La Enerc, la escuela de cine dependiente del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA), lanzó la carrera de "Animación y Nuevas Tecnologías" en el marco del Festival Internacional de Mar del Plata. El Destape dialogó en exclusiva con el prestigioso cineasta Luis Puenzo, que actualmente ejerce funciones públicas como presidente del INCAA. Reflexiones sobre la etapa analógica del cine y nuevas líneas de creación tecnológicas, como formas de nutrir la producción de largometrajes de animación nacionales.
- ¿Cuál fue tu primer acercamiento como espectador al cine de animación?
Cuando era muy chiquito, a los 7 años aproximadamente, ya me había hecho un fanático del cine. En esa época había funciones de 3 películas al hilo, desde las 14 a las 20 horas. Cuando todos mis compañeritos decía que querían ser bomberos, yo decía que quería hacer cine. Entre esas películas había animaciones, y no solo de Disney. Teníamos animación argentina, Patoruzú y las historias de García Ferre.
- ¿Recordás la primera animación que te conmovió?
Lloré mucho y varios días seguidos con Bambi. Dicen que Walt Disney se inspiró en el bosque de Arrayanes (Neuquén) para hacer los escenarios de la película. Era la historia de una mamá cierva y un cervatillo que termina de forma muy trágica. Muchas de las películas de Disney pensadas para chicos eran durísimas, lo que se dice “para llorar”.
Cuando entré al INCAA como funcionario, primera vez en mi vida que tenía una función pública, y empezamos a revisar el estado de las cosas encontramo que la animación estaba muy postergada en el Instituto y en la Enerc. Entre las materias que se enseñan, que van del guión a la dirección, la animación no tenía lugar –o mejor dicho, tenía muy poco espacio-. Entonces, primero, creamos una subgerencia de animación y después empezamos a pensar que era posible el desafío de generar una carrera específica. A medida que se fue formando el proyecto, se llamó “Animación y nuevas tecnologías”, porque todas las películas que no son de animación (ficción) thacen uso de las tecnologías digitales.
- Te escuché decir que aprendés mucho de los videojuegos que juegan tus nietos, ¿jugaste a alguno?
Sí, claro. Soy malo con los nombres pero me empecé a acercar a ellos porque, en un momento, caí en la cuenta de que no eran considerados parte de lo audiovisual. Y yo sí creo que lo son, aunque no lo quieran reconocer algunos. De hecho, el audiovisual ha aprendido a contar historias a través de los formatos que tienen los videojuegos.
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- ¿Ni siquiera te acordás de qué trataban dichos videojuegos?
Empecé con algunos que ya son una antigüedad, como Lara Croft.
- Tomb Raider, son espectaculares esas historias.
Ahora juego a algunos más sofisticados que construyen un relato, a medida que vas corriendo metido en un personaje. Llego a casa de mis hijos, me siento con mis nietos y ellos me enseñan. Agarro el joystick y me parece fascinante. Quiero destacar que en Ventana Sur inventamos una sección que se llama “La maquinitas”, que es el nombre de los establecimientos que tenían las famosas maquinitas en las que se jugaba a estos videojuegos.
- Los famosos Sacoa
Claro. Y la cantidad de proyectos de toda Latinoamérica que se presentaron para concursar este año fue asombrosa. Hay mucha gente joven trabajando en videojuegos y merece mis respetos.