(Por Mónica Kreibohm) - La exposición "Arte y Tecnología" que puede visitarse en el Museo de Bellas Artes René Brusau (MUBA) de la ciudad de Resistencia reúne siete obras que proponen un recorrido sensorial e interactivo enfocado en la naturaleza y las raíces originarias chaqueñas.
La Sala 1 del MUBA alberga un recorrido circular por las obras Resonancia del Mapic y Ejercicio para recordar el futuro de Nicolás Ojeda; Shipilaj de Cecilia Lis García; Luciferasa de Denise Sol Celiz y César Dario Pereyra; Teatro de operaciones, de Cristian Cochia; Rigor Mortis, de Maximiliano Dajruch; y Dhyana, de Laureano Quesada.
La docente, investigadora y artista Cecilia Lis García, curadora de la muestra, explica a Télam que las obras seleccionadas son experiencias enfocadas específicamente en la interacción con el espectador. Hay esculturas lumínicas, esculturas sonoras y otras obras que involucran la corporalidad entera del visitante.
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La propuesta curatorial de apropiación es la interacción con estas piezas donde los medios y recursos tecnológicos dan corporeidad a distintos estímulos: La experiencia del espectador con la obra define una nueva manera de entender el arte, indica la curadora, vinculada a un intento por hacer percibir la mayor cantidad posible de instancias y niveles que tiene nuestra realidad
Para eso, señala, es necesario conocer lo que denomina como un nuevo código de representación entre arte, tecnología y naturaleza, a fin de integrarlos en la sociedad, ya que exigen nuevas actitudes y lecturas, menos conservadoras.
La tecnología posibilita justamente la lectura o captación de otros elementos que eran a veces inaccesibles o permanecían invisibles en esa forma de representar que existía antes y sigue existiendo. Nos interesa mucho esa apertura a nuevos modos de representarnos, la inclusión y generación de otras formas de leernos y decirnos. Esto puede ayudarnos a releer o volver a conocer nuestras propias bases originarias, que también tenían su tecnología, indica García.
En Resonancias del Mapic, por ejemplo, las voces de Delmira, una artesana Qom, y el cacique Rojas de la comunidad traen a este presente continuo la vitalidad de las raíces indígenas de Resistencia y sus primeros asentamientos.
En esta obra de Ojeda, la naturaleza tiene un peso importante: los auriculares están dispuestos en ronda, alrededor del tronco seco de un árbol que el artista tenía en su jardín, un tulipero de Gabón que había plantado por su abuela, que ahora evoca a un algarrobo o Mapic (vocablo Qom), árbol guía de la cosmovisión del Pueblo Qom.
Se trata de un proyecto de investigación y creación surgido a partir de un paper escrito por Mónica Medina y Rita Medina, investigadoras del CONICET, donde cuentan y hablan un poco semióticamente de la comunidad Qom, de cómo ellos llegan a Resistencia y fueron desplazados en los años 60 y 70 de la ciudad, para pasar vivir en el límite de lo que es ahora Resistencia, bajo un algarrobo, mapic en qom, que en el imaginario funcionó como refugio, punto de encuentro, espacio y lugar de conexión de la comunidad que fueron armando su asentamiento a partir de ahí: mi obra busca rescatar esas memorias y ese imaginario en torno a la naturaleza.
La pieza dialoga con la instalación original del artista, realizada en un monte de algarrobos de la chaqueña Colonia Benítez y luego expuesta en el Museo de la Cárcova, en la costanera sur de la ciudad de Buenos Aires, frente al Río de La Plata.
Otra parte de ese árbol seco es precisamente la que da cuerpo a la segunda obra de Ojeda, Ejercicio para recordar el futuro, una escultura lumínica que reacciona a la presencia humana, con un follaje formado por lamparitas, luces que acrecientan o disminuyen su intensidad según se acerque o aleje el visitante, como fantasma de la naturaleza devastada.
Ese árbol que materializa el concepto de post-naturaleza, deviene de otra investigación, esta vez sobre el concepto de antropoceno retomado por Donna Haraway, como un estado límite en la Tierra, en donde ya no hay vuelta atrás del paso del hombre por el mundo, señala el artista, y donde la propuesta es un estadio de colaboración multiespecie, al que hay que llegar, para seguir existiendo.
Siguiendo el recorrido propuesto por García se llega Rigor Mortis, una experiencia de cuerpo completo en la que el espectador interacciona con un jardín del futuro, compuesto de una fauna escultórica de gran porte realizada en espuma de poliuretano con flora lumínica.
Le sigue Dhyana, la obra más convencional en términos de arte y tecnología: a través de un dispositivo de realidad virtual, su autor, Laureano Quesada propone al espectador una meditación urbana en un escenario natural.
Mientras que Luciferasa, de Celiz, es una escultura lumínica que requiere de la interacción táctil para despertar sus colores en un tronco de Quebracho, como testimonio de lo natural; al igual que Teatro de operaciones, de Cochia, en donde la activación humana trae al presente los registros sonoros y audiovisuales de la Guerra de Malvinas.
En el centro de la sala está Shipilaj, nombre de una deidad Mataco-Wichi, que da título a la instalación tecno-textil de Celia Lis García. Se trata de una estructura que emite vocalizaciones de acuerdo al grado de humedad presente en el ambiente, a la vez que reacciona ante la presencia humana.
Aquí, la artista, docente y curadora, construye un relato donde conviven el llamado de alerta de los humedales del Chaco y los nuevos modos de pensar el paso humano por el mundo, a través de tecnologías y técnicas ancestrales como el bordado.
El proyecto de García es parte de la beca de investigación y creación del programa Ballena T/Tierra del Ministerio de Cultura Nación y cuenta con el auspicio del Fondo Nacional de las Artes.
Con entrada libre, la exposición se exhibe en el MUBA, ubicado en Marcelo T. de Alvear 90, Resistencia, de 9 a 21.
Con información de Télam