(Por Marina Sepúlveda).- Rostros y miradas atentas, curiosas, complicidades del que se sabe cercano, son imágenes que dejan las dos jornadas del ciclo "Los patrimonios son políticos" que transcurrió en Santiago del Estero este jueves y viernes: un lugar de encuentro entre teleras, tejedoras y cesteras de varias provincias del norte junto a escritores, historiadores y activistas que compartieron estrategias ante las crisis ambientales y plantearon contradicciones en torno a las políticas de Patrimonio que instan a preservar objetos de comunidades indígenas al mismo tiempo que son violentadas y expulsadas de su territorialidad.
Centrado en el tejido del telar bajo el nombre de "Textiles, vidas, tramas", este tercer encuentro del ciclo "Los patrimonios son políticos", nacido durante la pandemia de coronavirus en 2020 y que marca una distinción -y por qué no una rebeldía acerca de la definición de patrimonio-, entramó instancias de diálogo espacios de aprendizaje, intercambio y sabidurías varias.
Un rasgo distintivo que rescatan las artesanas, esas "maestras teleras" como las llama y reivindica una de las grandes participantes de estas jornadas, la artista, tejedora y escritora boliviana Elvira Espejo -directora del Museo Nacional de Etnografía y Folklore de La Paz-, es ese reconocimiento previo al desarrollo de las jornadas que se concretó con la visita que integrantes de los equipos de patrimonio del Ministerio de Cultura de la Nación y de Santiago del Estero realizaron a las casas de las artesanas. El reconocimiento hacia esas comunidades u oficios a veces invisibilizados está en ese salir al campo desde la gestión política, en el relevamiento, la búsqueda, la conversación y por último el gesto de reunir a un gran número de esas mujeres, en un lugar. O tal como lo expresaba a modo de cierre del evento Valeria González, secretaria de Patrimonio Cultural, estos días dan excusa "para tramar complicidades más profundas".
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Lo que deja el encuentro es la relevancia del "arte textil" o "artesanía textil", distinción marcada por una línea delgada por donde se lo mire, la creación colectiva que invoca las prácticas ancestrales de los pueblos originarios y su lengua como conformadora de un pensar tejiendo, de una matemática propia y compleja en ese tejer, y una producción "aggiornada" de artesanías respetando procesos de producción tradicionales (esquilado de los animales, hilados, teñidos).
La cotidianeidad de las tejedoras, que en la Argentina son en su mayoría mujeres, obliga a repensar otras urgencias de la agenda ambiental: el desmonte, el monocultivo que mata la diversidad necesaria para producir y sostener el hogar, así como el aporte de enfoques que redimensionan esa perspectiva subalterna que discute la hegemonía de prácticas y discursos.
Uno de los momentos más interesantes del encuentro fue la mesa "La rebelión de los objetos", donde Espejo fue entrevistada por la periodista Luciana Peker. En ella, la docente y escritora se explayó sobre su experiencia como tejedora, como personalidad curiosa y con ganas de estudiar, algo no bien visto para las mujeres en su comunidad de Oruro, de la que salió para estudiar Bellas Artes para encontrare con que mirada gira en torno a Occidente y Europa.
En su largo recorrido profesional y de construcción comunitaria, Espejo plantea nuevos modelos para abordar el saber y los objetos, que tienen una entidad ontológica de "sujetos" desde su entender. La artesana construye puentes, traduce desde su hablar quechua y aymara conectando culturas. También propone "enseñar al mundo lo que somos, para no ser serviles de un pensamiento monocultural", construir una teoría propia y no dejar que sea la epistemé occidental, blanca y europea la que "nos tome como objeto de estudio y que dé cuenta de algo que no vivencia", según expresó en su diálogo con Peker.
"Decimos que los patrimonios son políticos porque, como asignaciones sociales de valor, se modifican en el decurso de la historia, de modo que, en cada presente político, podemos cuestionar sus criterios de definición y de exclusión, de clasificación y jerarquización. En el momento crítico que atravesamos, los patrimonios ¿pueden ayudarnos a potenciar nuevas configuraciones sensibles que habiliten a cuidar otras maneras de vivir?", sustentaba a su vez González.
Desde allí, durante estas dos jornadas se entramaron otras nociones sobre Patrimonio. El patrimonio cultural, inmaterial, y la búsqueda de nueva denominación que permita nombrar algo que para los pueblos indígenas de Brasil, por ejemplo, no existe como término, tal como se planteó en la mesa "Hacia una ecología de los seres". Una actividad en la que participaron el filósofo y activista indígena Ailton Krenak y el historiador especialista en patrimonio Yussef Campos, ambos de Brasil, junto a Cristina Loaiza y Sabrina Santacreu del Movimiento Campesino de Santiago del Estero, que hace más de 32 años defiende el derecho a la tierra en la provincia.
Krenak propuso lograr "nuevos tejidos para soñar mundos" porque este mundo fue tejido y puede volver a tejerse", como propuesta "ante la idea de catástrofe que nosotros mismos inventamos". El activista sostuvo que la noción económica transforma a los países "en verdaderas mercaderías" donde "la vida de nuestras comunidades no vale nada".
"La gente vive en pánico por la economía, y para salir de eso hay que establecer un vínculo estrecho con el territorio -apuntó-. La vida no puede ser reducida solo a esa disputa económica, política. Nos hemos transformado en personas tan asustadas dentro del mundo, cuando la vida tendría que celebrarse".
Por su parte, Campos planteó la contradicción de llamar "patrimonio" a objetos como las pinturas corporales de los wajapi, que constituyen Patrimonio de la Humanidad para la Unesco, cuando "estos indígenas que producen patrimonio no tienen su tierra y son despojados, violentados, asesinados". Por otro lado, remarcó la contradicción del discurso simbólico hegemónico que se vanagloria de tener un patrimonio cuando las "comunidades no tienen emancipación, ni siquiera el derecho de vivir".
"El patrimonio de la humanidad o político, como lo llamamos, es tener la madre tierra a las manos de los campesinos. Porque si no tenemos la tierra no tenemos comida. La tierra, las plantas, eso serían nuestro patrimonio", indicaba por su parte Loaiza
Entre las conclusiones más fuertes que quedaron de estas jornadas está la convicción de contar desde una mirada propia el quehacer de las distintas comunidades, así como también descartar intermediarios entre el oficio textil y su llegada a los puntos de venta, y que la identidad y autoría de las mantas, alfombras, ruanas, ropa y ponchos hechos de lana de oveja, vicuña, algodón o la materia vegetal recogida del monte, en regiones que abarcan Santiago del Estero, Catamarca, Chaco, Salta, San Juan, Jujuy o Formosa, no se pierda aprovechada por otros.
Otras de las mesas que se desplegaron en este encuentro fueron "Foro Mujeres que hilan, que tejen, que transmiten: los textiles como trama y sostén" destinada a las tejedoras de Santiago del Estero; "Conversatorio las manos que piensan intercambio de experiencias entre tejedoras"; "Travesías textiles: del telar al museo diálogo entre proyectos y prácticas textiles de producción, diseño, exhibición y conservación"; "Las manos que piensan intercambio de experiencias entre tejedoras de cestería" y por último "Hilando lenguas", sobre el quechua y la relación entre tejido y lengua en una provincia bilingüe.
¿Existen otros modos de pensar patrimonios y políticas en su territorio? Parte de la respuesta es el empoderamiento y la mirada de género que se plasma en ese grito de "Los patrimonios son políticos" al término del encuentro, organizado por la Secretaría de Patrimonio Cultural del Ministerio de Cultura de la Nación junto a la Subsecretaría de Cultura provincial y la Universidad Nacional de Santiago del Estero. Todas las transmisiones pueden volver a verse en el canal del Ministerio https://www.youtube.com/c/culturaargentina.
Con información de Télam