Ana López: "Nacemos una sola vez pero los muertos se mueren todo el tiempo"

21 de julio, 2023 | 15.09

(Por Eva Marabotto) "Vías de extinción", la primera novela de la escritora Ana López aborda la muerte de un hijo en primera persona, pero lejos de centrarse en el dolor y la pérdida, le da voz a una narradora escéptica y puntillosa, que intenta construir una genealogía de todos sus muertos y reflexionar sobre la posibilidad de recuperar la historia de sus seres queridos.

Esta novela corta, que inaugura las ediciones del sello Mandrágora, recupera la historia de una familia y la de los espacios que habitó recurriendo a una analogía entre el trazado ferroviario y el árbol genealógico.

“La vía que ahora está muerta no dice casi nada de la vida de mi hijo”, asegura la narradora, quien pasa de la reflexión (“... me acuerdo de que no hay palabra en español para la orfandad del hijo. Una lengua deficiente” al escepticismo: “Tengo cierta aversión a la felicidad explícita”.

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Ana López nació en Buenos Aires, es licenciada en letras, trabaja como docente en diferentes universidades y es dueña de la librería Suerte Maldita, en el barrio de Palermo. Fue finalista del Premio Rulfo en 2011, publicó el libro de relatos “Tic Tac” en 2019 y el poemario “Y“ en 2020.

Sobre el modo en que encaró una historia de pérdidas, la reflexión sobre el lenguaje y el tiempo que encara el texto y la responsabilidad de inaugurar con su obra un nuevo sello editorial conversó la autora con Télam.

-Télam: Elegiste contar lo incontable: la muerte de un hijo que es el tema que recorre la novela…

-Ana López: El libro parte de ese evento: la muerte del hijo de la narradora en un accidente ferroviario pero si bien esta muerte atraviesa todo el texto, la idea es acompañar el recorrido de esa narradora que es medianamente corto en una suerte de diálogo con sus muertos, en una reconstrucción de la historia familiar.

-T.: Como apunta el título, ¿hay algo en “vías de extinción” en la vida de la narradora?

-A. L. Hay algo en extinción en esa narradora, que tiene el afán de reconstruir los retazos de esa memoria, pero, a la vez, es una narradora muy desconfiada, que no termina de creer, que duda de los datos, de las fechas en las que sucedieron las cosas.

Cuando escribo me interesa enfocar este concepto muy banal que es que no se puede saberlo todo. Por más que sea alguien cercanísimo, los propios padres, los hijos, la pareja, hay una imposibilidad de reconstruir la memoria de los hechos y de la vida de los demás. Es imposible.

- T.: Pero la misma narradora esquiva contar detalles sobre su propia vida: Un ejemplo: nunca sabemos el nombre de su hijo.

-A.L.: No tiene nombre y su historia no se conoce. Es más bien un recorrido y un motor a partir del cual surge la historia. El sentido lo resume la narradora cuando dice que hablar con los que quedaron es la única manera de no quedarse sola con sus muertos.

Hay un peso puesto en cómo se construye su historia, pero es una historia tentativa. Creo, a pesar de lo que se ha dicho, que no es una novela optimista. O en todo caso, que tiene un optimismo un poco tenebroso: la esperanza radica en recuperar el miedo a morir.

-T.: Volviendo al título, y también desde lo narrativo hay un paralelismo constante entre la vida y las vías del tren…

-A.L.: La metáfora que animaba la construcción de la novela fue el tendido ferroviario como una especie de árbol genealógico de los que ya no están. En realidad, la historia era más ambiciosa y llegaba a nombrar el Tren Transiberiano pero después se fue convirtiendo en una novela más íntima. Originalmente tenía otras ambiciones pero estoy contenta con haber acotado, me parece que va por acá.

-T.: Hablás de las ambiciones y de una novela que se iba expandiendo, pero te quedaste en un formato breve, de “nouvelle”, con un texto condensado, que esboza y deja entrever ciertas cosas pero sin dar detalles…

-A.L.: Me salió este formato. Durante mucho tiempo tuvo solo el primer capítulo, al punto que en algún momento me pregunté si eso no era todo. Y después fue creciendo y fue encontrando su forma. Es este lapso que quiero contar. Es lo humano y lo divino. Siempre están las vías y los perros. Creo que le sumó la condensación. También hay algo de atender lo que el texto está pidiendo

-T.: Desde el título mismo, hay una apelación a los juegos de palabras y a la reflexión sobre el lenguaje… La narradora habla de la inexistencia de una palabra para designar a quien es huérfano de hijo.

-A.L.: Es una narradora que siempre se está preguntando sobre cómo se dicen las cosas. Genera empatía con el lector porque está contando su drama pero es muy desconfiada. Desconfía del lenguaje, de lo que no se puede decir y de cómo se pueden decir ciertas cosas. La reflexión sobre la lengua es un tema que, particularmente, me interesa mucho. Quizás es una deformación profesional ya que soy Licenciada en Letras.

-T.: Aunque la muerte del hijo constituye un antes y un después en la vida de la narradora, la historia va y vuelve en el tiempo, y abandona la cronología para dejar que coexistan distintos planos temporales…

-A.L.: El tiempo no es lineal. Si bien hay una cronología que se puede construir en los nueve capítulos que arrancan con la muerte del hijo, va y viene. A mí me interesa esta idea de que el tiempo está contaminado, el presente es un “como si”, está compuesto de muchísimos momentos que coexisten para componerlo. Y quise que eso estuviese presente.

Nacemos una sola vez pero los muertos se mueren todo el tiempo.

-T.: Hablás de las ambiciones y de una novela que se iba expandiendo, pero te quedaste en un formato breve, de “nouvelle”, con un texto condensado, que esboza y deja entrever ciertas cosas pero sin dar detalles…

-A.L.: Me salió este formato. Durante mucho tiempo tuvo solo el primer capítulo, al punto que en algún momento me pregunté si eso no era todo. Y después fue creciendo y fue encontrando su forma. Es este lapso que quiero contar. Es lo humano y lo divino. Siempre están las vías y los perros. Creo que le sumó la condensación. También hay algo de atender lo que el texto está pidiendo

-T.: ¿Cómo trabajaste el texto?

-A.L.: Yo nunca quise imaginarla como una novela de duelo, más allá de lo que le sucede a la narradora, e hice un ejercicio muy consciente para escaparle al golpe bajo: siempre digo que me interesaba conseguir una historia que tuviera que ver con la sensibilidad y con la memoria, pero no con la victimización. Cuando la estructura estaba más o menos clara en mi cabeza y había algunos capítulos terminados en sus primeras versiones, recurrí a José María Brindisi para que acompañara el proceso y si "Vías de extinción" encontró su cauce es, sin ninguna duda, por el trabajo profesional y con paciencia que hizo José en cada una de sus lecturas rigurosas, amorosas y a la vez inclementes a las que siempre voy a estar agradecida.

-T.: Es el primer libro de la editorial, ¿Cómo lo vivís siendo. además de autora, librera?

-A.L.: Es el primero ya que es una editorial nueva y es una alegría y responsabilidad y, a la vez, un vértigo. Mándragora tendrá una colección de narrativa y otra de poesía.

Con información de Télam