(Por Josefina Marcuzzi) - Una de las invitadas internacionales de la Feria de Editores (FED) es la escritora y editora mexicana Jazmina Barrera, voz joven que despliega en sus libros, con sensibilidad, frescura y sin estructuras los distintos temas que la obsesionan y motivan colecciones, desde faros de todo el mundo, notas de maternidad o puntos de bordado. "Mis libros son raros, no entran en las reglas canónicas de los géneros", dice la autora.
Hay una línea que parece subterránea e indefinible que conecta la obra literaria de esta autora mexicana, tan particular como difícil de definir. Sus libros tienen repeticiones, cadencia y cierta musicalidad: tienen, como una canción, un ritmo. Jazmina Barrera se posiciona entre las voces jóvenes más influyentes de América Latina, y tiene con qué: sus colecciones.
Es portadora de una personalidad "medio obsesiva", dice. Le gustan las colecciones porque cree que allí hay un diálogo entre lo individual y lo colectivo que enriquece lo propio. Las obsesiones, considera, hablan de nuestra estética, nuestro gusto y el origen de ciertas pasiones. En definitiva: nuestras colecciones visibilizan algo de nuestro deseo.
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Jazmina Barrera estudió la Maestría de Escritura Creativa en Español en NYU y es autora de Cuaderno de Faros (Alto Pogo), Línea Nigra (Almadía) y Punto de Cruz (Almadía); además, es editora y socia fundadora de Ediciones Antílope, uno de los sellos internacionales que forma parte de la FED.
La autora viene de un hogar en donde las colecciones formaron parte constitutiva de la raíz familiar: su padre es museógrafo y su madre es pintora. Quizás por eso le interesan las colecciones de las cosas más relevantes, como el arte, hasta de pequeños chunches, dice: tiene en su casa una colección de gatitos de plástico.
En una operación literaria notablemente creativa y compleja, Barrera recolecta todos los faros que la obsesionaron y construye con ellos una obra que habla de la tristeza, de vínculos familiares y de cómo volver al mar es siempre una posible solución a los problemas y un reencuentro con la voz propia.
La "Línea Nigra" es una línea oscura y vertical que aparece en la panza cerca del segundo trimestre de embarazo. En este título, Barrera retoma todas las notas que realizó en el celular durante la gestación, el parto y la lactancia de su hijo Silvestre para armar, como una serie de piezas de un rompecabezas inabarcable, un texto descarnado e impiadoso sobre los avatares de la maternidad.
Y hay más: este libro dialoga con "Literatura infantil", la novedad de Anagrama de Alejandro Zambra, porque ambos son los padres de Silvestre y reconstruyen, de manera autónoma pero no independiente, la experiencia compartida de la crianza. Y la experiencia compartida de la creación.
Barrera, a quienes los lectores pueden encontrar en el stand de Antílope de la FED, deja un rato su tarea para conversar con Télam sobre los libros, la literatura, la maternidad y el feminismo. En la dedicatoria de mi ejemplar de Línea Nigra, pregunta: ¿te puedo hacer un dibujo algo porno?. No hay solemnidad en sus libros, y tampoco en ella.
Télam: Con Alejandro trabajaron, cada uno en sus libros, la maternidad y la paternidad. ¿Hay vasos comunicantes entre ustedes en la manera de experimentar el rol? ¿Vos también tuviste la necesidad de dejar en suspenso la escritura durante un tiempo cuando tuviste a tu hijo?
Jazmina Barrera.: "Línea Nigra" fue escrito muy durante el período embarazo, parto y lactancia. Fue un diario de todo eso por un momento. Quería que conservara esa sensación de inmediatez, entonces, aunque lo trabajé después, partió de esas notas. Yo no dejé de escribir. En ese momento tenía que escribir otro libro, pero no podía: sentía que toda mi cabeza y mi cuerpo estaban absolutamente comprometidos en el acto de crear una vida. Yo sé que Alejandro empezó a escribir también en esa época, pero pues las ideas toman un tiempo distinto en madurar en la cabeza de una persona y de otra. Pero claro que hay mucho en ambos libros de un diálogo permanente que tenemos alrededor de la crianza, porque para los dos la crianza ha sido un acto absolutamente creativo. Criar nos ha despertado una curiosidad y un interés sensible e intelectual como pocas cosas en la vida. Eso todo el tiempo lo estamos externando y dialogando, y mucho de lo que sale de esas pláticas va a nuestros libros, inevitablemente. Es muy rico compartir esos procesos, tanto de crianza como de creación.
T: La relación entre la maternidad y la profesión, ¿fue como te la imaginabas antes de tener a tu hijo?
J.B.: Fue mucho demandante de lo que jamás me imaginé, sobre todo en los primeros meses. Yo tenía la expectativa de poder delegar un poco más las tareas de crianza, pero me resultaba físicamente imposible. Nunca imaginé estar amamantando 8 horas diario. Hay cursos para el parto que duran meses... y el parto dura un día. Amamanté un año y ocho meses y esa fue una experiencia brutal. Increíble, maravillosa, extrañísima y agotadora. A partir de los tres años pude dividir la crianza 50% con Alejandro sin problema: la mamitis se suavizó. Y sentí, por fin, que llegaba a esa utopía feminista.
T: En "Línea Negra" hay muchas referencias a la relación entre el embarazo y la naturaleza: eclipses, temblores, sensaciones animales. En "Cuaderno de Faros" también hay un vínculo con lo natural, lo geográfico, el mar. ¿Hay una conexión en esos abordajes, habla esto de cómo habitás vos el mundo?
J.B.: Mucho de lo más maravilloso de estar en el mundo tiene que ver con conectar con lo no humano, con los paisajes, los elementos naturales, los ecosistemas, los animales. Muchas veces los humanos nos enfrascamos, nos miramos el ombligo, y salir de nosotros ayuda muchísimo. Para entender la maternidad a mí me resultó muy interesante compararla con la maternidad de otros seres, los procesos de gestación de otros animales, entenderla desde la biología. En Cuaderno de Faros, que es un libro que escribí medio deprimida, el paisaje y el mar me proporcionaba un enorme consuelo. Sentirme pequeña ante esa inmensidad, mis problemas se disolvían un poco ante eso. Y a la vez la belleza. Ahora ese libro me resulta tristísimo.
T: En "Línea Nigra" hay referencias a las experiencias de maternidad en la fotografía, la literatura, la pintura: Mary Shelley, Frida Kahlo, Virginia Woolf, Alice Munro. ¿Por qué la maternidad es un tema tan universal, que se expresa de tantos modos en el arte?
J.B: Yo empecé a escribir este libro hace seis años. Parece poco tiempo, pero creo que muchas cosas han cambiado en el mundo de la maternidad y la literatura, porque en esa época me costaba mucho encontrar referencias, sobre todo en español. Estaban cuando una rascaba, pero mucho menos evidentes y abundantes, el tema incluso estaba puesto de manera lateral. Creo que el feminismo ha cambiado muchas cosas, hoy las escritoras nos permitimos mucho más escribir de esto porque hay una demanda clara, un mercado que lo propicia y una industria que le ha puesto más atención. Pero en ese momento era frustrante. Yo pensaba, bueno... todos venimos del cuerpo de alguien más. Y de ese fenómeno biológico, emocional, psicológico y cultural hay mucho menos escrito que de otros fenómenos como la enfermedad, el amor, la guerra, la muerte. Que están igual de presentes y son igual de poderosos. Entonces me armé este archivo de referencias que me acompañaron durante ese proceso, le otorgaron sentido a la experiencia. Y lo que quise fue compartir esos hallazgos para acompañar a alguien más. Mucha gente me decía: "me gustó el libro, y eso que no soy madre". Pero cuando leemos un libro de un hombre que trata la guerra, no le decimos "me gustó el libro, y eso que no fui a la guerra". Creo que todos seguimos pensando que la maternidad es un tema de las madres, pero todos venimos del cuerpo de alguien más.
T: Este es un libro ficcionalizado pero hay muchos momentos de reflexiones, pensamientos, tono de ensayo. ¿Hubo una decisión de fluir entre géneros, no trabajarlo en una estructura más rígida?
J.B.: Cuando yo era niña iba a una escuela en donde nos pedían que escribiéramos textos libres. Era un método que se llama Freinet. Todavía conservo el primer texto que escribí a los cinco años, que se imprimió. Lo que siento es que sigo escribiendo textos libres, no aprendí las reglas canónicas de los géneros. Y no me funcionan. Tengo una idea en mente, hay algo de lo que quiero escribir, y me hago de herramientas que se asocian a la ficción, a veces al ensayo, a veces a la poesía. Me permito tomar lo que me sirve de ahí para hablar de lo que necesito hablar, encontrar la forma que creo que el texto necesita. Esos libros pues son raros. Me gusta inventar mis propias reglas.
Con información de Télam