(Por Josefina Marcuzzi) En el reciente ensayo Evita frente al espejo, el compilador Marcelo Marino junto a otros investigadores de la historia del arte plantea una lectura novedosa del rol de Eva Perón desde el análisis de la vestimenta, la forma de habitar los diseños y el impacto político-social que tuvo su impronta de modelo en su construcción como dirigente política, en un libro que además compila imágenes históricas nunca vistas de su vestuario a lo largo de los años.
Hay un mito popular que sostiene que el reconocido diseñador Christian Dior dijo, alguna vez: la única reina que vestí fue Evita. Según los especialistas que pensaron y crearon Evita frente al espejo, no hay evidencia para sostener tal cosa. No hay revista ni diario de archivo que funcione como prueba para argumentarlo.
Sin embargo, esta idea se cimentó socialmente y se expandió como un mito popular, que adquiere además diferentes lecturas, muchas veces opuestas: por un lado, una Evita ostentosa que se ocupaba de despilfarrar en joyas y en prendas lujosas. Por otro lado, la Evita abanderada de los humildes. Reina o plebeya, el tironeo simbólico del cuerpo y de la imagen de Eva todavía persiste.
Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.
En "Evita frente al espejo" (Ampersand), Marcelo Marino, que es docente, historiador del arte y especialista en patrimonio, realiza una operación para despegar a Eva de esta mirada mítica, devolverle el carácter carnal que tuvo y despojarla de todo lo prohibitivo que hubo y hay sobre ella. Los peronistas le dan el cuerpo de una santa y los antiperonistas, el cuerpo de una prostituta, dirá el autor para graficar los corsets históricos desde donde se la mira.
Ya no se trata, entonces, de ejercer una mirada obturada sobre un cuerpo mal vestido o bien vestido. Bajo el manto inevitable de la batalla eterna entre peronistas y gorilas, el desafío es mirar a Eva Perón como una protagonista de la historia y de la teoría de la moda, que por su rol no deja, naturalmente, de estar politizada. El cuerpo, la ropa y el mensaje, un posicionamiento político.
Eva Perón fue vestida por los diseñadores más reconocidos de la historia de la moda europea. Recorrió el mundo con vestidos icónicos, inolvidables. Pero no fue tan sólo una modelo. Y así como la moda europea le dio mucho a ella, ella fue fundamental en el desarrollo de estas marcas. Para desandar esa camino, Télam conversó con el investigador y compilador del libro, Marcelo Marino.
-Télam: Vos planteás desmantelar o matizar los supuestos que hay dentro del discurso anti Evita de que no sabía vestirse, que era vulgar y que no tenía modales. ¿Qué claves hay que desmuestren que esta idea es falaz?
-Marcelo Marino: Este es un tópico repetido por antiperonistas y por peronistas, también, la idea de que Eva no manejaba ciertos códigos debido a su origen. Me parece interesante volver a las fechas, especialmente a los años en que Eva surge, entre el 44 y el 47, que son claves para la forja del personaje público y político, y al mismo tiempo es la bisagra con su actividad previa como actriz y modelo. Es, a su vez, un momento clave, fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando vemos un nuevo orden en la moda. En ese contexto, si uno mira cómo se viste Eva en sus primeras apariciones, ve que se está vistiendo con los dictámenes del momento: no hay un deslizamiento hacia el error en su guardarropa. En las primeras fotos que hay ya casada con Perón, se puede ver una etapa de aprendizaje de la postura oficial que ella debe tener, y que se acorta completamente en el viaje a Europa. Ese viaje es como una novela de aprendizaje. Pero en todo este proceso Eva no hace nada que no sea aprender los códigos y ponerlos en práctica.
El código de la moda cae muchas veces en la extravagancia. Eva se puso un tapado de piel en España cuando era verano. Pero hay una manera se trata de mirar desde otro lado. Si se lo puso es porque lo podía hacer, y porque lo quería hacer: y ahí entra el deseo también. Ella se estaba jugando una carrera política, una presencia política en la construcción de su apariencia, que ninguna otra mujer, primera dama o mujer de la oligarquía porteña había ocupado. En ese contexto, ¿quién está habilitado a decir si Eva se vestía bien o se vestía mal? La pregunta no tiene sentido. Estaba provocando como provoca la moda. Camina por la línea de la provocación y de la extravagancia. Eva es tremendamente moderna. De vanguardia.
-T: En el capítulo de los diseñadores se plantea cuánto le dieron los diseñadores franceses e italianos a Eva, pero destacás también cuánto ella le dio a la alta costura europea y el modo en que ella habitaba los vestidos. Me gustaría profundizar en este punto.
-M.M: Esa es la idea transversal del libro. Ella viajó a Europa cinco meses después del comienzo del new look. La estructura de la casa de moda de Dior estaba armada, pero lo que Dior estaba haciendo era novedoso y era la gran apuesta del gobierno francés. Cuando viajó Eva, el new look necesitaba promoción. Rochas, Dior y Faith iban a la suite a verla y luego le mandaban todos los vestidos. Eso significa algo. Y luego en el libro están las memorias de Suzanne Luling, amiga íntima de Dior y encargada de las clientas. Ella cuenta las estrategias que desarrollaban para captar clientas y de los favores que hacían: cuando las clientas eran muy importantes, iban a buscarlas.
¿Hay algún documento que pruebe de que Dior estaba loco por tenerla como clienta? No, pero hay que saber leer la historia de la moda, entender el momento, el contexto. Las mujeres que vestían estos diseñadores eran bellas, compañeras de sus maridos, iban al teatro. Quizás lo más disruptivo de Eva y lo más sorpresivo para los diseñadores es cómo ella toma estos vestidos que fueron hechos para ciertos espacios, ciertos públicos y cierta codificación, y lo transforma en trajes de batalla. No hay fotos en que ella se entregue completamente al vestido y a esta retórica de ay, estoy vistiendo un Dior. Y por eso apelo a ver las imágenes. En ese lugar reside su potencia.
Ella, con su agenda, vacía el vestido de la retórica de la banalidad. Si uno presta atención a la mayoría de las fotos que le tomaron a Eva, ella está con gestos raros, haciendo caras, no logra posar. Pero lo que se ve en los libros de Eva son dos o tres en las que salió sonriente. Y esto tiene una intencionalidad. Ella era modelo y actriz, sabía cómo posar, y decidía no hacerlo. Y en esa postura se revela esto: Eva usó esa ropa como jamás los diseñadores pensaron que podía ser usada. La idea del peronismo combativo Eva la combatió también con el cuerpo. Combatió a la oligarquía con su cuerpo y el testimonio de eso es su muerte. Y su ropa.
-T: Hay un capítulo del libro que aborda la idea de los descamisados como identidad política peronista pero también como identidad política de la patria. ¿Podemos profundizar sobre esta línea?
-M.M: La idea del descamisado ha sido tratado como un concepto político, muy pocas veces articulado como una metáfora propia de la teoría de la moda. El cuerpo semi-vestido es más subversivo que el cuerpo desnudo. Una instancia al medio, más molesta que los extremos. Una teoría política del dirigente con el seguidor, condensada en esta idea del descamisado. ¿Y por qué tiene lugar en un libro sobre Eva? Porque la palabra descamisado era fundamental en la boca de Eva. Con la autora de este capítulo, Daniela Lucena, quisimos darle sentido a la idea de los descamisados desde el discurso político, pero también desde una Eva que tracciona a las mujeres. Lucena desmantela también esta idea de que Eva no hizo cosas por las mujeres, que no era feminista. Eva estaba atravesada por ciertos modelos de género, y esa Eva en ese momento jamás podría haber sido pro-aborto. Pero sí pudo proveer a mujeres de máquina de coser. Y esa máquina de coser no tiene nada que ver con feminismo o no feminismo, sino que la máquina de coser le proveía acceso al dinero propio. Medios de producción para la independencia. Esas cosas me interesan, porque son las cosas que vivió como niña, como adolescente, como adulta mientras se hacía un lugar en Buenos Aires. Todo eso se condensa en la idea de descamisados. Y su provocación fue esa, darles lugar a esos descamisados. Se trata de una metáfora de una práctica del vestir que toma cuerpo en un discurso político.
-T: ¿Considerás que se puede pensar en otra mujer, argentina o del extranjero, que pueda tener la misma relevancia en términos de moda y de política que Evita?
-M.M.: Creo que las comparaciones quedan raras. Podría pensar en Michelle Obama Y si pensamos en Cristina Fernández, podemos ver algo que se repite con ella y con todas las mujeres que acceden a la política. La crítica es a través de la moda, el cuerpo, la cara, lo que se compró o no se compró. Que tiene que ver, de nuevo, con el cuerpo de la mujer, que es el receptáculo del odio. Y del deseo, porque si Cristina se compró una Louis Vuitton, ¿por qué no se la va a poder comprar? ¿Y por qué no la va a poder usar? ¿Y por qué en lugar de atacar el discurso político se ataca el discurso político a través de una cartera? Ahí es cuando uno dice: claro, la moda es importante. El discurso de Eva no era el de la moda y el de Cristina tampoco, era contra la oligarquía. El nivel de encarnizamiento y escándalo que hay en Argentina en ese sentido es único y difícil de encontrar en otros países del mundo. Yo auguro que en algún momento de la historia política argentina, a las mujeres políticas, sean del partido que sean, no se las critique, obstaculice o juzgue por su cuerpo o por lo que deciden ponerse. Es del lado de la utopía, claro, pero si lecturas como este libro hacen pensar en esto, entonces ya es un comienzo.
Con información de Télam