Alfredo Staffolani: por qué cree que el teatro comercial “le robó” al off, su amistad impensada con un ex Casi Ángeles y el sueño laboral que culminó en una tragedia

El respetado actor, dramaturgo y director divide su tiempo entre el off teatral y la escena comercial. Reflexiones, confesiones y revelaciones de uno de los talentos más versátiles del espectáculo.

29 de agosto, 2024 | 20.21

Alfredo Staffolani es uno de los artistas más versátiles del teatro argentino en la actualidad. Fácilmente reconocible entre los teatreros, el actor, dramaturgo y director alterna su tiempo entre el teatro comercial y el off con dos propuestas muy distintas: la comedia Motorhome, junto a Thelma Fardin y Nicolás Riera, y el drama La habitación blanca, bajo la dirección del respetado actor y director Lautaro Perotti. “Hacer una obra en el Metropolitan hoy por hoy tiene las mismas asperezas que hacerla en Timbre 4”, remarcó en un mano a mano con El Destape donde comparte reflexiones, confesiones y revelaciones de su carrera.

Estás alternando entre el circuito comercial y el independiente. Eso no le sucede muy seguido a los actores, este es tu año…

- ¿Vos decís? En referencia a lo que marcás hay una idea que expresó Ricardo Bartís hace muchos años atrás y que señala que hay algo del teatro que se está reconstituyendo un poco, ya que la estructura del teatro comercial “le robó” al teatro independiente y no está más ese viejo concepto de diferenciación en el que llegar al circuito de la Avenida Corrientes o al oficial es una validación del artista. Igual también es cierto que hoy poder hacer teatro es un privilegio en donde sea porque es complicado mantenerse en esta profesión, vivir solamente de ella. El teatro es una actividad para gente de guita.

La habitación blanca es tu estreno más reciente. ¿De qué trata la historia?

- La obra está dirigida por Lautaro Perotti, que ya la había estrenado en Barcelona y en Madrid y ahora hizo esta versión acá en Buenos Aires con actores tradicionales de Timbre 4 como Miriam Odorico, Melisa Hermida y Andrés Ciavaglia, y cuenta la historia de tres chicos que se reencuentran con su maestra de primer grado, que aparece de una manera misteriosa en sus espacios de trabajo para que revisen qué fue lo que pasó en la vida de cada uno desde que dejaron la escuela hasta ese momento. Hay un poco de nostalgia, pero también es un thriller de suspenso porque hay algo por descubrir que tiene que ver con qué fue de la vida de alguien que determinó un poco las vidas de cada uno de ellos. También es una obra que trabaja sobre la idea del bullying, pero no de una manera careta sino más bien se pregunta cómo son las dinámicas de la masculinidad. 

Esta idea del bullying me hizo pensar en cuestiones personales mientras transitaba el proceso de ensayar la obra. Yo tengo 42 años y soy un varón que crecí con tres hermanas mujeres mayores y en la escuela me fue muy difícil encontrar una identidad porque sabía mucho de chimentos, miraba muchas novelas, conocía a todas las actrices y me divertía toda la dinámica de las mujeres, era mi naturaleza. Crecí en una casa sensible y matriarcal, y en la escuela se vivía con mucho extrañamiento eso al punto que recuerdo una vez que llamaron a mi viejo de la escuela para preguntarle porque yo jugaba al elástico... Sufría mucho esos ataques, pero en mi casa estaba muy resguardado, hacía lo que se me cantaba: jugaba mucho, escribía siempre… por eso terminé estudiando comunicación.

Pocos saben que fuiste periodista antes de actor.

- Sí, solo me falta la tesis y unos seminarios, hice casi toda la carrera. Hasta que empecé a trabajar de actor, siempre tuve laburos en comunicación: estuve mucho tiempo en UNICEF y en el ministerio de Desarrollo Social, en las áreas de comunicación. Lo que me gustaba del periodismo era escribir y saber de la vida de las personas, pero terminé descubriendo que no quería ser parte de los medios sino que buscaba algo más. Para cuando llegó ese momento estaba tomando un taller con la escritora Alicia Steimberg, a quien un día le expresé mi envidia por la claridad que ella tenía sobre la vida artística. "Entonces ya es hora de que dejes la carrera”, sentenció ella. Creo que ahí empecé a desprenderme del periodismo. Yo ya estudiaba actuación, pero no pensaba que me iba a convertir en actor. De hecho, no sé por qué estudiaba actuación…creo que porque tomaba clases de dramaturgia.

¿Sentías que era algo “para complementar" la dramaturgia?

- Fue algo curioso. Mi hermana Paula es actriz de vocación y por eso lo hace tan bien. Conocí el teatro gracias a ella, algo de ese mundo me empezó a interesar por su iniciativa para mostrármelo. Cuando me puse a estudiar teatro había muchas cosas que sabía cómo se hacían porque había tenido ese contacto con el mundo al que pertenecía mi hermana. 

Igual, muchas veces necesito cerrar la puertita de la actuación durante un tiempo para que se me vuelva a activar el deseo. Muchas veces lo que hago es parar y volver a entrenar un rato al estudio de alguien que no conozco, ser invisible por un rato y volver a dominar la práctica. Prefiero eso antes que ensayar una obra en la que no podemos encontrar el camino con un director o directora y me llene de inseguridades

¿Has estado en esa situación?

- Muchas veces. Pero a veces el trabajo me cerró la boca, eso es lo que tiene esta profesión (risas). La verdad es que ya no hago cosas que no me gustan nada, pero sí me sigo encontrando, a veces, frente a algunos desafíos interesantes en los que me hago muchas preguntas. Por ejemplo, cuando Vivi Tellas me convocó para Bodas de Sangre me cumplió una fantasía, pero a la vez me llamó para hacer el personaje del novio cuando yo tenía 40 años. Fue una situación muy exótica, pero con Vivi lo pude lograr.

Alfredo Staffolani: por qué cree que el teatro comercial “le robó” al off, su amistad impensada con un ex Casi Ángeles y el sueño laboral que culminó en una tragedia.

Bodas de Sangre fue el último trabajo en teatro de María Onetto antes de su trágica muerte. ¿En el elenco sabían algo sobre la depresión que sufría María?

- Fue muy difícil… era la primera vez que trabajaba con ella aunque la conocía y justo en esa obra nuestros personajes tenían una relación muy cercana, madre e hijo. Con María se armó cierta familiaridad, pero sería injusto que dijera que había algo de ella que me llamaba la atención más que lo que ella comunicaba, que era que su madre se estaba muriendo y su hermana también. Nunca asocié eso a su devenir. Sí puedo decir que había algo en ella que me llamaba mucho la atención y era su humanidad y su compromiso con lo que hacía, tenía una gran honestidad poética.

Cuando la obra terminó ella estaba muy ocupada en el asunto de su hermana y su mamá y yo siento que se melancolizó en esa última parte... como contradicción a esa tristeza tenía la ovación del público después de cada función. También pasó que a la gente no le gustó nada Bodas de Sangre, de mí escribieron barbaridades de todo tipo, y ella se sentía muy responsable por esos comentarios negativos. Cuando me enteré de la noticia de su muerte sentí que ahí se terminaba la obra. Bodas de Sangre terminó con el suicidio de María, ese fue el fin de la tragedia. Ella era el teatro, por eso la teatralidad de su muerte.

¿La hermana de María sigue viva?

- Sí, salió del coma una semana antes de que María se suicidara. Yo la conocí en el velatorio, estaba en silla de ruedas. Se llama María José, igual que María. Ella se puso en contacto conmigo para que le cuente qué pasó en todos esos meses en que no la había visto por el coma, pero mucho no le pude decir porque no nos conocíamos tanto con María.

Hizo de "chongo" con un ex Casi Ángeles y de ahí nació una amistad impensada

Motorhome, la comedia que dirige Alfredo Staffolani y puede verse los miércoles en el teatro Metropolitan, sigue una historia muy particular, incómoda quizás: teatro sobre la gente del teatro. Un género poco explorado donde la parodia cobra un protagonismo absoluto. La historia sigue el desarrollo de un largometraje del tipo western, titulado El Indio Bueno; en un desierto se encuentran los motorhomes de producción, donde se mezcla la realidad y la ficción, y el relato se centra en los desafíos y los absurdos del rodaje, destacando las tensiones entre los actores, la directora y el resto del equipo.

La obra es una idea tuya y de Nicolás Riera...

- Nosotros nos conocimos en una situación muy bizarra con Nico Riera porque hicimos una obra que se llamaba La fiesta de los chicos, donde éramos unos chongos. Ahí establecimos un vínculo de amistad muy espontáneo. Yo no sabía nada de él... no vi Casi ángeles, no vi Patito Feo, soy más viejo. Y empezó a suceder que de esa amistad nos empezamos a juntar muy seguido a ver teatro y tomar cafecitos y hablar. Él deseaba que hiciéramos una obra juntos y un día, intercambiando historias de nuestras crianzas laborales, surgió una idea. Resulta que yo en el audiovisual siempre fui un bolo y tuve el mismo espacio que un trasto de escenografía, mientras que en el teatro pude armarme una carrera donde transitar muchos personajes; y a Nico le pasó todo lo contrario. Pensamos que podía estar bueno hacer dialogar estas experiencias y ahí empezamos a hacer un trabajo en colaboración.

¿Qué es lo que más te gusta de la obra?

- Me gusta mucho la verdad escénica y la verdad es que me encanta el humor y soy muy payaso. Mi formación estructural, más allá de los maestros y maestras, tiene que ver con los sótanos, tugurios y antros a los que iba a animar la noche para 10 o 12 amigos. Eso me vitaliza profundamente. Me encanta ir a payasear con la verdad.

Motorhome puede verse los miércoles a las 20.15 en el teatro Metropolitan (Avenida Corrientes 1343, CABA). La habitación blanca puede verse los domingos a las 19 en el teatro Timbre 4 (México 3554, CABA).