En un país históricamente tensionado por el modelo agroexportador pero que a la vez necesita producir bienes y servicios con valor agregado, las industrias culturales son un camino posible (demostrado) que sin duda posiciona a la Argentina a la par de los países del primer mundo.
En ese sentido el cine argentino, a pesar de las dificultades que atraviesa la economía de todo el mundo, las consecuencias de la pandemia y de la campaña para desprestigiar su valor como industria, sigue enriqueciendo el patrimonio cultural del país y es reconocido por el resto del mundo como una de las cinematografías más relevantes de Latinoamérica.
Algunos de los elementos fundamentales para entender la importancia de la industria audiovisual argentina:
El cine argentino da trabajo a más de 634 miles de personas por año
Si bien en la industria audiovisual algunas figuras y puestos son más reconocidas que otras, es sabido que detrás de toda película, corto y serie hay muchísima gente más que los actores y directores trabajando incansablemente para lograr el resultado final que vemos en las pantallas: vestuaristas, productores, guionistas, técnicos, sonidistas…la lista de talentosos profesionales que emplea la industria es infinita.
Según un estudio sobre el impacto económico y tributario del sector audiovisual argentino realizado por el equipo MESi-IIEP (UBA-CONICET) con las cifras correspondientes a 2017, la contribución total del sector (considerando efectos indirectos e inducidos) alcanza al 3,1% del empleo de la economía, con 634.465 puestos de trabajo y por cada película se generan 40 nuevos puestos de trabajo.
El cine argentino es reconocido en el mundo
El talento y la calidad de la industria audiovisual argentina es innegable pero por si queda alguna duda, acá van algunos datos de los numerosos premios que cosechó en festivales internacionales prestigiosos: dos premios Oscar a Mejor película Extranjera más ocho nominaciones; Lucrecia Martel (reconocida directora salteña) ha sido jurado en festivales como la Berlinale, Cannes y Venecia y además cuenta con 14 galardones en múltiples festivales internacionales de la mayor categoría; el legendario Pino Solanas ganó como mejor director en Cannes el año 1988 por “Sur” y su película “El viaje” se llevó el Gran Premio técnico en 1992.
Otras figuras argentinas reconocidas como Marcelo Piñeyro, Juan José Campanella, Ricardo Darín, Verónica Llinás, Pablo Trapero, Érica Rivas, Nahuel Pérez Biscayart y Leonardo Sbaraglia -solo por nombrar unos pocos-, ganaron los Premios César, Premios Platinos, Premios Goya y muchos muchos más.
El cine argentino se financia a sí mismo
Hacer cine siempre fue complicado en cualquier parte del mundo y la Argentina no es la excepción a la regla. Combinar arte e industria es una alquimia difícil de conciliar. Dicho esto, no hay país en el mundo que tenga una cinematografía propia sin subsidios, es decir, sin recursos del Estado.
Una de las cinematografías más potentes del mundo en la actualidad es la surcoreana: ¿recuerdan a Parasite ganando mejor película en los Oscars 2019? Bueno, esa cinematografía es absolutamente impulsada por el Estado surcoreano, el estado de un país que tiene apenas la superficie equivalente a la provincia de Tucumán.
¿Por qué en Argentina es diferente? Porque a ninguna película se le otorgan fondos del presupuesto nacional. El cine argentino se financia con fondos propios que provienen de las entradas al cine. ¿Vas a ver la última de Marvel o de Darín? Da igual, el 10% de esa entrada que pagás va para un fondo que sostiene al cine argentino. El resto proviene del 10% del precio de venta de los formatos físicos (como DVDs y Blurays) y el 25% de lo recaudado por el Ente Nacional de Comunicaciones (Enacom), a partir del gravamen a la facturación de los canales de televisión y servicios de cable (las plataformas de streaming aún no están incluidas).
El cine argentino cuenta nuestras historias desde una mirada propia
El rol del cine en nuestra soberanía cultural es enorme y necesario. ¿Qué mejor que nuestras historias sean contadas por voces argentinas? ¿Quién mejor para contar y reflejar la complejidad y las maravillas de la argentinidad que nosotros mismos? Además del mundo de la ficción, nuestro país cuenta con una gran tradición de documental: uno de los ejemplos más recientes es la producción sobre el asesinato de José Luis Cabezas, que vive en Netflix, la plataforma de streaming más grande del mundo. Sin duda nuestras historias merecen y deben ser contadas por nosotros mismos y llegar a la mayor cantidad de gente posible.
Pocos países en el mundo poseen una cinematografía propia
La Argentina produce cine desde casi los comienzos del cine, “La Revolución de Mayo” dirigida por Mario Gallo, ¡fue estrenada en 1909! De hecho, es en homenaje a la fecha de su estreno que se celebra el Día del Cine Nacional. Enumerar a toda la cinematografía nacional sería interminable, pero nuestro país produce entre 120 y 150 películas por año.
La producción de cine argentino se ubica como una de las principales de Latinoamérica
El sector presenta una vasta riqueza que abarca películas de género, industriales, experimentales, documentales y ficción. Su potencial es infinito.
La ley 27.432 votada durante el macrismo destruiría a la industria
Esta ley, votada en diciembre de 2017 durante el gobierno de Mauricio Macri, terminaría con los fondos tributarios que reciben de manera directa no solo el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA), sino que también el Instituto Nacional del Teatro (INT), el Instituto Nacional de la Música (Inamu), las bibliotecas populares del programa Conabip y Radio Televisión Argentina (RTA).
Todos estos organismos y los fondos que garantizan el funcionamiento de sus industrias corren el riesgo de desaparecer a partir del 1 de enero de 2023. La fecha es inminente y es imprescindible que se prorrogue el plazo.
Con el certificado de defunción siempre a la espera de una firma determinante -incitada en general por los medios dominantes -, contra viento y marea el cine argentino lucha y respira: sobrevive y vive. Que continúe es imprescindible.