(Por Hernán Reyes Alcaide) El artista argentino Leandro Erlich (Buenos Aires, 1973), conocido por sus obras con juegos de percepción para desafiar al público, presenta por estos días en Milán una retrospectiva en la que confluyen sus trabajos más icónicos, aquellos en los que con distintos trucos ópticos apela a trastocar los límites entre ficción y realidad, invitando al espectador a que "complete" las obras y descubra su polisemia.
Subvertir la normalidad, trastocar ilusoriamente la ley de gravedad con un artilugio que confunda al ojo, pero también restituir la esencia de lo lúdico en la relación con el arte: la hoja de ruta de Erlich, el artista que desde hace unos años pasea su producción por el mundo sin dejar de impactar al público local -como con la performance de 2015 donde hizo "desaparecer" la punta del Obelisco o "Liminal", la convocante muestra que montó en el Malba- se asienta en esos puntos cardinales que se han transformado en su huella de autor.
Por estos días y hasta el 4 de octubre, el Palazzo Reale de Milán exhibe 18 de sus obras más icónicas en una amplia exposición monográfica titulada "Leandro Erlich. Oltre la soglia" (más allá del umbral), promovida por la Comuna de Milán. Allí confluyen casas aparentemente suspendidas en el aire, escaleras mecánicas entrelazadas como un plato de tallarines, ascensores que no llevan a ninguna parte y monumentales construcciones a las que el visitante se puede trepar visualmente, todas composiciones que desafían la percepción y juegan a introducir lo extraordinario en la realidad normalizada de cada espectador.
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Entre los trabajos expuestos se destacan creaciones ya clásicas del artista como "Bâtiment" (La Fachada), una obra de 2004 que adquiere particularidades propias en cada lugar en la que se emplaza para lograr el efecto óptico de personas "caminando" en vertical sobre el frente de un edificio; "Classroom" (El aula), en donde un típico salón escolar adquiere un aire fantasmal con el juego entre ausencias y presencias en medio de una luz "caraveggiesca"; y "La nube", de 2016, en la que atrapa uno de los mayores símbolos de lo, justamente, inalcanzable.
Por primera vez juntos en Europa, los trabajos expuestos en el Palazzo Reale de Milán con curaduría de Francesco Stocchi incluyen algunos que requieren "no solo la creatividad del artista sino también la del espectador cuando interpreta -según destaca Erlich en entrevista con Télam- para crear momentos de ilusión", en un contexto de selfies y fotos subidas a Instagram que permiten resignificar estas obras hechas incluso cuando no existían los smartphone. Un contexto que remite inevitablemente a las transformaciones generadas por el chatGPT y otras aplicaciones que les permiten a las máquinas replicar el proceso de creación. "Todo lo humano, todo lo sensible, ya puede ser codificado por la Inteligencia Artificial", dice el artista.
-Télam: En muchas de tus obras, lo cotidiano se reconvierte y se muestra lejos y de una forma distinta a lo que consideramos su "hábitat natural". ¿Piensa que el hecho de que sean objetos concretos y reconocibles fácilmente le da un plus a tu trabajo?
-Leandro Erlich: El tema de que sean espacios reconocibles es lo que permite al espectador poder entender o reconocer su rol o la narrativa e historia de la obra. Es a partir de la familiaridad que el público accede a participar. Supongo que esto de ser reconocible y este aspecto de hablar de lo cotidiano probablemente es lo que le da esto a la obra, que sea accesible independientemente del bagaje cultural.
-T: En "Bâtiment", por ejemplo, con ese guiño que recuerda a Escher y sus fachadas, lo interactivo aparece como un rol central con la presencia del espejo. ¿Sentís que es el público quien completa la obra?
-LE: Sí, sin dudas el público activa la obra y en cierta medida forma parte de ella. Tanto "Bâtiment" como otras obras como "La piscina" o "El aula" requieren del espectador para completarse. Solemos escuchar la idea de que un cuadro no existe si no hay quien lo mira. Eso es cierto, pero el cuadro también existe independientemente del espectador, ya está completo. En este caso, el cuadro, por así decirlo, se completa con la presencia del espectador. No sé si en todos los casos pero sí en todas aquellas en las que el espectador forma parte de la obra, en tanto hay otros que se ven a sí mismos y ven a otros dentro de la obra.
-T: Se perciben ciertos diálogos entre tus trabajos con el cine y la literatura, pero que no caen en un enfoque elitista. ¿Cómo balanceás esas referencias para que se vean pero no "empalaguen"?
-LE: Es parte de la naturaleza de mi obra, intereses, reflexiones e influencias que tienen que ver con el cine, con la arquitectura, la literatura y luego no hay receta. Las cosas surgen, hay obras que tienen un carácter más contemplativo, hay otras que son más reflexivas, algunas más lúdicas e interactivas como en el caso de "Bâtiment". No todas proponen lo mismo. Es todo parte de un imaginario que es el que he venido desarrollando.
-T: Una obra muy fotografiada es "La Nube". ¿Sentís que la nube queda como uno de los pocos elementos que el ser humano aún no puede capturar y encerrar, algo que es a la vez un símbolo de los sueños?
-LE: Es una obra en la que la participación no es activa sino algo más reflexivo, la contemplación. Y me interesa que las interpretaciones sean amplias: digo siempre que hay un carácter polisémico, es decir las cosas tienen muchos sentidos no uno solo y esos sentidos de alguna forma le corresponde al espectador encontrarlos. Son las asociaciones que cada uno hace y es lo que a mi me parece tan importante en el arte: no solo la creatividad es la del artista, sino también la del espectador cuando interpreta. Definitivamente hay elementos metafóricos, simbólicos, en cada una de las obras. Entonces, sí, encerrar una nube es claramente algo utópico, es un imposible, y al mismo tiempo está cargada de muchos sentidos.
-T: Las obras expuestas parecen necesitar de una relación con el público que requiere mayor participación, pero que también deja espacio a la selfie y a una mirada activa. ¿Se trata de que el público resignifique tu trabajo, que sea el visitante quien sitúe a Erlich?
-LE: Siempre el público, aún donde no haya una selfie, va a interpretar con su mirada, con su emoción, la obra. Y esto es esencial. Respecto al tema de la selfie y del rol que juega la tecnología hoy, no ha habido una planificación: muchas de mis obras hoy más fotografiadas fueron creadas cuando no existía ni siquiera el teléfono smartphone, no tenían cámaras y no se podían subir las fotos a ningún lado.
Cuando por ejemplo hice "La piscina" no había internet ni todo lo que hoy son vehículos de comunicación tan asentados y tan presentes en lo cotidiano. Se da el hecho de que la obra tenga la capacidad de articularse con lo cotidiano, en la forma en la que hoy vivimos, cuando ya no es más una anécdota el teléfono portátil sino que es algo con lo que convivimos. Y eso hace que si la obra tiene la capacidad de vehiculizarse en el marco de estas nuevas tecnologías, creo que se redimensiona y amplifica también su resonancia y su sentido en relación al tiempo en que vivimos. La más grande ambición de un artista, más allá del deseo de ser reconocido, es la idea de poder hacer una obra que tiene que ver con el tiempo en el que le toca vivir.
-T: El truco óptico está presente en tu retrospectiva. ¿Cómo analiza esta construcción suya de alguna forma "analógica" frente a la proliferación de la inteligencia artificial en la creación?
-LE: En lugar de hablar de truco óptico me gusta hablar de percepción. La percepción es algo inherente a todos nosotros desde que nacemos. Es a través de la percepción que conocemos el mundo, que le damos una interpretación a las cosas que nos ayuda a construir una idea de lo que la realidad es. Junto con la percepción está la incorporación del conocimiento abstracto, todo aquello que aprendemos en la escuela o inicialmente a través de nuestros padres. Conjuntamente entre la percepción y el conocimiento abstracto vamos entendiendo de qué va la cosa. Creo que la obra propone una reconexión con esa cosa primaria, la idea de poder acercarse a las cosas y entenderlas a través de nuestros sentidos y de codificarlas. Y el hecho de que justamente haya situaciones confusas o que engañan por un momento con un arte de ilusión momentáneo es una entrada a una historia, es el inicio de lo que cada obra propone.
Respecto de la IA y tantas otras cosas que son nuevas y están surgiendo, creo que plantean un desafío en relación a lo que nosotros percibimos y nos dan certezas o pautas de que las cosas son reales o no, de esto también hablar la obra, y me parece muy pertinente.
-T:¿Frente al auge de la IA, creés que el artista estará obligado a ponerle más "corazón" y humanidad a sus trabajos?
-LE: Probablemente el artista tenga que ponerle más corazón a las obras, pero es algo que no lo sé. Cuando hablamos de corazón y humanidad, son dos conceptos que estoy seguro que la IA ya puede manejar incluso. Todo es codificable, incluso el corazón, aquello que es sensible es codificable para la IA. Entonces, algo muy sensible , aparentemente muy humano, puede ser creado por la IA, no tengo dudas de eso. Frente a esto no creo que haya una fórmula o una manera: la misión del artista será seguir expresándose, seguir planteando su universo, y seguramente aparezcan en ese camino algunas puntas, reflexiones y respuestas al tema que surge hoy y aparenta tener un gran impacto en nuestras vidas. No hay forma de anticiparlo y creo que será en el mejor de los casos una herramienta más de las herramientas tecnológicas. Lo importante es volcar cada uno su quehacer para lograr que estas herramientas nos den cosas positivas y minimicen lo negativo.
Con información de Télam