Clyo Mendoza: "La comodidad y el placer extremos suceden siempre a costa de otros"

25 de enero, 2022 | 15.07

(Por Dolores Pruneda Paz) "Furia", primera novela de la escritora Clyo Mendoza (México, 1993), ganadora del Premio Internacional de Poesía Sor Juana Inés de la Cruz, plantea a la furia como un lenguaje: sus protagonistas comparten un árbol genealógico retorcido e incestuoso, narran un México insumiso y violento, a la vez que encarnan en su erotismo historias de odios y abandonos deformadas por la potencia de las tradiciones orales.

Publicada por Sigilo, esta novela se suma a la breve y destacada obra de la escritora oaxaqueña, repasa la violencia sistemática contra el territorio y contra el cuerpo, y reelabora las historias de la sierra mixteca -donde confluyen los pueblos más antiguos de Mesoamérica- que comparte con la tierra caliente de Guerrero, donde desaparecieron los 43 estudiantes de Ayotzinapa.

Las roturas que esa tradición oral puede llevar al orden establecido y los estados alterados de conciencia son parte de esta novela y, en general, de la literatura de Mendoza. Su primer poemario, "Anamnesis'' fue hecho de la violencia misógina y el dolor que con ella entra al cuerpo. "Silencio" es una historia real. Ahí la ferocidad, también intergeneracional, es ejercida por narcos en un pueblo chico.

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"El cuerpo no es una exigencia de los otros a la que hay que responder, el cuerpo es, entre otras cosas, lo que guarda nuestra consciencia el tiempo que sea necesario para hacernos vivir la experiencia del amor y del disfrute, pero también para atravesar las pruebas del odio y del absoluto desconsuelo", dice Mendoza en diálogo con Télam.

La furia de la que habla en este nuevo libro parece constitutiva de los mundos y vidas de sus personajes. Es un lenguaje. Las almas no logran liberarse a través de la furia recibida en sus entornos amorosos: Juan queda en estado de guerra hasta su muerte, Cástula no goza del hijo que llega tras la hija muerta, Salvador muere en el desierto rabioso e ido. Sara, amargada. La furia aparece vinculada a la crueldad y a su capacidad de encorsetar, pero también es reivindicada como herramienta para rasgar un orden social e histórico que somete, que contraría lo emancipatorio y lo singular.

-Télam: ¿Qué es esa furia?

-Clyo Mendoza: La furia fue en mi vida una fuerza de propulsión, y lo sigue siendo, pero también es un poder evolutivo cuando está trabajado desde la persona que la arroja. Es el problema del poder, que hay que aprender a relacionarse con él, y es el problema de la furia también. Son cosas que hay que domar en una misma para que sean efectivas y para que los efectos sean duraderos. Los personajes de mi libro han sido domados, son esclavos de la furia y del poder que creen ejercer y por eso viven en una suerte de estado salvaje. Han involucionado. Las mujeres hemos reprimido nuestra furia por mera educación, censura social, y anular una parte tan inherente a nuestra naturaleza es una involución. Los problemas emocionales y físicos que aquejan a las mujeres tienen que ver con esto, la amputación de algo invisible.

-T: "Furia" toma al cuerpo como prueba de la experiencia, incluso el cuerpo que desaparece.

-C.M: Después de haber vivido abuso sexual descubrí que mi cuerpo tenía memoria y que por mucho que mi mente racional anulase el evento mi cuerpo lo sabía y me lo recordaba. En un punto su autonomía comenzó a darme miedo: incluso lloraba solo. Tuve que volver a hacerme amiga de mi cuerpo, unirme a él para que fuéramos partes de un solo ente, parte de esa fragmentación que muchos seres humanos hemos vivido. Es algo que quería depositar en los personajes de "Furia", además de mi obsesión por las experiencias extra-corpóreas y de la muerte, que es otro de los mitos que nos han contado. ¿Por qué nos han hecho tenerle miedo a morir, por qué nos han hecho temer a lo más propio y al mismo tiempo lo más común que tenemos en este mundo? El cuerpo no es una exigencia de los otros a la que hay que responder, el cuerpo es, entre otras cosas, lo que guarda nuestra consciencia el tiempo que sea necesario para hacernos vivir la experiencia del amor y del disfrute, pero también para atravesar las pruebas del odio y del absoluto desconsuelo. Por eso es la permanente imperfección, lo nunca absolutamente sano, por eso es mímesis de la misma experiencia de la vida. Y pese a todo, maravilla, es nuestra brújula, aún cuando nos hayan educado para dudar de él y para tenerlo siempre enfermo.

-T: La novela piensa al cuerpo como posibilidad de disidencias: sexuales, políticas, geográficas, intelectuales.

-C.M: Me gustaría pensar que un día esas disidencias no serán llamadas así porque serán totalmente aceptadas y el mundo estará amorosamente unificado. Siempre tiene que existir algo diferente que ponga a prueba nuestra idea del mundo. Eso es digno de ser celebrado, nunca lo contrario, porque la comodidad es uno de los peores sistemas de pensamiento que hay y a la búsqueda ciega de esa idea le debemos el saqueo de nuestros pueblos indígenas, de la naturaleza, de las personas, todo en pos de una vida al estilo "primer mundo". La extrema comodidad siempre es abusiva del otro. Por eso sí, mis personajes son un reflejo preciso de ciertos vicios míos y del mundo, me gustaría pensar que son como espejitos de obsidiana.

-T: Siendo "Furia" tu primera novela, ¿cuál fue el mayor desafío que te planteó?

-C.M: Francamente ahora creo que el mayor reto que me planteó el libro fue una vez que hubo nacido y fue la capacidad comercial del género de la novela. Es raro en mi proceso creativo porque percibo una expectativa mayor a la de mis libros anteriores y porque me enfrenta a una idea de industria, cuando antes escribía desde un lugar en el que jamás pensaba en eso. Exige un trabajo mayor conmigo misma y un esfuerzo que no se gasta en escribir y en escuchar las voces de los personajes, cosa que de por sí cansa, sino en pensar en cómo escribir algo mejor para mis propósitos más importantes sin que me estorben ni determinen las expectativas.

-T: El proceso emprendido en "Anamnesis" -exploración clínica que se ejecuta mediante el interrogatorio para identificar personalmente al individuo, conocer sus dolencias actuales, obtener una retrospectiva de él y determinar los elementos familiares, ambientales y personales relevantes- pareciera haber continuado con "Silencio" y ahora con "Furia" en esa morgue, con esas transformaciones de lo humano a lo bestial y viceversa.

-C.M: Reinan en los tres mis mismas obsesiones. La violencia, el abuso, el amor y la belleza a pesar de lo ominoso. A "Anamnesis" lo escribí para empezar a liberarme (de la violencia), "Silencio" fue un libro que escribí para liberar a alguien más (al menos dentro de mí misma) y "Furia" es un libro en el que quise apresar a todos los que me estorbaban.

-T: ¿Cuánto de crónica actual y de crítica revisionista contienen tus trabajos literarios?

-C.M: Hay mucho de crónica porque mi sueño siempre fue ser periodista y fotógrafa de guerra, pero no tengo la víscera. Y tampoco creo ya en la prensa de esa índole, ni en la sobresaturación de información. "Silencio" es la historia de una de mis mejores amigas de la adolescencia, cuyo padre era ayudante del narco. Su madre se suicidió y mi amiga desapareció al poco tiempo. Todo esto sucedió en un pueblito de pocos habitantes, enquistado en una montaña extremadamente pobre de Oaxaca. A pesar de eso la gente era generosa y noble y si sucedió todo lo que sucedió fue también por la extrema necesidad de las personas. El narco es un negocio, y no todo en él es el glamour de las series de Netflix, como negocio tiene mano de obra trabajando en un lugar remoto, esclavizada. Así como la comodidad, también el placer extremo sucede siempre a costa de otros.

-T: ¿Qué pasa con la cultura audiovisual contemporánea y esa oralidad que rescata "Furia"?

-C.M: Las narrativas audiovisuales son mucho más atractivas que la oralidad, captan más sentidos pero ofrecen menos a la imaginación y por eso son más efímeras. La imaginación es algo valiosísimo que desarrollamos como humanidad, nos permite cambiar lo horrible de la lógica, nos introduce en el camino espiritual y en el pensamiento mágico. Tenemos la idea de que la imaginación que se refleja en la oralidad es ficcional y eso algo tiene que ver también con cómo la crítica llama a cualquier cosa que se salga de la literatura racional realismo mágico. Muchas de las cosas que escribo son reales para mí, muchas cosas que mis abuelos me contaron eran reales para ellos. Esa era la magia de escucharles. Llamarle a eso realismo mágico es despectivo, como decir que estaban mintiendo, que no existen el alma o los espíritus o dios mismo, como sea que lo entendamos. Yo aprendí eso de la oralidad, esa es la gran escuela y lo primero que me permitió creer que podía inventar historias y que, si lo hacía bien, esas historias podían alterar la realidad.

-T: En ese trabajo a conciencia emprendido con las narrativas literarias, sociales, divulgativas en tu obra ¿qué valor tiene la palabra?

-C.M: La palabra ha sembrado discursos de poder, ha provocado guerras, ha desviado el sentido de lo divino, ha profanado. Como todo lo que existe, no es sólo luz o sólo sombra, no la idealizo. Trabajo con ella porque me parece materia noble, afín a mí. Y porque justamente, hay que devolverle a ciertas palabras, a ciertos discursos, lo que les fue robado por la injusticia de la realidad.

Con información de Télam