Michel Nieva: "Me interesa cómo el capitalismo narra su mercancía a partir de la ciencia ficción"

14 de abril, 2023 | 17.22

(Por Dolores Pruneda Paz). En la novela “La infancia del mundo”, el escritor argentino Michel Nieva mira con ojos ciberpunk la crisis climática y disputa con la tradición literaria de la gauchesca dando forma a un relato sangriento y ominoso de ciencia ficción, protagonizado por un mutante niño, mitad mosquito transmisor del dengue, mitad humano, donde la pampa ranquel es ahora un caribe cosmopolita y la Antártida un conjunto de islas templadas que quedaron después de un deshielo fechado dentro de unos siglos en el futuro.

“Me interesaba explorar cómo un espacio central en la imaginación literaria y cultural de Argentina, la pampa y la Patagonia, se veía completamente violentado por el cambio climático, pensado a su vez como un residuo tóxico de la maquinaria capitalista, llamada antropoceno en geología, un fenómeno de la intervención humana, cuando en realidad es un sistema económico que enriquece a unos pocos y hace sufrir a la gran mayoría”, dice Nieva en su brevísimo paso por Buenos Aires desde Nueva York, donde está radicado desde 2019 con una beca educativa y literaria.

El libro que publica Anagrama tiene otras cuestiones singulares: una referencia constante a lo fétido y putrefacto; líquidos pegajosos que remiten a una instancia gestante, un caos que puede ser tanto principio como fin; niños criminales; infancias violentadas (todas las que aparecen en la historia); y la imaginación cartográfica como disparador de la escritura (Nieva diseña con ayuda de un ilustrador los mapas que muestran una Argentina donde el mar avanza hasta los Andes cubriendo la meseta patagónica).

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Año posterior al 2197, cuando se derritieron los últimos hielos antárticos. Siglo XXIII, temperaturas promedio de 90 grados para los pobres y de 40 para los ricos que viven en el archipiélago más austral del mundo en poder de los británicos desde que Argentina se lo entregó para que lo administren, ahogada por una deuda externa y una crisis económica histórica. Si bien esta distopía tiene al fin del mundo como recurso inevitable, cuenta el origen del mundo, lo que estaba antes de un capitalismo que devoró a los dioses antiguos.

“También me interesaba pensar al capitalismo como religión, todo lo que constituye la creencia en el dinero o la confianza en los mercados”, agrega Nieva (Buenos Aires, 1988), autor de otras ficciones ciberpunk como “¿Sueñan los gauchoides con ñandúes eléctricos?”, o de rarezas como “Los fragmentos”, libro en coautoría con Zara Benaventos Ceppi que aborda por primera vez en castellano y desde una perspectiva centrada en su valor poético el pensamiento del filósofo griego Heráclito, conocido como “el Oscuro”, hace 2.500 años.

El origen de “La infancia del mundo” se remonta mucho más allá de "El niño dengue”, cuento que el año pasado ganó el tradicional premio estadounidense de ficción corta O. Henry; nombre del, ¿la?, protagonista de la nueva novela de Nieva, uno de los 25 mejores narradores en español menores de 35 años del año 2021 según la revista británica Granta.

“Mi apuesta literaria es la fusión del futuro con el pasado para entender lógicas del presente”, dice sobre el relato que se remonta 10 años atrás, cuando intentó repetir el viaje que en los primeros días de abril de 1870 hizo el militar, periodista y político Lucio V. Mancilla (1831-1913) a lo que hoy es La Pampa y que publicó como notas sueltas en el diario Tribuna. En su caso, a dedo y en carpa.

Igual que el autor de “Una excursión a los indios ranqueles”, Nieva llegó a Victorica, capital del imperio ranquel donde el coronel Masilla acudió para refrendar un acuerdo de paz con el cacique Panguitruz Guor (“zorro cazador de pumas”), al que llamaban Mariano Rosas por el nombre que le había dado su captor, Juan Manuel de Rosas.

“Ahí están desde 1990 los restos restituidos de Rosas, durante la Conquista del Desierto profanaron su tumba y se llevaron el cráneo al Museo de Ciencias Naturales”, dice quien primero escribió el diario que después fue un videojuego -Cristianos vs indios-, que regresa en la novela, y después el cuento que escribió para “una revista gringa” en plena ola de calor, por lo que se le ocurrió “politizar la cuestión climática”.

“Me pareció que ese espacio en el que el cuento transcurría, que eran solo cinco páginas, demandaba más historias y un poco de imaginar ese mundo se fue construyendo la novela”, asegura, donde no existe nieve ni frío, los paquetes turísticos más caros del globo ofrecen simuladores de hielo y la especulación financiera sobre virus capaces de producir pandemias, como el dengue, está en alza y lleva el nombre de ‘virofinanzas’.

-Télam: Las infancias que protagonizan la novela parecen sistemáticamente violentadas y violentando a otros sistemáticamente, ¿por qué?

-Michael Nieva: Me interesaba el cruce entre un tiempo en el que parece que el futuro no existe con una etapa de la vida que es puro futuro porque no hay pasado, la infancia es siempre hacia adelante, el momento en que alguien sueña que de grande va a ser tal cosa. En esa transfiguración violenta entre miradas muy ingenuas y un tiempo completamente devastado aparecen los personajes más truculentos, que además tienen una completa desconexión con los adultos, creo que porque la infancia es una de las edades más solipsistas y que por eso transcurre en un mundo inaccesible para los adultos.

-T: Esa supuesta desconexión que decís se pone en cuestión cuando aparece el videojuego, dando cuenta de cómo esas infancias violentadas están completamente o muy signadas por otros tutores, por ejemplo los diseñadores de esos videojuegos. No es que falte un enlace, sino que el enlace es nefasto.

-M.N: En esa exploración del mundo infantil me encontré con el videojuego como experiencia central de subjetivación de las infancias actuales. Como por ahí en otra época fueron los libros o las películas, hoy en día la mayoría de los niños pasan más tiempo en un videojuego que en contacto con sus familias o con otros estímulos. Me interesaba cómo un género que es más realista, como la novela de iniciación, aparecía atravesado por la distorsión de una realidad virtual. Ahí hay una exploración de cómo son las etapas de iniciación en una realidad virtual.

-T: A lo largo de todo el libro los niños matan para ganar, están matando en pantallas y viviendo para matar porque el juego es adictivo.

-M.N: Me gustaba la cuestión de cómo el capitalismo puede convertir todo en un dígito, como que todo es un juego en el que se gana puntos, y como que los niños hacen lo mismo que los adultos, en el sentido de que es violencia y ganar puntos. En la Bolsa de Valores pasa lo mismo: hay una catástrofe planetaria y eso se convierte en acciones y en especulación financiera. Un tema que atraviesa mi literatura es si hay un límite en el capitalismo para convertir un acontecimiento en mercancía, especialmente un tipo de acontecimiento catastrófico que incluso va a terminar con la humanidad como especie.

-T: Si eso es una búsqueda, este libro ensaya sus respuestas.

-M.N: Hay una frase famosa que dice que es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo y en la novela yo imagino proyectos capitalistas del porvenir cuando ya no exista más el mundo, un poco lo que venden los gurúes de Silicon Valley con sus proyectos espaciales de visitar otros planetas. Ahí me interesa cómo el capitalismo narra y sintetiza su mercancía a partir del lenguaje de la ciencia ficción y cómo quien escribe en ese género se encuentra en la responsabilidad de participar de esa estetización o tomarla de una manera más crítica.

-T: La novela redefine nociones de tiempo y espacio y se pelea con “El Aleph de Borges”, cuando plantea mediante las ‘piedras telepáticas’ que aparecen bajo los pozos petroleros lo multidimensional y simultáneo en movimiento constante.

-M.V: Una pregunta de este libro es cómo se pueden narrar temporalidades no humanas cuando la estructura misma de la novela es el tiempo humano: el tiempo de la familia, el tiempo del yo. Y en la búsqueda de cómo narrar desde lo infinitamente pequeño, un virus, a lo infinitamente grande, que es la historia de planeta, hay la apuesta de introducir artefactos literarios no narrativos capaces de dar cuenta de esas temporalidades, como mapas, dibujo que pueden ser de museos de ciencias naturales, puntuaciones de videojuegos.

Respecto a los espacios, uno de los temas de la novela es si el capitalismo contará con la capacidad técnica de replicar el mundo en otro planeta. Si un ecosistema está vivo porque es un ambiente único donde viven personas o porque le da vida el capital al convertirlo en algo plausible de ser ganancia. Si una empresa interplanetaria lograra replicar el planeta fuera del planeta, ¿sería lo mismo, o sería como los pueblos originarios plantean: que cada lugar es único e irrepetible?

Con información de Télam

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