En 1968 el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata –entonces en su edición IX- fue el escenario de una película de espías por fuera de la pantalla grande. En plena Guerra Fría, la dictadura de Onganía organizó el Festival como una manera de mostrar una imagen de apertura hacia el mundo, mientras continuaban en el país la represión y la censura. Detrás de la cruda vigilancia dictatorial, se escondía la existencia de una sociedad cultural de resistencia. De eso habla Danubio, notable ópera prima de Agustina Pérez Rial. En diálogo con El Destape la cineasta ahondó en los procesos que la llevaron a cruzarse con esta historia real de terror en La Feliz.
- ¿Cómo te topaste con esta historia?
La guionista Paulina Bettendorff me compartió un legajo sobre la fiesta de la Sociedad Danubio con el propósito de que hagamos un ensayo académico. Las dos ya habíamos compartido la Maestría de Análisis del discurso y la escritura del libro Tránsitos de la mirada: mujeres que hacen cine (2014) y veníamos con ganas de hacer algo juntas. La verdad que cuando leí este material me pareció increíble para hacer una peli.
A partir de ahí empezamos a ensayar algunas formas de hacer la película. Habiendo reunido más de 300 hojas de materiales sobre la vigilancia en los Festivales Internacionales de Cine de Mar del Plata desde el ’59 hasta el ’70, cuando el festival se interrumpió. Buscamos en esos materiales desclasificados los lugares y personas que aparecían mencionados. Con todos esos informes armamos un mapa de cartografía de Mar del Plata y vinimos a filmar, para descubrir si habían quedado huellas de esa persecución.
- ¿Las encontraste?
Sí. Algo de eso dejé plasmado en el cortometraje Los arcontes, que codirigí con Natalia Labaké. Siento que en el Hotel Provincial, en el Hermitage y en ciertos cines como el Auditorium se respira algo de todo ese aire opresivo, de fascismo y vigilancia, que respira esta ciudad en la que se desarrolla Danubio. Hay algo que no te dije y es que yo soy de tercera generación de marplatenses. Me fui a vivir a Buenos Aires joven, a los 9 años, y algo que me pasa es que para mí Mar del Plata siempre tuvo un lado B facho y opuesto a los dos o tres meses de colores y verano que marcan la temporada.
- Hasta el momento en qué llegás a los legajos, ¿no te llegó siquiera un rumor de ciudad, algo sobre esta trama de terror en La Feliz?
Hasta que no se desclasificaron los materiales nadie supo demasiado. Este (Danubio) fue un proyecto que sorprendió a muchas personas: Martínez Suárez (José) estaba muy entusiasmado con el trabajo que hacíamos. Se sabía que Onganía vigilaba la cultura pero que la paranoia anticomunista hubiese llegado a las películas checas o polacas que venían del otro lado de la cortina de hierro era algo casi hilarante.
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- Con Danubio defendés la idea de que todo cine es político, ¿tenés alguna reflexión al respecto?
Muchas. El Festival nació a partir de la voluntad política de Perón, y también se interrumpió durante 25 años como un acto político y dictatorial. Creo que los ’60 fueron muy fuertes para pensar la política en el cine, se me ocurren títulos emblema como La hora de los hornos. Me gustaría pensar que Danubio tiene, entre sus padres, películas como esas.
- ¿Tuviste palos en la rueda a la hora de conseguir el material de archivo?
Las dificultades para conseguir material de archivo en un país como Argentina son muchísimas porque no tenemos una cinemateca. Tenemos algunos espacios que gestionan pedacitos de la cultura argentina: la AGN (Archivo General de la Nación), el Museo del Cine y no tenemos una cinemateca. Yo tuve mucha suerte para lograr, después de mucho trabajo, tres mil negativos, tantas horas de archivo, voces de época y documentos realmente raros, que están en manos privadas. Es un peligro para la Memoria cultural del país no contar con una cinemateca.
- Me quedé pensando en tus orígenes. ¿Volvés a menudo a Mar del Plata?, ¿sentís que aún queda algo del resabio facho que te llevó a alejarte?
No volví durante toda la pandemia a Mar del Plata. Siento que hay algo inmutable aquí, como si fuese una gran maqueta. Ni hablar del avance de la derecha y del macrismo, que no me sorprende en lo más mínimo pero obviamente me pone triste.
- Destino turístico obrero con una raíz gorila.
Mar del Plata es una ciudad ligada al turismo popular a regañadientes. La ciudad se funda para los aristócratas. Recién con el peronismo empezaron a haber hoteles sindicales y a profundizarse la llegada de obreros a las playas. Y eso al marplatense le jode. Por un lado odian a los que vienen de afuera pero, en la contracara, los necesitan para vivir.