(Por Marina Sepúlveda). La exploración del mito de "El dorado" en el territorio americano es el tema de la nueva gran muestra homónima que propone Fundación Proa a partir de una investigación documental realizada junto a la Americas Society de Nueva York y el Museo Amparo de Puebla, de México, con obras y cosmovisiones de artistas latinoamericanos, desde Víctor Grippo a Mathias Goeritz, Stefan Brüggemann y Laura Vinci, entre otros, representativas de la "diversidad de alimentos, materiales, y riquezas con que América cambió al mundo".
Instalaciones, videos, mazorcas doradas revestidas de balas, neumáticos con dibujos dorados, y las icónicas papas del artista conceptual argentino Víctor Grippo, así como una papa dorada de grandes dimensiones que homenajea al alimento americano propagado hacia el mundo desde 1560, son parte de la exposición que propone un recorrido salpicado por el pasado colonial y las obras contemporáneas. Un conjunto que cuestiona y propone reflexiones para un diálogo situado en las cuatro salas que ofician como pequeños pasajes y derivas.
Así, textiles, pinturas, esculturas de chocolate, muestras de tierras de distintos lugares del país, hasta muchas pequeñas moscas de plata quietas sobre la pared, y los maravillosos objetos en préstamo del Museo Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco constituyen la muestra "El dorado. Un territorio".
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Y también se ofrece como atracción "participativa", la recreación del "Pago de la deuda externa", de 1985, de Marta Minujín, que invita al público a sentarse e intercambiar el "oro americano" (choclo) y llevarse la imagen de recuerdo.
La muestra, que se inaugura el sábado al mediodía y podrá visitarse hasta agosto, retoma el mito de la época colonial española como excusa para presentar distintas propuestas que remiten a otro tipo de "oro" americano, y otros extractivismos, pasados y presentes donde cobran protagonismo el chocolate, el tomate, el caucho de los neumáticos y la cochinilla utilizada como tinte.
El mito de El Dorado producto de incorrectas lecturas de los españoles sobre las ceremonias del pueblo muisca, en la actual Colombia, es revisitado desde las materias primas y desde el valor de commodities.
El viaje comienza en la primera sala con la experiencia sensorial de la video instalación "Patrón mono", de la colombiana Carolina Caycedo, y "La balsa", de Clorindo Testa, en juego con un pequeño barco de Grippo, que disimula un huevo de oro.
Luego viene la sala monocromáticamente dorada con la instalación aérea de papelitos dorados de Vinci, el tapiz de la brasileña Leda Catunda, y las vestiduras eclesiásticas con hilos de oro del siglo XVIII, entre otras obras.
En cambio, en la tercera sala el comienzo es con el video de Teran que introduce el relato del mito, las tierras de Teresa Pereda como pequeños montículos dispuestos sobre una cartografía rectangular, las moscas de plata, los neumáticos intervenidos con dibujos de oro, y las esculturas de chocolate, entre otros, en diálogo con las monedas de plata halladas en una cápsula del tiempo al costado de la Pirámide de Mayo, y las grandes alas del mismo metal precioso.
Andrés Bedoya, de La Paz, Bolivia, actualmente radicado en Ciudad de México, trabaja la plata. Desde su perspectiva como artista contemporáneo "ser parte de un diálogo latinoamericano desde Bolivia es esencial".
Suyas son las cientos de moscas incrustadas sobre la pared blanca, una producción que busca obtener la mirada reflexiva del espectador, no desde la asunción de una postura moral sino "como una entrada para que el público pueda gestionar sus propias opiniones o experiencias en torno a los cuestionamientos planteados".
"Es una instalación de cientos de moscas hechas de plata. Las moscas simplemente son un símbolo de ciclos de vida, muerte, de auge y declive. La obra en sí al ser hecha de plata tiene un valor objetivo, pero las moscas sugieren algo pasajero que viene a ser la historia, (además de generar asco, rechazo), el metal genera esta atracción, y estás en esa dinámica", explica.
Bedoya trabaja con plata -con su relevancia histórica de extracción colonial en las minas de Potosí- lo que le "sirve como un ancla histórico, conceptual" para "situar geográficamente algunas obras".
Pero cuando le preguntan si habla de lo que pasó en Potosí él afirma que "es sobre lo que sigue pasando, porque el modelo extractivista de la colonia se sigue practicando en Bolivia plenamente, con los distintos boom, como el estaño, ahora el litio o el que está dejando de serlo, el gas. "Es una historia que se da una y otra vez". Y agrega: "Pero como ancla uso el metal para decir aquí empieza todo, es un modelo que sí se cuestiona, pero que en la práctica no presenta una nueva propuesta".
Por su parte, el colombiano Santiago Montoya, radicado en Miami, esculpió dos obras en chocolate para esta muestra. Sus trabajos se enfocan en el valor, en los commodities, el dinero, en los ciclos que se van sucediendo.
"Los modelos extractivistas tienen esas dos caras", plantea sobre esa búsqueda de rédito económico, "lo trágico y lo hermoso porque encuentras que en aquellas cosas que no seducen y nos cautivan está la miseria".
Cuando descubrieron la quina -para combatir la malaria- ya utilizada para curar las fiebres, esta "se convirtió en un arma que terminó por generar destrucción, algo que salva vida se convierte en un arma para defenderse de la naturaleza y aniquilar otras formas de vida. ¿Es inevitable, está en la naturaleza misma del ser humano que esas cosas tengan que ser así siempre?", se pregunta.
Pero una de las mayores intensidades es la del artista guatemalteco Benvenuto Chavajay que expone por primera vez al público su "Elote de balas" (2016): el hueso de la mazorca cubierto por doradas balas, como un acto de memoria y "adorno" (porque ya no matan) de la "guerra interna, sufrió más el pueblo indígena y el campesinado" y que se cobró la vida de 250.000 guatemaltecos, entre 1960 y 1996.
Desde su perspectiva, "el arte es una forma de sanar", por eso recupera la memoria de los trágicos sucesos: "quiero congelar la obra y el arte y no activar", define.
"El esqueleto del cholo es como mi esqueleto, y necesito un abrazo, el pueblo indígena necesita un abrazo", dice.
"Aplaudo lo decolonial -esa línea de pensamiento trabajada por Walter Mignolo, Enrique Dussel entre otros-, pero tengo otra manera de decir las cosas: hay que deshumanizar la humanidad para llegar a una plena humanidad". Y estás palabras ponen su obra en diálogo simbólico con "Naturalizar al hombre. Humanizar a la naturaleza", de Grippo, el alquimista.
"La modernidad ha causado más daño que el colonialismo con nosotros aquí y ahora", afirma desde su ancestralidad desde la que se posiciona como descendiente maya. "Porque la modernidad trata de suprimir, eliminar", y es algo que va en contra de sus principios ancestrales, explicita.
Es una muestra que viene siendo pensada como posibilidad hace mucho, y que tiene como antecedente el seminario que permite decantarse en el espacio con la selección de obras expuestas.
Consultada Adriana Rosenberg sobre por qué trabajar sobre este mito, la directora de Proa refiere que "es un tema recurrente, permanente y son esas cosas que están pendientes, no tiene ninguna situación específica. Hace muchos años que venimos trabajando, tal es así que hicimos el seminario hace dos años".
Uno de los consultados fue el investigador Walter Mignolo, para quien el meollo de la exposición "fue sacar al oro de su lugar de privilegio como materia prima", permitiendo que aparezcan el pomodoro, como se lo conoce al tomate en Italia, la papa, el maíz, por ejemplo, y de "como la leyenda de El dorado escondió" todo eso.
La de Proa es la primera de las tres exposiciones producto de la investigación entre las instituciones que se inaugura, con un comité curatorial integrado por Aimé Iglesias Lukin (Estados Unidos), Ramiro Martínez (México) y Adriana Rosenberg.
Desde los experimentos con la papa de Víctor Grippo, hasta las obras doradas de Mathias Goeritz, Stefan Brüggemann, Laura Vinci, pasando por el pago de la deuda externa con maíz de Marta Minujín, destacan desde la institución: son múltiples y revolucionarias las materias primas que se presentan y la diversidad de artistas, provenientes de México, Argentina, Perú, Bolivia, Guatemala y Colombia.
Hay más de una veintena de artistas presentes desde sus obras como Fernando Bryce, Leda Catunda, Pedro Terán, Andrés Bedoya, Betsabeé Romero, Iván Argote, Ximena Garrido-Lecca, Santiago Montoya, Evi Tártari, el grupo Mazenett Quiroga, Olga de Amaral, Sandra Gamarra y Martín Chambi.
Durante el año vendrá la exposición de la Americas Society, en 2024 la del Museo Amparo de Puebla, todas con curadurías propias que reflejarán las particularidades territoriales, igual que la muestra argentina. Y en la sumatoria de estás exposiciones y los programas públicos la búsqueda se orienta en construir un "exhaustivo panorama del mito de El Dorado y un extenso panorama sobre la complejidad histórica del siglo XV", informan.
La investigación se desarrolló durante 2021 y 2022 con la problemática del mito y sus alcances en América, actividad que complementaron con seminarios de especialistas coordinados por el profesor Edward Sullivan (NYU), y a partir de los cuales generaron "un banco de imágenes y obras que construyó un archivo documental", en el que abrevan.
Por otro lado, Proa desarrollará un programa público y luego participará en la publicación de un catálogo que incluirá las tres propuestas expositivas y las reflexiones sobre las implicancias contemporáneas del mito.
"El dorado. Un territorio" podrá visitarse desde el 1 de abril a las 12 en Av. Pedro de Mendoza 1929, La Boca, ciudad de Buenos Aires.
Con información de Télam