Las "Clases de literatura rusa" de Iparraguirre: una narrativa que marcó la tradición rioplatense

24 de enero, 2024 | 09.06

(Por Carlos Aletto) En su libro "Clases de literatura rusa", la narradora y ensayista Sylvia Iparraguirre explora en la rica tradición literaria de Rusia leyendo las obras fundamentales de autores como Aleksandr Pushkin​, Nikolái Gogol, Fiódor Dostoievski, Leon Tolstói y Anton Chéjov, mientras contextualiza la dualidad de la sociedad rusa del siglo XIX, atrapada entre un zar temeroso y un pueblo campesino sometido.

El texto, publicado por Alfaguara, es el fruto de dos seminarios impartidos en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) durante los inviernos de 2014 y 2015. Comienza con una inmersión en la literatura rusa clásica, enfocándose especialmente en la figura de Aleksandr Pushkin. Las lecciones subsiguientes exploran la "genialidad mozartiana" de este autor, desentrañando las complejidades de su vida y obra. Más adelante se detiene en la obra de Nicolái Gógol, abordando la risa incomprendida del "extraño ucraniano" en lecciones detalladas.

Las clases siguientes desglosan la compleja visión de la sociedad y la espiritualidad de Fiódor Dostoievski, el "oscuro explorador del alma". Luego aparece León Tolstói como delicado cazador de osos y espejo de la Revolución, y finalmente la obra culmina con un análisis de la obra de Antón Chéjov que lo retrata como un "desconocido" que dejó una huella indeleble en la literatura rusa.

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La vida y obra de Iparraguirre, nacida en La Plata en 1947, están impregnadas de una profunda conexión con la provincia de Buenos Aires, un lazo que se refleja en sus relatos y novelas. Su trayectoria académica, con especialidad en sociolingüística y en la obra de Mijaíl Bajtín, se entrelaza con su compromiso con la literatura y la cultura argentina.

A través de sus experiencias y contribuciones a la resistencia cultural durante la dictadura militar, la narradora se convirtió en una figura clave en la escena literaria argentina. Entre sus obras se destacan "Probables lloviznas por la noche", "En el invierno de las ciudades", "La tierra del fuego" y "Antes que desaparezca".

En el prólogo de "Clases de literatura rusa", la escritora destaca que en la experiencia intrínseca de la lectura se debe disfrutar del valor narrativo, la trama y los personajes, así como apreciar la organización interna y la estructura. Por otro lado, subraya la importancia de situar la obra en su contexto, explorando elementos que van más allá de la narrativa, como la reflexión sobre la historia y la cultura.

-Télam: ¿Qué trabajo realizaste para adaptar los seminarios al formato libro?

-Sylvia Iparraguirre: Lo primero fue incorporar las respuestas a las preguntas de los asistentes al cuerpo del texto. Cuando doy clase estimulo mucho la participación, así que hubo cantidad de preguntas que nos llevaban de un tema a otro, mucha curiosidad por los autores y por la época. Eliminé las preguntas e incorporé las respuestas al cuerpo del texto. La otra parte, que me demandó bastante trabajo, fueron las citas. Mientras doy la clase cito a autores, pero de golpe no me acude la cita exacta, sino que, en el correr de la charla, doy una idea acerca de quién estoy citando, Después tuve que trabajar en la reposición exacta, textual, bibliográfica de cada autor. Hay una bibliografía al final del libro. Y, por último, traté de mantener el aire coloquial, el estilo oral de la clase.

-T.: ¿Cuál es el tema central que une a la literatura rusa con nuestra identidad?

-S. I.: No diría con nuestra identidad, algo tan difícil de definir, formada, en todo caso, en el cruce múltiple de los pueblos originarios más los inmigrantes de los diferentes países del mundo que llegaron al país, más la lengua, más todo. Creo que te referís a un cruce o paralelo que en una parte del libro hago entre las historias de la literatura de los dos países, países que se ignoraban plenamente uno al otro. Y este paralelo se da en el Romanticismo, en el principio de nuestra literatura.

Una enorme planicie, pampa o estepa, un escritor, en nuestro caso, Esteban Echeverría, que llega de Francia imbuido de la estética del momento y devoto de Byron, de igual modo que Alexandr Pushkin, siete años mayor que Echeverría, aparece en la escena de las letras rusas inventándolo todo. En Rusia no se escribía en ruso, tampoco lo hablaba la única clase letrada: la nobleza hablaba y escribía en francés, como en el patriciado argentino. La nobleza consideraba la lengua rusa vulgar y tosca, hablada por el noventa por ciento de los habitantes, campesinos siervos, esclavos rurales, analfabetos o semianalfabetos.

En la Argentina, Echeverría escribe "La cautiva" muy pegada al canon del momento, pero después escribe "El matadero", nuestro acta de nacimiento literario, volcándose al realismo, casi al naturalismo, utilizando las formas habladas del rioplatense en boca de los matarifes. Veníamos del Virreinato, la norma culta era el español hablado por españoles; los criollos "estropeaban" la lengua. Pushkin elige el ruso y escribe un poema "Ruslán y Ludmila" sobre un cuento popular; más tarde recogerá el habla del pueblo ruso y lo llevará a la cima de sus posibilidades poéticas y narrativas. Los dos sintieron que, en cada país, y en el espacio de su lengua y literatura, estaban en las vísperas, que estaba todo por hacerse.

-T.: ¿Cómo influyeron estos escritores en nuestra literatura?

-S. I.: Cuando di por primera vez estos seminarios, en 2014 y 2015, me sorprendió la cantidad de gente que se inscribió; tuvimos que pasarlo al auditorio. Cantidad de lectores y lectoras interesados por estos autores extraordinarios, los hayan leído en la adolescencia o ahora. Quiero creer que sucede los mismo con los escritores. A principios del siglo XX la editorial Claridad publicaba a los escritores rusos que se sobreponían a traducciones horribles; la editorial (socialistas, comunistas, anarquistas) quería ayudar a educar al inmigrante; era una noble misión. Y se difundieron. Arlt no se termina de entender sin Dostoievski, especialmente sin "El hombre del subsuelo". En un momento u otro creo que todos los escritores argentinos han pasado por una lectura de los rusos, como por la lectura de (Wlliam) Faulkner, de (James) Joyce, de (Herman) Melville o de Virginia Woolf. Una época los ha leído más que otras, pero siempre están. Para Joyce el más grande novelista era Tolstói.

-T.: ¿Cómo influyeron en tu escritura?

-S. I.: En mi escritura no podría decirlo, sí en mi modo de ver cómo se crea un personaje, cómo se cuenta una escena, cómo se pude hacer una descripción que no sea meramente decorativa, sino que vaya en la misma dirección que el texto, que signifique y amplíe lo que estoy contando. Es decir, en mi educación como escritora está mi biblioteca donde están los rusos junto a autores que publicaron el año pasado. Hablo de recursos literarios, de composición. En síntesis, lo que uno aprende, casi sin proponérselo, de sus maestros, de su biblioteca.

-T.: De los cinco escritores que hay en el libro, ¿cuál es el último que eliminarías si tuvieras que sacarlo de la lista? En resumen, ¿cuál es el más importante?

-S. I.: No podría sacar a ninguno, pero no por capricho o por preferencia, sino porque estos autores, como en toda literatura nacional, forman un sistema de afinidades, influencias y contraposiciones entre ellos mismos y entre sus obras que "arman" la literatura rusa; son autores que se leen entre sí, se citan. Pushkin "padre de la literatura rusa" crea un legado de lengua y literatura que toma Gógol y que luego Dostoievski quiere repetir, Tolstoi los lee a todos y Chejov es la síntesis y el despegue de sus maestros hacia el cambio de siglo. Todos juntos forman el "Renacimiento ruso" o "Siglo de oro" de las letras rusas. Crearon en un siglo la literatura rusa moderna completa; lo que le llevó a la literatura francesa o inglesa o española mil años, desde la Edad Media, los escritores rusos lo crean entre 1799, año del nacimiento de Pushkin y 1910, año de la Muerte de Tolstói.

Hay razones históricas para que sea así. Rusia fue un país sin Renacimiento, sin Revolución Industrial, sin burguesía y las condiciones en las que escribieron, acosados por la censura feroz del zarismo, le dan esta cualidad única. Pero fueron todos, con sus diferencias, pero con una cosa en mente: Rusia, sus habitantes, su destino. Y otra cosa: su excepcionalidad. ¿Qué quiero decir? Que todos comparten esta cualidad de excepcionales. Si sacás a Tolstói de Rusia y lo ponés en la Inglaterra del siglo XIX sería el más grande escritor inglés. Si ponés a Dostoievski en medio de la literatura de cualquier país en el XIX, pasaría lo mismo. Esta excepcionalidad de cada uno, de Chejov, que cambia el género cuento y el género teatro del siglo XX, me impide quitar uno de la lista sin que se borre el sentido general que tuvieron para la literatura rusa y universal.

-T.: A partir de la censura que por el tema del conflicto con Ucrania quiere imponer Occidente a Rusia a sus escritores, deportistas y artistas rusos, ¿cómo creés que influye la lectura de estos autores?

-S. I.: Sí, lo vi en una tenista rusa. Es absurdo, nefasto hacer esto con deportistas, escritores y artistas. ¿No se crearon las olimpíadas para que el deporte estuviera por encima de todo, por fuera de las contingencias y los enfrentamientos y fuera lugar de reunión, de unión en la competencia? ¿No se tomó eso de los griegos? Si esta gente leyera a Tolstói vería que tiene mucho que aprender, pero no nos engañemos: este tipo de gente que se repite en otros ámbitos, no lo lee. Tolstói, que creó el pacifismo del siglo XX, a quien escribía Gandhi por consejo y quien publicó en la India una carta que fue la base de la no violencia y determinante para su independencia de Inglaterra, se darían cuenta que la literatura tiene mucho para enseñarles. Para combatir la violencia ellos ejercen violencia.

Con información de Télam