(Por Claudia Lorenzón) Con historias protagonizadas por mujeres a las que el mundo se les desploma, trastoca o simplemente les niega la esperanza, Mariana Travacio compone en "Me verás caer" una serie de relatos escritos desde un lirismo inquietante, donde la fatalidad sella el devenir de los personajes.
La enfermedad, el engaño, la desolación y la fragilidad de la salud mental recorren estos cuentos, algunos de los cuales pueden leerse de manera independiente, y otros se retoman en relatos posteriores como una forma de continuidad o secuela.
Una hija que ve en la vejez de su madre y en el paso del tiempo, la decrepitud; una mujer humilde hostigada por la policía ante la huida de su marido, buscado por delinquir; una mujer engañada durante una cita; la historia de otra mujer, afectada por el deterioro de su salud psíquica, aparecen en este corpus de relatos editados por Tusquets y marcados por el desamparo, donde las mujeres se acompañan y cuidan ante la desgracia o el infortunio.
Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.
Autora de las novelas "Como si existiese el perdón" y "Quebrada" y de los relatos "Cotidiano", "Cenizas del carnaval" y "Figuras infinitas" Travacio (Rosario-1967) dialogó con Télam acerca de esta nueva obra y de la literatura como "un trabajo con el lenguaje que nace de una pulsión, que anida en la lectura".
- Télam: En tus novelas, los protagonistas son hombres, pero en este libro las protagonistas son mujeres que padecen soledad o cuyas vidas se desmoronan. ¿Cómo surgió este libro de relatos?
- Mariana Travacio: Este libro surgió durante un largo y obligado reposo. Después de escribir "Quebrada", me quebré una rodilla. Me tuvieron que operar, estuve mucho tiempo postrada. En ese estado, postrada y rota, escribí "Me verás caer". Fue un proceso de escritura muy singular. Nunca había escrito entre opiáceos, desde el dolor físico, desde la cama. Me acuerdo que lo único que guiaba la escritura era un poema de la querida Beatriz Vignoli, inmensa poeta de mi tierra natal, que hoy figura parcialmente como epígrafe del libro. Los versos que elegí para el epígrafe dicen así: "Si te dicen que caí, no vengas a enseñarme aerodinámica revisionista. No vengas a decirme que no crees que haya sido un accidente. En lo único que creo es en el accidente. Lo único que sabe hacer el universo es derrumbarse sin ningún motivo, es desmoronarse porque sí". Hace poco hablé con Beatriz y le conté lo mucho que su poema me había acompañado durante la escritura de este texto.
- T: Si bien los cuentos pueden leerse de manera independiente, hay personajes e historias que van apareciendo como secuela de lo que sucedió antes en los relatos siguientes. ¿A qué responde esa organización de los textos?
- M.T: Sí, es cierto, aunque se puedan leer como piezas autónomas, los cuentos sucesivos van retomando las historias iniciales. Esto se fue dando durante el proceso de escritura. Después de escribir los primeros relatos, tuve necesidad de saber más, de saber qué había sido de las vidas de esas mujeres después de atravesar esos puntos de inflexión, esos desequilibrios que se plantean al inicio. Por eso escribí los últimos relatos, por pura necesidad de indagar cómo esas mujeres habían seguido el camino, qué había pasado con ellas. Entonces, es cierto que, si bien son relatos independientes, también pueden leerse como una suerte de novela narrada a fragmentos, en postales sucesivas, como instantáneas de diversos momentos de esas vidas.
- T: En el cuento "Cansadas", aparece el tema de la vejez, la decrepitud y la rendición ante el paso del tiempo. ¿En qué medida lo cultural continúa influyendo para que se perpetúen estas concepciones?
- M.T: Sí, aparece el deterioro, el paso del tiempo, el desgaste, esos momentos vitales en los que empieza a asomar cierta fragilidad, cierta desilusión, cierto cansancio, y tenés que lidiar con esas heridas, con lo que ya no regresa, a veces con historias fallidas, y reposicionarte y repensarte.
- T: En "¿Dónde está Montes?", la protagonista, Elena, padece las consecuencias de la desaparición de su pareja, pero toma una decisión que cambia su vida. Es la única protagonista que ve una salida, pese a su situación, entre todos los relatos. ¿Por qué sucede eso?
- M.T: Nunca escribo con un plan. Ahora que me preguntás, me invitás a pensarlo. Te diría que, tal vez, porque se trata de una voz que exterioriza una rabia contenida. Como si la rabia, al fin y al cabo, fuese motor, cauce, río. Como si la rabia, entonces, le permitiera a Elena ponerse en marcha, buscar una salida, hallar por dónde. A veces la rabia es transformadora.
Suelo anotar fragmentos de mis lecturas en las paredes de mi estudio. Una de esas frases es de Macedonio Fernández y dice: "Tuve una rabia de tres días. Tres días suena a poca cosa, pero a veces alcanza una rabia de tres días para modificar un estado de cosas. Exactamente lo contrario de lo que sucede desde la resignación. Dicho de otro modo: la resignación propone la aceptación de lo dado. La rabia, en cambio, habilita la indocilidad, la pregunta, la posibilidad de modificar un estado de cosas".
- T: Con "Rosas buenas" empieza una serie de relatos donde los personajes van apareciendo en los relatos siguientes. ¿Cómo fue la elaboración de ese cuento que se desencadena de la manera más dolorosa e inesperada?
- M.T: Ese relato nace de una anécdota que me habían contado. Durante mucho tiempo me quedé con esa anécdota en la cabeza, pensando en los sentimientos que ese hecho -la doble estafa: material y moral- habría podido despertar en esa mujer y cómo habría lidiado con ellos. Así que, para indagar en esos sentimientos, tuve necesidad de escribir este relato.
- T: La literatura es para vos una forma de exorcizar temores o de alejar las peores desgracias?
- M.T: Creo que la literatura es, ante todo, un trabajo con el lenguaje. Nace de una pulsión, anida en la lectura. Como decía Barthes, hay una relación nupcial, de procreación, entre lectura y escritura. Escribimos porque algo nos ha fascinado en la lectura. La lectura como punto de partida, como encuentro gozoso, como placer estético. De esa fascinación indeclinable nace la escritura. Es como ese niño que entra a un bosque, fascinado por un extraño destello, la perfecta combinatoria de un rayo de sol sobre la rama de un árbol, y cuando quiere acordarse ya está irremisiblemente perdido en ese bosque. Algo así nos ha pasado con la lectura. Por eso estamos acá, esclavos de ese amor, perdidos en el bosque del lenguaje. Quignard dice que leer es buscar con la vista la única flecha lanzada desde el fondo de los tiempos. Y nos recuerda que el primer acto de lectura de aquel hombre pre lenguaje, fue la decodificación de huellas. Dice (Pascal) Quignard: las huellas -ya- como letras. Las huellas que seguimos como perros hambrientos para encontrar algo que sacie el vacío, un poco de agua, la cueva, la casa. Como si la casa estuviera en alguna parte.
- T: El último cuento "Y el río tan manso" cambia totalmente de escenario. Transcurre en el exterior, Estados Unidos aparentemente. ¿A partir de qué surgió ese relato donde vuelve a aparecer el tema de la enfermedad?
- M.T: La locura es un tema que me conmueve largamente. Este cuento, como los demás, nace de la voz de esa mujer, pero estimo que, en este caso, se impuso la necesidad de explorar otra clase de derrumbe. El desmoronamiento psíquico, tal vez, y también afectivo, fruto del desinterés, del abandono, del vacío. Esa extrema soledad del que ha sido desahuciado.
Con información de Télam