Palpitando el estreno de Scalabrini Ortiz, su nuevo espectáculo teatral que gira en torno a la figura histórica de la política argentina y los misterios del hombre detrás de las certezas, Alejandra Darín dialogó con El Destape sobre la propuesta que la tiene de nuevo en los escenarios, su compromiso político en Actores y sus reflexiones en base al sector cultural.
- ¿Qué te sedujo de Scalabrini Ortiz, obra que estás a punto de estrenar?
El texto me conmovió en la primera lectura. Me encanta que lo haya escrito una mujer, Florencia Aroldi, y el equipo con el que lo llevamos a cabo es inmejorable. Cuando se juntan estos factores es casi imposible rechazar una oferta. Si el texto no me emociona, es casi imposible que lo pueda interpretar. Es fundamental que interpele.
- A lo largo de tu carrera, ¿aceptaste algún trabajo que no te conmovía por necesidad económica?
Sí, sobre todo en televisión. Jamás con el teatro independiente porque no ganás nunca un mango por más que lo necesites (risas). De hecho, casi siempre es uno el que pone la plata en esos proyectos. El teatro independiente vive y sobrevive por los actores y las actrices, y por su predisposición a dar todo por ese hecho artístico. Es un panorama muy diferente al del teatro comercial, que tiene más seguridades.
- ¿Te cuesta ver esos trabajos en retrospectiva?
Siempre podemos transformar las cosas porque, en realidad, es uno el que las hace interesantes. Entonces, a aquellos trabajos que por ahí no terminan de cerrar desde la historia, podés darles tu cuota de personalidad. Siempre hay algo en lo que apoyarse más allá del dinero.
- Lo bueno es que el gusto es un criterio subjetivo: lo que a una persona le disgusta, a otra le encanta.
Tal cual. Yo soy bastante exigente conmigo y con los demás y, con el tiempo, he aprendido a regularme un poco porque hay cosas que sí o sí tienen que estar. Hay que ser un poco más piadosos. En ese sentido, los humanos nos hemos puesto, con el correr del tiempo, en un lugar de una mirada muy cruel sobre las cosas. Por eso no me interesa tanto la crítica especializada ¿Qué es eso de andar opinando sobre el trabajo de los demás? Hay que subirse a un escenario, no es nada sencillo. Entiendo que es un trabajo tan importante como cualquier otro pero la verdad es que no mueve la aguja de nada.
- Volviendo a Scalabrini Ortiz, si bien la obra recorre su persona, su compañera de vida no es tan conocida. ¿Quién fue Mercedes Comaleras?
No hay muchos datos sobre ella. Creo que parte de lo que fue está en él (Scalabrini Ortiz) Ella lo ayudó con sus escritos, los revisaba, sostuvo una familia de cinco hijos y una pareja, en el medio de una situación política compleja que atravesaba el país. Tengo entendido que Mercedes ayudó económicamente para abrir y sostener los diarios que tuvieron. Con su dinero.
- Eso los libros de historia jamás lo contaron.
Porque fue parte del silenciamiento de las acciones de las mujeres en el mundo. Mujeres reducidas a acompañar a un varón, a estar en las sombras. La obra es muy sensible en ese sentido. Habla de la historia de amor de ellos, atravesada por esa mente y capacidad que tenía Scalabrini de ver la cuestión nacional y de expresarla, y defenderla, a pesar de todo.
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“Me perturban las faltas de respeto”
- ¿Sentís que el sector cultural es prescindible en tiempos de pandemia?
No. La verdad es que esa declaración fue una pavada que surgió luego de que tergiversaran un recorte de una entrevista radial que me hicieron. Fue justo cuando estábamos empezando a transitar la cuarentena y yo dije que había un decreto que decía que las únicas personas que podían salir eran las esenciales, y nosotros (los actores y actrices) no podíamos porque no éramos esenciales para este decreto. Fue un recorte de mala leche que agarraron todos los medios que se deleitan con este tipo de información maliciosa, y la situación se inflamó de una manera tremenda. De pronto todo un sector empezó a decir “Alejandra Darín dice que los actores y actrices no son esenciales”.
Vinculándolo con la obra, Scalabrini arengaba siempre a tener un criterio propio y en este caso hay gente tan ciega que solamente repite como loro lo que le dan algunos medios. La tecnología, tan maravillosa para acceder a muchísima información, es también una amenaza que puede anestesiarnos si no mantenemos viva la llama de la curiosidad. Si no estamos comprometidos con la verdad, es muy fácil caer en la red de mentiras.
- La pandemia ayudó a que se termine de devaluar la verdad en algunos medios.
Sí, pero es algo que venimos arrastrando desde hace mucho tiempo. En forma sutil, quizás. Es cierto que la cuarentena lo evidenció en un montón de aspectos. Ojalá terminemos con alguna enseñanza después de este proceso que estamos viviendo y podamos modificarlo para bien.
- Sobre tu trabajo en Actores, ¿qué proyectos impulsaron para ayudar a les artistas con más necesidades, en esta época compleja?
Aún apremiados por el miedo profundo que nos alcanzó a todos por la grave situación sanitaria, hicimos de todo. Conseguimos alimentos gestionando con el Gobierno, los repartimos para la gente que necesitaba esa comida para seguir viviendo, sobreviviendo. También hicimos gestiones con el Gobierno de la Ciudad para obtener diferentes planes que nos iban surgiendo. Y muchas de las ayudas que el Gobierno daba, no nos llegaban.
- ¿Eso cómo fue?
Cuando pusieron el IFE, por ejemplo, muchos actores trataron de ingresar y acceder a la ayuda pero se les fue negada. En el sector de actores y actrices tenemos convenios colectivos de trabajo desde los ’70 y no tenemos todos los derechos de cualquier otro trabajador en relación de dependencia, que en nuestro caso es discontinua.
Para entender la raíz de estos problemas hay que remontarse a la Ley del Actor, promulgada en el 2015 y reglamentada en el 2016, durante el Gobierno de Mauricio Macri y en contra del espíritu de la Ley. Desde el sector tuvimos que entrar en un proceso de judicialización de la reglamentación (no de la Ley) y en primera y segunda instancia la Justicia nos dio la razón. Cuando pasamos a la Corte Suprema de Justicia pensamos que la judicialización dormiría durante años. Así fue hasta que llegó el Gobierno de Alberto Fernández, con su proyecto de país inclusivo, y pudimos plantear la situación que nos aquejaba, una reglamentación absurda hecha para perjudicarnos. El Ministerio de Trabajo desistió de la apelación y recién ahí pudimos empezar a trabajar en lo que Macri intentó destruir, nuestras fuentes de trabajo.
- Es irónico que, aún con todos los ataques que enumerás, tengas colegas que le brinden apoyo férreo a Mauricio Macri y sus políticas.
Cada uno vota a quien quiere. Ahora bien, las personas que nos hacemos cargo de las cosas, como creo que soy yo, tenemos un límite. Estamos obligados a debatir y argumentar. Es una cuestión seria que los programas de chimentos deforman en absoluto. No es una comidilla del espectáculo, son derechos de los actores y actrices como trabajadores.
- En la búsqueda de noticias sobre la asociación Actores, los primeros resultados son quejas de artistas hacia el trabajo que llevás adelante. ¿Cómo reaccionás ante este tipo de ataques?
Lo único que francamente me molesta, no solamente de los actores y de las actrices sino de los ciudadanos, es la falta de respeto. Me perturba y, en un punto, me acostumbré, por la cantidad de barbaridades que escucho en radio, diarios y televisión. Por eso creo, como decía al principio de la charla, que hay que ser más piadosos, en el sentido humano. Llevado a Actores, no te puedo mentir: a veces tengo sentimientos encontrados y un poco me da bronca, pero lo que más me molesta es que no tengan la gentileza de, aunque sea, llamar o mandar un mail. Yo contesto todo y siempre estoy dispuesta a ayudar. A veces duele, porque los ataques vienen de compañeros y compañeras que querés.
“Nuestra ficción está prácticamente muerta”
- Tu hermano, Ricardo, es considerado uno de los mejores actores de Argentina. ¿Qué te sucede cuando, por ejemplo, en las mesas familiares te reunís con él, que no solo es tu sangre, sino que es parte de la identidad de un país?
Según mi experiencia, nada de lo que se construye a través de los medios y ciertos intereses comerciales y psicológicos, es tan así. El tema de ensalzar a personalidades de cualquier rubro en lo que se conoce como “fama” no es más que una fantasía. Las personas somos todas iguales, estamos atravesadas por las mismas emociones y, el ejemplo, es el cuerpo. Podés ser un deportista que lleva vida sana y hace todo lo que le gusta pero, ¿quién dice que no vas a tener un cáncer? Todos amamos, odiamos, ignoramos. Ese señor, que para la gente es Ricardo Darín, súper famoso, que hizo cientos de películas, al cual le agradecemos la representación que nos da en todo el mundo a través de su cine, es una persona similar a cualquier otra.
Como hermana de Ricardo, el vínculo que elegimos construir es hermoso y es indisoluble. Lo mantenemos a rajatabla. El resto no me importa demasiado; que salgan todos los medios a decir “Darín y su hermana están en veredas ideológicas opuestas”.
- ¿Son solo ustedes dos o hay más hermanes en la familia?
Del mismo padre y madre, sí. Después tenemos una hermana menor, que es hija de mi papá con otra señora. Se llama Daniela, es psicóloga y vive en España.
- ¿Trabajaron en proyectos en común con Ricardo?
Cuando éramos muy chiquititos hicimos de hermanos, ya ni me acuerdo en qué año fue. De adultos, en el unitario Por ese palpitar. En la segunda temporada el programa pasó a llamarse Un mundo de sensaciones, y Ricardo vino para hacer un capítulo en el que hacíamos de hermanos, por un lado, y por las particularidades del programa, de pareja. Nos divertimos muchísimo. Recuerdo que Pablo Fisherman puso en el detrás de escena del final de los episodios una grabación en la que Ricardo me decía “¿Pero te tengo que dar un beso?” y yo le respondía “¿Cuál es el problema?” (risas). Después hicimos una escena del programa La mujer del Presidente. Era muy difícil juntarnos porque todo el mundo nos encontraba parecidos físicamente.
Por ese palpitar y Un mundo de sensaciones fueron los mejores programas que hice en la televisión argentina. Y mirá que hice mucho.
- Estaría bueno que hagan algún proyecto juntes en teatro
Hay una anécdota muy graciosa sobre esto que me decís. Un día entramos con Ricardo a un restaurante y nos encontramos con el director de teatro Cecilio Madanes. Él nos saluda y dice “Ay, los hermanos Darín. Son tan parecidos, tendríamos que hacer algo con ustedes (refiriéndose a alguna obra)”. Y Ricardo, con ese humor tan proverbial que tiene, le contestó: “Sí, operarnos” (risas).
- ¿Se te va a ver pronto en cine o televisión?
No. Cuando ingresé en Actores sabía de alguna manera que no iba a seguir haciendo contenidos audiovisuales. Lleva muchas horas una grabación en televisión. Eso me imposibilitaba ejercer en el sindicato. Aparte, para ese momento, ya estaba peleada con la forma de hacer productos televisivos.
- ¿Qué te llevó a distanciarte del medio?
Básicamente que, a mi gusto, vengo de una época en la que se hacía televisión con más humanidad. Tenías ensayos, había libros escritos. Vos tenías un personaje bien estructurado. ¡Trabajé en telenovelas de Alberto Migré! Era espectacular su trabajo. Muy metódico en la escritura de los libros, en cada ensayo de Una voz en el teléfono (1991) se ocupaba de que no sobrase ni faltase ninguna palabra. Ya para esa etapa Alberto se volvía loco porque se había empezado a instalar esto de escribir textos de un día para el otro.
Después, llegó la cultura del minuto a minuto y considero que ahí empezó a decaer la televisión. Es un sistema muy cruel: te dan hojas para que estudies en el momento, si tu personaje gusta, seguís, si no, te matan y te quedás sin trabajo. He trabajado en algunos programas de esta última fase de la televisión en los que cada cual decía lo que se le ocurría: un desastre. Nuestra ficción está prácticamente muerta. Tuvimos años dorados de unitarios, telenovelas exitosas, éramos punta de flecha.
- ¿Llegaste a ver algún capítulo de La 1-5/18, la única ficción nacional actual?
No tengo tiempo. Honestamente. Es un gran esfuerzo seguir siendo actriz y llevar adelante un sindicato.
Scalabrini Ortiz. Autoría: Florencia Aroldi. Dirección: Sebastián Berenguer. Elenco: Alejandra Darín y Pablo Razuk. Desde el 2 de octubre en el Teatro Picadero (Pasaje Santos Discépolo 1857). Funciones: sábados a las 17.30 horas. Entrada general: $1200. Jubilados y estudiantes: $900. En venta en boletería y Plateanet