Editoriales de literatura infantil y juvenil demandan acciones contra la suba del precio del papel

19 de mayo, 2023 | 17.48

(Dolores Pruneda Paz) Más de 40 editoriales especializadas en Literatura Infantil y Juvenil reclamaron la "urgente regulación" sobre los precios del papel para "poder seguir produciendo libros en el país", una demanda surgida ante "los precios escandalosos que un puñado de empresas imponen sobre papel, la cartulina y el cartón, prácticamente los más altos del mundo, que hacen que sea más barato imprimir en el exterior que en Argentina", aseguran.

Esta situación se da en un escenario donde "las ventas de libros descienden mes a mes y el dinero que ingresa va perdiendo sensiblemente su valor", por lo que "las editoriales no logramos reunir el dinero necesario para imprimir novedades o realizar reimpresiones y vamos vaciando nuestros cuidados catálogos de manera irremediable", explican en un comunicado los responsables de hacer libros ilustrados, tradicionales o tipo álbum, esos de cartón duro para poder ser mordidos y seguir siendo leídos en las primeras infancias o esos otros de pop-up con figuras recortadas que se mueven y salen de las páginas, que pueden acompañar toda la vida de un lector.

Firman la solicitud 42 sellos infantiles y juveniles: desde el histórico Fondo de Cultura Económica a referentes de libros ilustrados para todas las edades como Zorro Rojo, Musaraña o Mágicas naranjas; pasando por editoriales que ya son clásicos -La brujita de papel, Del naranjo y Riderchild, entre ellas- a voces de la edición independiente que van desde Iamiqué, Ralenti, Ojoreja, Libros Silvestres y Abran cancha a los libros objeto de Tinkuy y Niño Editor, los de arte de La marca editora, para más grandes, Arte a babor, para más chicos, o la cooperativa Muchas nueces a los cómics de Hotel de las ideas y Primavera Revólver.

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Para consignar la situación, Raquel Franco, de Pequeño Editor, recurre a cifras recabadas por la Cámara del Libro: "el papel obra aumentó en los últimos 12 meses un poco más del 150% y el ilustración un 300%. Son datos del año 2022. Celulosa y Ledesma exportan el papel a 900 dólares la tonelada y a nosotros nos lo venden a 2.500. Por otro lado, todos los importadores están importando a 1.400 dólares la tonelada y nos la venden entre 6.000 y 7.500 dólares", dice en diálogo con Télam.

Esas cifras "han aumentado y obviamente no están parando -acota Martín Gremmelspacher, titular de la CAL-. El mes pasado aumentaron 14% y ahora en mayo volvieron a aumentar el 14%, o sea, están duplicando la inflación, están haciendo lo que quieren".

Están "aprovechando" un contexto, consigna Gremmelspacher, "la falta de papel hace que el insumo se encarezca un poco pero es tremendo lo que está pasando con las fábricas nacionales y los importadores, que cuadruplican la utilidad de la materia prima, algo que no se da en ninguna actividad: hay un fuerte traslado de ingresos de un sector al otro, porque el libro tiene un precio determinado, si no, no se vende, con lo cual las grandes empresas se están quedando con la rentabilidad de los editores, los diseñadores y demás".

Históricamente, puntualiza, "el papel representaba dentro del costo industrial un 30% y hoy representa el 55%, esos 25 puntos salieron de la rentabilidad del editor, del corrector, del ilustrador, de la imprenta, de la encuadernadora, del que plastifica las tapas, áreas que están aumentando mucho menos que estos índices, y las papeleras se están quedando con esa parte".

"Hoy por hoy, toda la cadena del libro se ve afectada por esta situación desigual: editores (no podemos imprimir novedades ni reimprimir títulos agotados), industria gráfica nacional (las imprentas no tienen insumos para producir o los tienen a precios escandalosos), autores, diseñadores, correctores (se publican menos títulos) y lectores (los precios de los libros van camino a ser inaccesibles)", explica Judith Wilhelm, de Calibroscopio ediciones.

La idea, afirma, es que "se regule a las pocas empresas que producen e importan el papel, la cartulina y el cartón necesarios para hacer los libros; estamos pagando precios abusivos que están muy por encima de los del resto del mundo y que aumentan (en dólares) muy por encima de la inflación".

Los libros que "están especialmente en riesgo", puntualiza Wilhelm, "son aquellos para niños muy pequeños, lo que llamamos libros de cartoné, que tienen tapas e interiores en cartón o cartulina y que son caros y complicados de producir, y los libros de tapa dura en general, prácticamente no hay cartón nacional y el que se importa tiene un precio escandaloso; por eso muchos están migrando a la tapa blanda, pero no con todos los títulos se puede hacer, en los infantiles la materialidad es muy importante, hay una relación muy estrecha entre contenido y forma".

La materialidad en ese rubro "es una variable decisiva de la experiencia de lectura -agrega Manuel Rud desde Limonero-, no es solo una cuestión de gustos: nuestras editoriales hacen libros de larga duración, que se leen con recurrencia, a los que se vuelve una y otra vez y que están concebidos para pasar de mano en mano y de generación en generación. El precio del papel (o más bien su manipulación) atenta no sólo contra nuestros catálogos y el sector editorial, sino que indefectiblemente llevará a que contenidos valiosos y necesarios se vean degradados o directamente no estén disponibles".

Muestra de situación que origina este reclamo colectivo "es lo que pasa con las compras públicas de libros: en los últimos años los editores celebramos el retorno de los planes de lectura y de un importante volumen de adquisición estatal de libros para escuelas y bibliotecas, sin embargo nos enfrentamos hoy a la absurda situación de no poder encarar, por la coyuntura, la producción de ejemplares para atender esas compras", reseña el texto al que se suman los sellos Comiks Debris, Bambalí, Homo Sapiens, Periplo e Imaginador.

En este contexto, indica Rud, "el principal desafío es seguir publicando y que nuestro proyecto editorial siga en pie. Encontrar la forma, sin degradar la manufactura de nuestros libros y la calidad y diversidad de nuestros catálogos, de seguir editando novedades y reimpresiones".

La situación "requiere de medidas urgentes, pues las consecuencias son alarmantes: el deterioro del ecosistema del libro, que involucra a miles de autores, profesionales, organizaciones, empresas e industrias; y el empobrecimiento de la oferta cultural para las infancias, con menos variedad de libros, menos prácticas de lectura y menos desarrollo de las funciones cognitivas asociadas", dice el comunicado al que adhieren también los sellos Nazhira, Amauta, La Bohemia, Cuentahilos, TantaAgua y Luminias.

"Desproteger esta industria tiene consecuencias a largo plazo para la sociedad -refuerza Franco-. En la primera infancia el libro físico es fundamental para que los niños adquieran las destrezas de lectoescritura y el contacto con el código escrito que es muy diferente del lenguaje oral. Si falta el libro físico, si faltan las narraciones, la lectura en voz alta y el compartir los libros, se están desprotegiendo las capacidades de aprendizaje. Cuando nos rasgamos las vestiduras porque los chicos no saben leer o no entienden lo que leen, en cierta forma estamos siendo miopes".

"Es imperioso que se implementen políticas que nos permitan seguir produciendo en nuestro país todos esos libros que hacen que las editoriales de libros infantiles y juveniles de Argentina sean destacadas en el mundo por la variedad y la calidad de su propuesta", concluye la solicitud de editoriales como Ekeka, Lúdico, Lecturita, De la Terraza, Jacarandá, Mbeditora, Pez Menta y Tres en Línea.

Franco grafica que "todos los libros están en riesgo, Abecedario, una obra bastante icónica de nuestro sello, muy premiada y significativa, no pudimos reimprimirla durante casi un año, no sólo porque no tuviésemos los fondos para hacerlo sino porque no había el papel que necesitábamos para hacerlo, finalmente apareció una cantidad y la alcanzamos al vuelo y pudimos reimprimirlo pero si ese libro se agota durante este año no voy a tener los fondos para hacerlo".

Hay que entender el modo de comercialización y cómo es la estructura financiera del libro, postula, "es un negocio de alta inversión y baja rentabilidad, es decir, imprimimos de a 3.000 libros, o sea, hacemos una inversión para imprimir 3.000, y vendemos de a 1, a plazo, eso significa que en general estamos cobrando los libros que se vendieron hace tres meses, con listas de precios de hace tres meses, y esa arquitectura de reunir fondos para volver a imprimir es mucho más compleja sin precios claros ni una regulación que permita anticipar a qué precio vamos a poder imprimir y, por supuesto, en cuánto tiempo vamos a poder vender una tirada, dada la disminución de la capacidad adquisitiva de la población".

Con información de Télam