(Por Claudia Lorenzón) Cielos que se conjugan en formas dispersas de azules, blancos y grises anidan en las seis obras que Martín Weber realizó inspirado en el ultraje de los vidrios de blindex que protegían la tumba del expresidente Juan Domingo Perón, profanada en 1987 y que el artista, bajo el concepto de apropiación, recrea para poder repensar la violencia que atraviesa la historia argentina y el presente.
"Bajo el mismo cielo", que se expone en la galería Helitzka+Faria, lleva por nombre el proyecto artístico que Weber empezó a imaginar desde 2004, a partir del hallazgo fortuito y revelador de la novela "Santa Evita" de Tomás Eloy Martínez, en una escalera de incendio en un edificio de Nueva York, donde vivía y trabajaba en ese momento.
"El cadáver de Evita es el primer desaparecido de la historia argentina. La muerte no significa el pasado, es el pasado congelado. No significa una resurrección de la memoria, representa sólo la veneración del cuerpo del muerto. La veneración de ese residuo es una especie de ancla. Y por eso los argentinos somos incapaces de construirnos un futuro, puesto que estamos anclados en un cuerpo. La memoria es leve, no pesa, pero el cuerpo sí. La argentina es un cuerpo de mujer que está embalsamado", es el texto que Weber destaca de esa obra, en una entrevista con Télam.
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Esa lectura le disparó el comienzo del proyecto "Días peronistas" que forma parte de "Historias encarnadas. Una historia de la violencia", con eje en tres de las figuras emblemáticas de la historia y el discurso político latinoamericanos de la segunda mitad del siglo XX: El Che, Evita y Perón, con tres cuerpos sometidos a profanaciones y ocultamientos, dice en el texto curatorial de la curadora e investigadora Paula Bertúa.
"Me impactan esas figuras por las pasiones que han despertado", afirma el artista nacido en Chile en 1968, cuando sus padres -un físico y una psicopedagoga- vivían en el país trasandino hacia donde habían emigrado luego de La Noche de los Bastones Largos, bajo la dictadura de Onganía. Años después en 1974 volvería a la Argentina, donde adquirió la nacionalidad "por opción", y con la que luego vivió en Estados Unidos y países europeos para realizar posgrados y concretar proyectos donde siempre están presentes la memoria y la identidad nacional y latinoamericana.
Para concretar "Días peronistas", Weber, que trabaja con el registro documental de sucesos históricos y la ficción, inició una investigación y se encontró con la causa de la profanación de la tumba de Perón, que aún permanece abierta. Ubicó los blindex en el Museo de la Policía Federal y finalmente después de 14 años consiguió un permiso para poder trabajar artísticamente.
Eligió la técnica del cianotipo que le permitió a partir de fotografías tomadas a los blindex reproducir los colores de la bandera argentina y hacer visibles los quiebres e impactos de martillo que recibieron los vidrios violentados, con los que dio a luz en 2018 las seis obras denominadas "Día peronista # 1", Día peronista #2, jugando con una frase muy instalada en el imaginario popular argentino.
"Qué loco que un movimiento político haya hecho una apropiación de un día de cielo azul y lo rebautizó como día peronista" expresa Weber al reivindicar la idea de que "el arte contemporáneo usa la apropiación como una manera totalmente legítima de producir obras" como lo hizo en su caso dando por resultado una obra luminosa alejada de la violencia a la que fueron sometidos los blindex.
El artista utilizó los vidrios como negativos y emulsionó las tiras de papel colocadas, una a una, en contacto directo y expuestas a la luz ultravioleta, como la utilizada por la policía forense, y luego las reveló con agua, "un elemento sanador y en este caso una forma metafórica de una invitación a repensar esta violencia y caminos de sanación", dice.
El resultado son piezas rectangulares apaisadas y ubicadas entre vidrios que contienen manchas irregulares -agrupadas o dispersas, más intensas o más tenues, más o menos saturadas- dispuestas en una escala que recorre distintas gradaciones del azul de Prusia, que diseñan un juego de alternancia entre amaneceres y atardeceres; también se asemejan a esas aplicaciones digitales para auscultar el clima que ficcionalizan el cielo en diferentes estados.
"Me pareció que era interesante trabajar con los colores de la bandera, con la idea de un día peronista, por lo que en las obras en algunos casos, el cielo aparece más el azul, en otros, mas brumosos y a veces, como deshechos, donde las marcas de los golpes y los quiebres son más claros o empiezan a esfumarse y desaparecer, con la insinuación de soles nacientes oponentes, en el centro del cuadro", explica en un recorrido por la muestra.
Para Weber estas piezas al igual que otros proyectos con los que trabajó invitan a "reflexionar entre todos sobre la violencia y a preguntarnos por estas dinámicas con las que parece que seguimos mordiéndonos la cola. No quedan dudas de que si nos seguimos peleando entre nosotros, como dice el Martín Fierro, nos come el enemigo. Si cargamos de manera cotidiana el lenguaje de violencia no nos podemos sorprender después cuando aparecen tantos cuerpos individuales, colectivos y sociales heridos".
La profanación de los vidrios que protegían el féretro de Perón "sucedió en los primeros años de la democracia, donde había ganado el radicalismo, y donde todos los aparatos represivos de la época militar seguían funcionando", reflexiona el artista que considera que es necesario preguntarse "quién se beneficia con una determinada acción", en un contexto donde "siempre hay momentos de desestabilización y hay operaciones".
Artista, fotógrafo, cineasta y escritor, Weber, orgulloso egresado del Nacional Buenos Aires, estudió en la Universidad de Buenos Aires y completó sus estudios en el International Center of Photography de Nueva York. En el 98 ganó la beca de la Fundación Guggenheim, fue invitado a la bienal de la Habana y a la de Estambul y cuando en el 2002 intenta reinsertarse nuevamente en Argentina la crisis desatada en 2001 lo aleja y surge la posibilidad de ir a Nueva York, donde vivió casi diez años.
Otro de las obras artísticas que Weber rescata en su trayectoria es "Mapa de sueños latinoamericanos", donde reúne 110 retratos en blanco y negro y las memorias que compiló durante veinte años viajando por 50 pueblos y ciudades de Argentina, Cuba, México, Perú, Nicaragua, Guatemala, Brasil y Colombia, como parte del proyecto que realizó entre 1992 y 2013, donde los entrevistados escribieron en una pizarra sus propios sueños y fueron fotografiados en su entorno.
El resultado es un compendio de imágenes de gran impacto y un estudio íntimo sobre las contradicciones de América latina, de su historia, política e identidad.
El fotolibro, con 110 retratos en blanco y negro, también incluye diálogos donde su madre le cuenta la situación en Chile, previo al golpe de Pinochet, "donde no hay odio ni rencor, sino donde uno trata de entender por qué y cómo ocurrieron esos procesos", dice Weber.
El libro se convirtió después en un documental, con el que debutó en el terreno del cine como director, guionista y productor, y ganó numerosos premios en festivales de todo el mundo.
"Ecos del interior" es otro de sus trabajos, publicado en 2011, en el marco de un proyecto que desarrolló entre 1995 y 2002 con Martín Kohan, acerca de la construcción de la identidad nacional.
Entre otros premios recibió el Internacional de Fotografía de CRAF/Italia, el Gran Premio de Instalaciones y Medios Alternativos de Argentina y el de la Fundación Klemm. Obtuvo también las becas Prince Claus, Magnum Foundation Fund, Fondo Nacional de las Artes y Mecenazgo en varias oportunidades. Sus obras se expusieron el Museo Nacional de Bellas Artes, el Parque de la Memoria y el Palais de Glace; el Getty Museum, de Los Ángeles; The Photographers Gallery, de Londres, y Photo España, de Madrid, entre otros lugares.
La exposición puede visitarse en la galería Herlitzka+Faria -Libertad 1630- hasta el 9 de noviembre.
Con información de Télam