi hijo, en el primer atentado estaba él y siete años después, cuando estaba haciendo el ingreso al Nacional Buenos Aires, la amenaza fue para él. Mi hijo estuvo durante tres años de su pubertad con custodia policial. Eso y el hecho de no haberme ido del país a los 21 años son las únicas dos cosas de las que me arrepiento.
- ¿Qué recuerdos te quedan del primer atentado?
Tenía 37 años y mi hijo seis. Todo se originó porque le estaba alquilando por interpósita persona -el portero de mi edificio-, la cochera a alguien y no sabía quién era. Un día me subí a mi auto, tenía que bajar por una rampa y sentí ruidos raros que no me gustaron y disminuí la velocidad. Estaba con mi hijo (suspira) en el auto. Llevé despacito el coche hasta un negocio de cambio de neumáticos -pensé que esa poca maniobrabilidad del auto podría tener que ver con un neumático pinchado- y cuando el mecánico me dijo que habían aflojado los cuatro tornillos de las ruedas delanteras del auto hice una total negación de lo que estaba pasando. Fue la reacción instantánea. A la semana subí al auto sin mi hijo y comprobé que estaban flojas, por soltarse, las cuatro ruedas nuevamente. Fui al mismo taller y el chico palideció cuando vio lo que había ocurrido. Ahí empecé a dormir con custodia policial y con los vecinos que pensaban que en cualquier momento me podían poner una bomba en el auto.
- ¿Temiste por tu vida?
No, temía por mi hijo. Fue un momento de quiebre espantoso. Comprendo que por esto mi hijo se haya ido a vivir a España, es mucho dolor con el que cargar.
- ¿Cómo terminó el capítulo Magnetto?
En ese momento no lo demandé porque estaba bancando a mi familia, tenía un hijo de 3 años del que me hacía cargo exclusivamente y una vida que proteger y la de mis viejos. Estaba tan en emergencia que no lo hice y bueno, como me dijo Héctor Recalde ‘cocodrilo que se duerme es cartera’.
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“Milei no quiere ser presidente, él quiere ser de la farándula”
- ¿Podés trazar un paralelismo entre lo que viviste en los ‘90 y la persecución mediática que están viviendo algunas figuras públicas en el gobierno de Milei?
Por supuesto. Vi lo de Lali, me pareció terrible que un presidente ataque a una artista de esa forma tan cruel. Igual debo ser honesta y decir que estoy un poco harta de tener que interpretar el aparato psíquico de Milei, que se hagan cargo los que lo votaron y los cómplices de los medios de comunicación que lo inflaron por el rating, porque hubo hubo papeles que son ominosos.
Ahora no tengo miedo por mí, tengo miedo por todos, porque lo que vivimos es para estar aterrados. Esto va a estallar en algún momento por alguna huevada y no por ninguno de los motivos por los que tendría que haber estallado. Mi temor más grande es que haya sangre. No podemos contar con los jueces o fiscales porque si bien están todas las condiciones dadas como para un juicio político, no pasa nada. Pese a todo este desquicio, el caos es un mapa de ruta, un tránsito hacia un nuevo orden en el que vemos cómo se empiezan a tejer redes con articulaciones de a pocos, juntarse con cinco, con diez, las asambleas y organizaciones sociales que se dan cuenta de que el pueblo necesita una estrategia. No se puede seguir esperando siempre documentos de Cristina, tiene que haber actividad política en el medio.
- ¿Sentís que muchos están sumidos en una “Cristina dependencia”?
Sí, y Cristina ya tiene bastante. Es, sin dudas, la líder más indiscutible de estos tiempos, pero hay que construir nuevos liderazgos y no perder de foco que acá nos estamos enfrentando a un tipo muy peligroso, Milei, que siempre quiso ser de la farándula. Por eso se pelea con Lali, es un standupero de la política, él no quiere ser presidente.
Las nueve noches de terror que vivió en Cosquín
En 1998 Liliana López Foresi fue la primera conductora del reconocido Festival de Cosquín, un mega evento que reúne lo mejor de la escena folklórica nacional en nueve noches de fiesta popular. Pero en la experiencia de la periodista, que venía de atravesar experiencias de censura e intentos de atentado por parte de Héctor Magnetto, las veladas de Cosquín estuvieron marcadas por sucesos extraños que no hicieron más que aumentar el terror y la incertidumbre que pesaba sobre su vida familiar durante el menemismo. “En Cosquín, fueron nueve noches de terror, yo tenía casi como productoras a una sargento y una cabo, que estaban tan aterradas como yo, porque pasaron cosas muy raras ahí. Salíamos a las 4 de la madrugada y ellas mostraban el arma. Además de eso sucedían cosas terribles: cortaban las luces de las veredas dejando todo Cosquín a oscuras, me cortaron el micrófono en algunas ocasiones, estuve encerrada en el hotel durante las nueves noches de Cosquín excepto para salir a trabajar”, recordó.