(Por Claudia Lorenzón) En su nueva obra, "Perrita country", la española Sara Mesa aborda el vínculo de una mujer con sus mascotas y el afecto que deriva de esa relación que lleva a poner la mirada en formas de convivencia que se salen del canon, en un libro caracterizado por la brevedad e ilustrado con delicadas imágenes del dibujante Pablo Almagro.
"No sé si ahora hay más amor hacia los animales, pero está claro que nuestra relación con ellos ha evolucionado, ya no se admite la crueldad, y el asunto de la posesión es también cuestionado", plantea la escritora.
La protagonista de esta historia vive con su gato y decide adoptar una perra a la que termina bautizando "Perrita Country", por los flecos que tiene en sus patas. Con ellos disfruta de una convivencia de afecto mutuo, en "un proceso de animalización" que le permite "observar también otras cosas sencillas que la rodean", dice la autora.
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En esa vida en común, la protagonista narra las circunstancias en que adoptó a la nueva mascota, la coexistencia con el gato llamado El Ujier, en un clima armónico en el que hasta los hace protagonistas de una obra de teatro.
Autora de tres libros de cuentos y seis novelas entre las que se destaca "Cuatro por cuatro", la autora, residente en Sevilla, en diálogo con Télam habla de la necesidad de desmontar ciertos prejuicios acerca de las personas que conviven con animales, o "el pensamiento binario" que supone el que elige vivir con mascotas, no desea estar acompañado por otras personas.
- Télam: ¿Este libro ilustrado y en un formato de relato breve, abre un nuevo camino en tu escritura, o se impuso por el propio peso de la historia?
- Sara Mesa: Me gustan mucho los cuentos o relatos breves y he escrito muchos; por otro lado, mis novelas no suelen ser muy largas. Así que ese formato, que está entre una cosa y la otra, me es muy atrayente. En cuanto al dibujo, es un arte que me fascina. Más de una vez he dicho que en realidad yo quería ser dibujante, no escritora, pero la vida no me dio ese don, así que necesito que otros lo hagan. Las ilustraciones de Pablo Almagro, que es un artista en toda regla, son bellísimas.
- T: ¿A raíz de qué surgió esta historia?
- S.M: De la experiencia personal, porque es cierto que tengo una perra y un gato muy parecidos a los protagonistas de la historia. Pero yo siempre necesito agregar una dosis de ficción a lo que hago, así que hay también mucho mundo inventado ahí. Es un libro que también va sobre la necesidad de mirar alrededor y hacia dentro, con calma. Un libro sobre la importancia de las cosas aparentemente tontas o incluso absurdas.
- T:¿A que te referís con cosas aparentemente tontas o absurdas?
- S.M: Me refiero al proceso de "animalización" (no en ningún sentido negativo) de la protagonista, que gracias a observar las cosas que hacen cada día sus animales, cómo se mueven, qué esperan, es decir, su cotidianeidad, comienza a observar también otras cosas sencillas que la rodean. Y es una especie de defensa de la inutilidad: en algún momento se dice que ella es torpe para las cuestiones prácticas de la vida, pero, a cambio, es capaz de dedicar horas y horas a cuidar de un helecho.
- T: La protagonista vive con un gato, decide adoptar una perra y tiene un amigo homosexual. Hay en este planteo algo de los ecos de las familias ensambladas, de los vínculos constituidos desde lo diferente?
- S.M: No es algo premeditado, surgió de manera natural, puesto que para mí es algo natural, no me parece que esté haciendo ningún elogio de lo diferente. Es la vida, en sus múltiples formas. A menudo, la supuesta normalidad es también una construcción artificial.
- T:¿Qué significa eso?
- S.M: Cuando mencionamos la diferencia (lo periférico, lo excéntrico) tendemos a olvidar que esta diferencia es a menudo estadísticamente mayor que la supuesta normalidad. ¿Lo "normal" es vivir con marido e hijos, y no como vive ella, sola y con animales? Bueno, sabemos que esto es una construcción social, es decir, artificial. Hoy día la gente vive de mil maneras diferentes y todavía nos empeñamos en considerar la salida de la norma como extraña.
- T:La mirada de los otros está presente cuando la protagonista dice que los demás la miran con lástima porque piensan que tiene animales porque no pudo tener hijos. ¿Hasta qué punto crees que en estos años los jóvenes han elegido más por vivir con mascotas en vez de vivir con otra persona?
- S.M:A mí me interesa desmontar el pensamiento binario: o eres esto o eres lo otro. ¿Por qué pensamos que mi protagonista no tiene o no ha tenido hijos? No es algo que yo diga explícitamente, ella tiene un pasado del que no se habla. Yo, que soy una mujer de mediana edad con animales, entro en el estereotipo de mujer que no tuvo hijos y se refugia en sus mascotas, pero no es así en absoluto, porque sí tengo un hijo, aunque es mayor y ya no vive conmigo, y no me refugio ni sustituyo nada, simplemente me gustan los animales. Hay muchos prejuicios sobre esto, tanto de un lado como de otro, para denigrar o para magnificar desde la superioridad moral, y nos empeñamos en hacer lecturas ideológicas cuando todo es mucho más sencillo. Las personas solas que viven con animales hacen exactamente lo mismo que las familias grandes que viven con animales: disfrutar de su compañía.
- T: La novela trabaja el tema del cariño de la mujer hacia sus mascotas. En este sentido, aparece la decisión de elegir, en el proceso de adopción, una perra que está enferma. Se juega algo de la entrega al otro, pero también de una mirada que en los últimos años se da en ese vínculo personas-mascotas, de mayor amorosidad, a diferencia de otras épocas. ¿Cómo creés que nos interpela eso como sociedad?
- S.M: No sé si ahora hay más amor hacia los animales, pero está claro que nuestra relación con ellos ha evolucionado, ya no se admite la crueldad, y el asunto de la posesión es también cuestionado. Las leyes sobre el derecho animal, por fortuna, están avanzando. Pero también creo que se trata de un movimiento más amplio: entender que no estamos solos en el mundo, que nuestra visión es relativa.
- T:La protagonista plantea una especie de embelesamiento, de admiración hacia los animales domésticos, como si escondieran un misterio. ¿Creés que hay personas que tienen una comunicación especial con los animales que pueden llegar a dimensiones que otras personas no?
- S.M: Algo hay. Creo que, al igual que otros rasgos humanos (por ejemplo, el sentido del humor), se tiene o no se tiene. Hay personas que tienen una sensibilidad especial hacia los animales, no sé si lo llamaría comunicación, pero desde luego sí una atracción, una necesidad de tenerlos cerca y observarlos que se manifiesta desde la infancia. Otras personas no tienen eso. Ni unas ni otras son mejores ni peores, pero, por eso mismo, no hay que ridiculizar ni despreciar nada.
- T:Otra cuestión que surge a partir de la temática que trabajás es el de los movimientos de defensa de los animales, veganos y vegetarianos, que se oponen a la matanza de animales para su consumo. ¿Qué opinión tenés al respecto?
- S.M: Este es otro asunto que aparece en el libro como un cuestionamiento del pensamiento binario. Si te gustan los animales, si amas por ejemplo a tu perro, es una contradicción que comas carne. Yo no sé si esto es una contradicción, tengo muchas dudas al respecto. Yo no soy vegetariana por motivos que no vienen al caso, pero estoy en contra de la crueldad contra los animales y respeto profundamente a quienes deciden no comer animales.
- T:El título "Perrita country" responde al universo que la protagonista crea a partir de la llegada de la perra?
- S.M: Es un título ambiguo, como casi todos los míos. Puede hacer alusión a un nuevo territorio, el de los animales, que en realidad nos es desconocido, pero también se refiere a algo mucho más concreto: la perrita protagonista tiene flecos en las patas, al modo country.
Con información de Télam