Ámbar Vega habita el escenario y cuenta verdades, desde lo más íntimo de su experiencia. La propuesta se desarrolla en el Centro Cultural 25 de mayo (Avenida Triunvirato 4444, CABA), los sábados a las 21 horas, La puesta, de carácter íntimista, se completa con Antonella Querzoli, en el piano, y Paula Baró en la dirección artística. Diosa es un espectáculo, una perfomance, una transformación, un acto lúdico, una ventana que muestra la realidad y la lucha de las personas trans, y un manifiesto de orgullo ante el sistema prejuicioso que las desplaza. En diálogo con El Destape, Ámbar repasa su historia y proyecta sus sueños.
- ¿Qué te impulsó a querer contar tu historia en una obra?
Cuando me quedé en situación de calle pegué buena onda con una oficial que me dijo ‘¿vos te pensás que sos la única a la que le hacen esta jugada?’. Mi situación e historia de vida es moneda corriente dentro del colectivo travesti-trans y creo que falta bastante para lograr una total integración de la sociedad hacía nosotras. Yo vivo en microcentro y cuando transito por las calles, no veo chicas trans trabajando en algo que no sea la prostitución. No las encuentro en ningún lado. Quería visibilizar a través de mi experiencia de vida lo que lo que les sucede. Me sirve de catarsis, tenía mucha necesidad de contarlo.
Me hablan de las niñeces y me dicen que están más descontracturadas, pero la experiencia que tengo con los millennials no es tan agradable. Son chiques de 20 años que nos odian, eso es grave. Y es más grave aún que sean los padres quienes les inculcan esos discursos alimentados por algunos medios y figuras como Viviana Canosa, Amalia Granata, Baby Etchecopar, Chiche Gelblung. Lo peor es que es probable que ese tipo de comunicadores que de día nos matan, se vinculen con nosotras por la noche.
- ¿Cómo fue tu infancia?
Desde muy pequeña se me notaba que era una persona trans y eso molestaba muchísimo a mis padres, que continuamente me regañaban por tener actitudes femeninas. ‘Vos no sos una nena’, decían. Mamá era ama de casa y víctima del machismo de su esposo. Papá era un hombre de campo, jockey, muy violento, que me pegaba mucho.
En todo el tiempo que estuve con mis papás, trataron de que pudiera ser lo más masculino posible. Intentaron muchas cosas, me llevaron a jugar al fútbol. Ahí sucedía algo gracioso: iba al 25 de mayo, ¡el club de los Cebollitas! Un día fuimos a jugar a la catedral del fútbol y atrás estaba el decorado de Chiquititas. Entraba a la cancha y me quedaba mirando el decorado (risas) Igual jugaba, eh. Era muy buena defendiendo, tiraba patadas y sacaba pelotas. Los varones en el fútbol, y en general, son muy agresivos.
Nunca me gustaron los juegos para nenes. Recuerdo que íbamos a comprar juguetes y como no podía pedir muñecas, llevaba osos pandas. Me hacía la boluda con mis ositos hasta que en una cena de fin de año una tía política soltó: ‘¿No les parece extraño que Carlos solo les pida de regalo osos pandas? Eso no es normal’. Una hija de puta fascista. Por ahí, viéndolo en retrospectiva, ahora encuentro inclinaciones homosexuales en algunos familiares, todas muy tapadas.
- Es lindo saber que la familia también puede construirse, por fuera de los lazos sanguíneos.
Por suerte. Cuando vivís en el contexto que te digo, llegás a imaginar que lo de afuera puede ser peor.
- En Diosa dedicás una parte a hablar de tu vida en la calle, ¿qué cara de la sociedad viste en esa situación?
Es loco. Siempre supe que quería salir de esa situación. Visité un montón de locales para hacer lo que sea, barrer, atender, para lo que me precisaran. Así conocí a una chica que tenía un local de empanadas en Uriburu y me empezó a regalar comida, y a veces me hacía limpiar por unos manguitos. Eso me permitía pilotear algunas noches y conseguir dormir en algún hotelucho. Fuimos buenas amigas con esa chica.
También, iba al Ministerio de Trabajo y no había oportunidades de trabajo, pero sí algunos cursos que se dan, donde te pagan. Me parece una información excelente para aquellos que están en situación de calle y necesitan realmente un ingreso mínimo. También, por el acoso dormía durante el día y estaba activa durante las noches. Después conocí un centro para la integración de mujeres en situación de calle que se llama Frida, donde fui, hice talleres, conocí a la gente de No tan distintes, que aún hoy siguen estando, y conseguí mi cama. Eso fue increíble, era un sueño para mí. La cama me la regaló una amiga. Pensé que no lo iba a lograr.
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- En tiempos donde vuelve a colarse la idea de la meritocracia, esto es una prueba de que las salidas también se construyen entre muches.
Sí, es súper importante eso. Y creo que no hay que tener miedo de pedir ayuda. Recuerdo que a veces llamaba a mis amigas llorando, diciéndoles que no pensaba que iba a lograr progresar, y ellas estuvieron ahí siempre, apoyando. El proceso fue muy sacrificado.
- ¿Cuáles son tus deseos a cumplir Ámbar?
Me siento muy feliz. Me encantaría poder tener un departamento más grande y tener una relación amorosa no tóxica con un chico. Hubo un momento en el que deseaba ser mamá, pero ahora no sé. Un gato me parece una mejor opción.
- Diosa puede verse los sábados a las 21 horas hasta el 25 de junio. Entradas en venta por Alternativa Teatral y en boletería del teatro.