(Por Mercedes Ezquiaga) La literatura de las premiadas autoras argentinas Samanta Schweblin y Ariana Harwicz se transforma en ópera y sube a escena en el Teatro Colón, en los proyectos titulados "Felicidad" y "Dementia" -el primero de reciente estreno y el segundo avanzado para subir a escena en 2025- que abordan la temática del matrimonio y que a la vez proponen una reparación a la larga ausencia de historias escritas por mujeres en el universo operístico.
Se acaba de estrenar -y sigue con funciones hasta el 10 de setiembre- la ópera "Felicidad", una adaptación del cuento "Mujeres desesperadas" (del libro "El núcleo del disturbio") de Samanta Schweblin, sobre una novia abandonada en el medio de la ruta el día de su boda, mientras que en 2025 la temporada lírica de Colón estrenará una ópera con libreto original a cargo de Ariana Harwicz, sobre un matrimonio que vive en una casa de campo en Francia, en diferentes momentos de su vida.
Son entonces dos obras que, con sus particularidades, se nutren de la voz de dos escritoras argentinas que han demostrado un exitoso derrotero con sus publicaciones, ambas nacidas en los 70 en Argentina, afincadas en el exterior, dueñas de una escritura disruptiva y audaz con la que han abordado vínculos difíciles, a través de una narrativa fascinante y de extrañamiento.
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"Me cuesta llamarme 'libretista', es como ponerse un traje nuevo, como cambiarse de identidad en el sentido artístico", dice a Télam la escritora Ariana Harwicz, responsable de una prosa brutal y corrosiva, quien prepara en estos días el libreto de "Dementia", la ópera para el Teatro Colón que tendrá música de Oscar Strasnoy y puesta en escena de Mariano Pensotti.
Nunca antes el Colón había encargado la ópera principal de la temporada a una escritora o escritor argentino vivo y es sabido que el de los libretistas de ópera es históricamente un género casi exclusivamente masculino. En este caso, narrará la historia de un matrimonio -de una escritora y un traductor- que vive en una casa de campo en las afueras de París, mientras se encuentran, a lo largo del tiempo, con versiones de sí mismos en otros momentos de la vida.
"Tomo la casa de campo como referencia casi pictórica, visual, alucinatoria. Son varias parejas que van llegando a una casa de campo que funciona como un lugar de una beca para escribir una novela. Es la misma pareja pero en distintos momentos de la vida, con esa locura y esa dimensión delirante que tiene la ópera, por eso se llama 'Dementia'. Se trata de ese encuentro, con el paso del tiempo, de tres matrimonios; lo que cambia en el matrimonio, lo que cambia en su apogeo y en su decadencia, una gran fábula sobre lo que es el poder y el arte en una pareja", desmenuza Harwicz.
La escritora argentina afincada en Francia y nominada al prestigioso premio Man Booker, cuenta que nunca antes había escrito una ópera: "Es mi primera vez y es realmente una experiencia distinta. Por eso acepté, más allá de toda la admiración y la historia sentimental que creo que cualquier argentino tiene con el Teatro Colón, al igual que el San Martín o el Cervantes. Sí trabajé textos para adaptarlos al teatro pero no es lo mismo", compara la autora cuya novela "Matate, amor" será adaptada al cine en Hollywood con Jennifer Lawrence como actriz principal y la producción de Martin Scorsese.
Para la autora de "Precoz", "escribir es hacer música, siempre está la conciencia de la dimensión musical de cada palabra y de cada sonido. Pero en este caso mucho más, porque tienen que ser cantadas, así que el fraseo, la palabra, tiene que estar pensada para ser dicha en una oración musical, entonces es una doble conciencia de lo musical".
Sin embargo, señala que a la hora de escribir una novela, la actividad es "vertical: soy quien decido absolutamente todo de la música de mis palabras, cada uno de los timbres, acordes, giros musicales, en la puntuación o en el fraseo, pero en una ópera no es así", grafica durante la entrevista con Télam en la que sale a modo de ejemplo la famosa anécdota del compositor italiano Giacomo Puccini, uno de los máximos referentes de la ópera, quien a veces enloquecía a sus libretistas para que las palabras encajen exactamente en la música que el voraz compositor ya había adelantado.
El caso más curioso sucedió durante la creación de la dramática "La Boheme", la ópera caracterizada por melodías repletas de angustia y melancolía. En determinado momento, y con toda seriedad, Puccini pidió a uno de los libretistas que en el acto II, la métrica de las palabras, coincidiera con "cocoricò-cocoricò-bistecca", que el libretista terminó transformando en "Quando m'en vò, quando m'en vò soletta...", que entona el personaje de Musetta.
"En nuestro caso -dice sobre la labor junto con Oscar Strasnoy- él corrige en rojo, corta mis frases, a veces me pide que las corte, me consulta si va a cambiar una palabra o varias, o cómo decirlo de otro modo, o decirlo más breve, todo en aras de que entre para poder ser cantado y de las exigencias de la música que está componiendo, así que hay ajustes todo el tiempo por lo que tengo que ajustar finalmente el estilo y lo que dicen los personajes al amo de la ópera que es la música", asegura.
En tanto, la ópera de cámara "Felicidad", con libreto de Walter Jakob y Marcos Franciosi, y con la composición musical de éste último, fue estrenada en el Centro de Experimentación del Teatro Colón, y narra el momento en que Felicidad, la protagonista, es abandonada por su flamante marido en una ruta solitaria luego de haberse demorado en el baño. Entonces descubre que su historia no es única y que esa ruta está habitada por innumerables novias con un destino común y que permanecen allí, errantes.
"El Colón suena a algo grande y celebratorio. La propuesta me entusiasmó desde el principio. Pero por supuesto siempre hay algo inquietante en toda adaptación. Una adaptación implica renunciar a la idea que uno tiene sobre su propio texto y aceptar que ahora la historia se contará desde la mirada y las decisiones de alguien más, y así debe ser, sino qué sentido tendría. Pero el resultado siempre es inquietante. Aunque por supuesto, si acepté es porque confío en la propuesta y en el talento de la gente involucrada", cuenta Schweblin a Télam.
El cuento "Un hombre sin suerte" de la misma autora (ganador del Premio Internacional Juan Rulfo y del Premio O. Henry) ya había sido adaptado para el teatro por Osmar Núñez y lo mismo ocurrió con su primera novela "Distancia de rescate", el thriller que la cineasta peruana Claudia Llosa convirtió en un filme protagonizado por Dolores Fonzi, que se estrenó en la plataforma Netflix.
¿La traspolación de la literatura hacia otros lenguajes o disciplinas expande la significación de los relatos? "Por supuesto -responde Schweblin, así como esta historia no hubiera sido posible si yo no hubiera leído a Beckett e incluso no hubiera mal entendido a Carver, y digo lo de mal entendido porque escribí esta historia a mis 21 años, y recuerdo haber estado peleada con los cuentos de Raymond Carver en esa época, y aún así muy influenciada por algunas imágenes que creo que tuvieron cierto impacto acá. Yo de verdad creo que el arte es algo mucho más comunal de lo que pareciera, sobre todo en el ámbito literario, donde uno puede escribir todo lo que quiera, pero si no hay una comunidad que avala eso y lo publica, y un lector que en algún momento abre el libro y lo lee, entonces habrá mucho escrito, pero la literatura en sí, ese encuentro entre alguien que ordena determinadas palabras y ese otro que avanza entre ellas, nunca sucedería".
El cuento "Mujeres desesperadas" que dio espacio a la adaptación de la ópera "Felicidad" -con funciones hasta el 10 de septiembre-, fue escrito por Schweblin cuando estudiaba la carrera de Imagen y Sonido en la UBA, mientras aprendía el lenguaje de los guiones de cine y veía entre 15 y 20 películas por semana: "Creo que los cuentos de esa época eran mucho más desordenados y hasta delirantes porque eran mi manera de escapar a esa cosa tanto más operaria y matemática que tiene el lenguaje del cine. Pero sí hubo mucha influencia visual. Había semanas que veíamos quince, veinte películas, era imposible mantener toda esa información visual, todo se mezclaba y se distorsionaba, y aunque esto era muy malo para mis estudios, era un material espectacular a la hora de sentarme a escribir", relata la autora.
Con información de Télam