(Por Carlos Aletto) En una "coincidencia" editorial nacida del impulso de rendirle homenaje a su prolífico recorrido literario, acaba de salir la nueva novela de Luis Gusmán, "No quiero decirte adiós", una historia que retoma el personaje del pesista Walenski y que dialoga en la mesa de novedades con "El frasquito", la mítica obra del escritor que regresa 50 años después en una nueva edición y ya sin los ecos revulsivos de su lanzamiento original.
"El río me arrebata y soy ese río" dice Borges en un famoso poema. Luis Gusmán tiene también su río. En su novela "Tennessee", en la que aparece por primera vez su personaje de Walenski, hay un epígrafe del poeta Derek Walcott: "En este, un pequeño río en algún lugar del mundo no importa dónde, la victoria estuvo a la vista". Ese río, para el escritor nacido en Buenos Aires en el año 1944, es el Riachuelo. La victoria tiene una fecha: el 17 de octubre de 1945.
Al borde de ese río de esqueletos de fábricas abandonadas está el club Regatas. Ahí Gusmán sitúa al expesista Walenski. El autor de la cincuentenaria obra "El frasquito", que circula también por estos días en una nueva edición -ya sin la impronta subversiva que la llevó a ser prohibida por la dictadura militar en 1977, tras ser catalogada de "inmoral"- asegura que sus personajes son un tanto anacrónicos: "yo soy de ese río. La infancia frigorífica", explica en conversación con Télam. Ese lugar es donde a Gusmán le parecía desde chico escuchar "el mugido doliente" de las vacas yendo al matadero. El olor de las curtiembres. En la novela, al ser innavegable ese lugar se vuelve un poco anacrónico.
Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.
Hay algo nostálgico en sus tramas. El escritor asegura que él siente a sus novelas como una letra de tango que en lugar de durar tres minutos ocupa muchas páginas.
"No quiero decirte adiós", título de la novela que acaba de publicar Edhasa junto con la edición conmemorativa de "El frasquito", es una frase extraída de la última página de "El largo adiós", el policial negro clave del género escrito por Raymond Chandler. Allí, el detective privado Philip Marlowe se despide no de una mujer sino de su amigo Terry Lennox y dice "No quiero decirte adiós". Es también la frase que usa Osvaldo Soriano en su libro "Triste solitario y Final".
"A veces no queremos despedirnos, pero hay un hecho, un acto ético que separa a un amigo de otro", dice el escritor y psicoanalista a Télam. Y agrega que él cree, a pesar de este homenaje a Chandler, que su libro no es una novela negra: "No tiene los clichés de ese género. Sí hay un crimen que implica una intriga policial, pero no están los tópicos, los lugares comunes de la novela negra", asegura el autor de "Villa".
-Télam: ¿Cómo ha evolucionado el personaje de Walenski desde "Tenneesse" hasta "No quiero decirte adiós", es decir a lo largo de las cinco novelas?
-Luis Gusmán: Walenski es verdad que se va transformando desde esa primera novela a la segunda, "Hasta que te conocí", y esta tercera, "No quiero decirte adiós". En principio con Smith hace un dúo, pero cuando aquel se muere allá en "Tennessee", se queda solo. Se terminó el dúo. Walenski es un hombre que va cambiando según las mujeres que se le cruzan. No que conoce, sino que se cruzan en su vida como un rayo. Mujeres más jóvenes y ajenas a su mundo. Y que él, sin saber bien por qué, está destinado a ayudar. Las chicas siempre se van. Como el río.
Eso me obligó a tener que inventar personajes femeninos que fueran verosímiles, y no meras versiones masculinas. Como son la Maga de Cortázar o Alejandra de Sabato. Quizás lo más difícil para un escritor que no sea Puig. En "No quiero decirte adiós", la chica, su primer amor de juventud ni siquiera es que no le correspondió; él nunca se animó a declararse.
-T.: ¿Cómo es el proceso de escritura de una serie de novelas con personajes recurrentes?
-L.G.: Las historias se me imponen. Es cierto que una vez que surge la microhistoria, va creciendo. Una vez que la tengo, sí la planeo. El asunto es el comienzo y el final. El comienzo de "Gatsby" me fascina. Todo el mundo de la costa este de Estados Unidos habla de él, se le suponen historias, de las mejores y peores, y recién aparece en una fiesta en su casa, pasando las cincuenta páginas. Con lo cual todo el mundo lo está esperando, lo mismo sucede con el final cuando su cuerpo flota en la pileta de natación, y él ni siquiera sabe quién le disparó y que fue "el hombre equivocado".
Creo que en "No puedo decirte adiós", el lector está esperando qué le va a suceder a Walenski con esa mujer llamada Noelia que se le cruzó en el camino. Y en el final, la novela resume en dos palabras la decisión de una vida.
-T.: ¿Walenski es un personaje que a menudo se involucra con mujeres peligrosas? ¿Cómo desarrolla los personajes femeninos en su obra?
-L.G.: En "Villa", la novela, aparece el primer personaje femenino, Elena Sayago, la mujer del doctor Villa. Entre los dos hay una relación poco sentimental. Él es un médico que colabora burocráticamente, llevado por las circunstancias, con la represión durante la dictadura. Pero carece de ideología. Ella una enfermera que ha logrado casarse con el médico y al que domina emocionalmente.
En "Hotel Edén" es la historia de un escritor enamorado de una chica que enloquece, llamada Mónica y, como Eurídice, la pierde dos veces. En la novela "El peletero", Landa se enamora de una chica a la que pierde. Como a su oficio que ya no tiene lugar en el mundo, él deja de existir para ella, podemos decir: "Trabajos de amores perdidos"; lo mismo le sucede a Walenski, con la mujer de la novela "Hasta que te conocí". O con Mariana Dore en "No quiero decirte adiós". No es melancolía, tampoco nostalgia. Es como si estuviesen destinados a perderla desde el inicio. Una especie de tango "abolerado". Pero no es como los detectives de la novela negra a los que en su mayoría su "oficio" (salvo San Spade en "Cosecha roja") los lleva a un lugar parecido al de Walenski. Es como si fuera un destino.
No sé si las mujeres son peligrosas, pero las que se le cruzan siempre están en peligro. Y él, ni siquiera decide salvarlas, sino que ellas acuden a él, y Walenski no sabe bien por qué. En "No quiero decirte adiós", de Mariana Dore, lo separa la clase. Ella es de una clase social a la que él no pertenece, pero no es que sea un perdedor, sino que no está a su alcance. Una especie de romanticismo en que aquello que se ama está destinado a perderse, y la pena lo vuelve más solitario. La vida con una mujer siempre le fracasa. Tampoco es que insiste. Como suele suceder, se cruzan en su camino.
-T.: En sus novelas, a menudo hay elementos de la cultura popular, como la música. ¿Cómo usa estos elementos para construir el mundo de sus personajes?
-L.G.: Sí, es así. Tengo una novela terminada que sale el año que viene de un cantor de tangos titulada "Dos extraños". Al título del tango, muy conocido, ("Cómo dos extraños") en la voz de mi querido amigo Luis Cardei. Es una historia de amor. Es un tango de muchas páginas. Creo que es la primera novela donde la música es encarnada por un personaje. El cantor Adrián Venturi. Antes en "El frasquito" estaba mi padre como cantor. Pero el carácter autobiográfico no lo vuelve necesariamente un personaje. En esta novela es distinto.
-T.: En "No quiero decirte adiós" ¿Qué papel juegan los personajes secundarios en la novela?
-L.G.: Los personajes secundarios son fundamentales no solo en mis libros. La editorial 17 grises va a publicar en unos meses "Imborrables, personajes y temas de la literatura del Río de la Plata" un libro ilustrado donde tanto escritoras como escritores escriben las siluetas de personajes literarios. Nombrarlos sería interminable. Una de las secciones está referida a los personajes secundarios que son fundamentales en la trama. Es cierto, que en las novelas policiales, o en "Otra vuelta de tuerca", de Henry James, criados, ama de llaves, niñeras tienen un papel decisivo en la trama.
En mis novelas hay dos. Uno es Hueso y el otro es Smith. Lo que me lleva también a los dúos, como son Walenski y Bersani, nuevamente en "No quiero decirte adiós".
-T.: ¿Cómo aborda la diferencia en los diálogos de personajes que provienen de diferentes estratos sociales o culturales?
-L.G.: María Esther de Miguel en una crítica a una de mis novelas, escribió: "Los mejores diálogos de la literatura argentina". Con lo cual, no hay nada más complicado que un elogio. Quiero decir, hay una especie de fatalidad que me lleva a que los diálogos tomen el dominio de la historia. Es muy importante controlarlos porque no hay nada peor que fascinarse con aquello que uno, de tanto leer, sabe que le sale bien. Lucho contra eso. Aprendí de Puig a poder hacer diálogos entre mujeres que no resulten "artificiosos" sino verdaderos como sucede en "No quiero decirte adiós" entre Mariana y Luma.
La literatura es contar historias. Hasta el poema experimental de Stéphane Mallarmé "Un golpe de dados" la cuenta.
"Tusitala" es una palabra en samoano que significa "contador de historias" o "narrador de cuentos". Fue un apodo dado al escritor Robert Louis Stevenson durante su tiempo en Samoa. La única vez que envié un cuento a un concurso lo hice con ese seudónimo. Borges era parte del jurado y lo desechó porque dijo que era un plagio de Manuel Peyrou: "El estruendo de las rosas", libro que yo nunca había leído. Fue un plagio espiritista. Si él hubiese sabido mi seudónimo, quizás mi suerte hubiese sido otra, o no.
Con información de Télam