Así es el documental argentino sobre la historia silenciada de las esclavas sexuales asiáticas en la Segunda Guerra Mundial

La segunda película de la directora Cecilia Kang sigue la historia de las comfort women coreanas, eufemismo para hablar de las esclavas sexuales, y su lucha por ser reconocidas como víctimas ante un Estado ausente.

12 de julio, 2024 | 21.17

Durante la Segunda Guerra Mundial, más de 200.000 jóvenes asiáticas fueron secuestradas y llevadas lejos de sus hogares para ser explotadas como esclavas sexuales por el ejército imperial japonés. Se trató de un dispositivo masivo y organizado de privación de la libertad y de explotación sexual que tuvo a las mujeres como únicas receptoras. "Comfort women" o “mujeres de consuelo” es el eufemismo con el que los militares japoneses se referían a estas mujeres. La directora Cecilia Kang cuenta una historia silenciada en el sensible documental Partió de mí un barco llevándome, su segunda película.

Cecilia, que es argentina e hija de inmigrantes coreanos, propone un documental que se corre de la estructura clásica de narración para estar más cerca del ensayo sobre su tema de estudio y análisis. En diálogo con El Destape, la directora de cine habló del origen que la motivó a volver a explorar en torno a la cultura, las raíces y las heridas que no cierran, zonas que le sientan muy bien y que parecen ser un sello de autoría.

- ¿Cómo llegás a esta historia de esclavas sexuales?

Yo desconocía completamente esta historia. En el 2013 viajé a Corea del Sur para filmar fragmentos de mi película anterior siguiendo a una de las protagonistas, y tuve la posibilidad, de manera muy inesperada, de participar en un Congreso de Mujeres, donde escuché a Kim Bok-dong, una anciana que fue comfort woman y sobrevivió. Su testimonio fue un evento que me marcó para siempre. Estuve anonadada escuchándola mientras contaba todo lo que había sufrido desde los 14 años, cuando la secuestraron, de las más de 20 veces que la violaban por día y que, al día de hoy, con sus casi 90 años seguía todavía en la lucha de exigir justicia y memoria.

- ¿Sentís que la sociedad japonesa ha hecho un ejercicio de memoria para reconocer estas atrocidades cometidas?

No voy a hablar de la sociedad japonesa para no generalizar, pero sí del Estado que no tiene un registro porque no reconoce estos crímenes de lesa humanidad que este ejército japonés cometió contra mujeres coreanas, de Asia del este y del sudeste asiático. Fue un hecho sistematizado, atroz y al día de hoy no hay reconocimiento por ese gobierno. 

Aún así la lucha está presente y hay un montón de ONGs con muchos jóvenes pidiendo justicia. Durante el rodaje, algo que me sorprendió y me generó mucha esperanza fue ir a una marcha que se hace todos los miércoles en frente de la Embajada de Japón para exigir justicia. Eso me llena de esperanza porque es importante que las nuevas generaciones de chicos, chicas y chiques actualicen estos temas y puedan curar estas heridas, y se diferencien de las generaciones anteriores, de posguerra, como la de mis viejos, que preferían no hablar de estos temas porque les resultaba doloroso.

- ¿Creés que el documental puede tener una resignificación en los espectadores argentinos, quienes sí hacemos ejercicio de la Memoria?

Sí, porque la película se hizo gracias a eso. Tuve la suerte de nacer en este país, de crecer en democracia y viendo el ejemplo de toda la lucha de Derechos Humanos de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, y de entender que estas luchas que nosotros tenemos acá no son la norma y tampoco son lo común.

Me ha pasado de ir a otros países tan distintos a Argentina que, aunque uno pueda decir “tienen un gran desarrollo económico”, no le dan ninguna importancia a los Derechos Humanos. La película refleja esa educación que inevitablemente tuve siendo argentina y que, además, se hace aún más presente hoy porque todas esas batallas, con todas las políticas que estamos atravesando en este presente, son territorio que tenemos que seguir defendiendo. Es importante no perder la voz y no perder la memoria de un país porque si nos borran eso, ¿quiénes somos? Para mí es una gran responsabilidad hacer un ejercicio de memoria a través de mis películas, porque esos espacios son los que hacen la identidad de dónde venimos y quiénes somos. Y yo prefiero ser de un lugar más justo.

Partió de mí un barco llevándome puede verse en el Malba Cine: a partir del 6/7, todos los sábados de julio a las 18 horas. En Córdoba: Cineclub Municipal Hugo del Carril , del 11 al 17 de julio.

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