Aunque no se sabe exactamente en qué momento la poeta Emily Dickinson conoció a su amiga Susan Huntington Gilbert, una primera carta enviada en 1850 fundó el intercambio epistolar intenso que alimentaron durante cuatro décadas y que recupera "El resto es prosa" (Altamarea), un libro que selecciona algunos de aquellos textos que van de la banalidad cotidiana, al diálogo literario y lo trascendental de una relación signada por el amor y la confianza.
"Gracias, / querida Sue - / por cada / consuelo", le escribió agotada Emily Dickinson (1830-1886), considerada uno de los pilares de la literatura estadounidense moderna y una de las mejores poetas de la literatura universal, a Susan Huntington Gilbert, esposa de su hermano Austin y amiga y amante de la poeta durante más de cuatro décadas.
Emily envió esta carta pocos meses antes de su muerte, mientras era asediada por el fallecimiento de amigos y familiares y es tan solo una de las 250 que se enviaron pese a vivir a 100 metros de distancia y que, como ocurrió con la mayor parte de la obra de Dickinson, sufrieron reescrituras apócrifas, censuras, mutilaciones y modificaciones destinadas a ajustarlas a la moral decimonónica.
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A tal punto este amor intenso no fue bien recibido por los guardianes literarios de la poeta, que prefirieron atribuirle relaciones inventadas para adaptarse a las normas de corrección política de aquel entonces.
Como si no hubiera alcanzado, las cartas en las que Susan le respondía fueron quemadas y apenas quedan vestigios de ellas. Se repite una y otra vez que la autora las destruyó antes de su muerte, pero no hay evidencia de que ese haya sido el motivo de que esos documentos no existan más.
Se conocieron cuando eran adolescentes y Susan se convirtió en su confidente después de mudarse a la casa contigua a la residencia familiar de la poeta tras casarse con Austin. Con el tiempo, su relación de cuñadas se transformó en un vínculo profundo que se manifiesta en sus poemas y en un cuerpo de correspondencia lleno de versos, que no solo es testimonio de esa relación, también reivindica la obra poética de la autora, quien demuestra en esos textos una creatividad y una frescura inusual.
Durante su vida, solo publicó seis poemas. Los primeros cuatro fueron impresos en el periódico local dirigido por su amigo Samuel Bowles, aunque no se sabe si la autora dio su consentimiento. El quinto poema, titulado "The Snake" ("La serpiente"), fue publicado en The Springfield Republican en contra del deseo de la autora. El último poema formó parte de la antología titulada "Una mascarada de poetas", editada por Hellen Hunt Jackson en 1878, bajo la condición de que se publicara de forma anónima.
"El resto es prosa", un libro de menos de cien páginas editado por la editorial española Altamarea, recupera algunas de las cartas que cruzaron las amigas, amantes, vecinas y cuñadas. La edición dialoga con una definición de otro poeta, Nicanor Parra: "Poesía es todo lo que se mueve. El resto es prosa".
Pero el título elegido por los editores, en realidad, es un recorte de una carta en la que ambas comparten con complicidad el secreto de su condición de poetas.
Junto a las prolijas cartas formales que le enviaba a Susan cuando estaba fuera de la ciudad; también hay breves notas, apostillas o poemas cortos escritos en trozos de papel.
Después de la muerte de la poeta, su hermana Lavinia le pidió a Susan que editara los poemas para su publicación. Sin embargo, Lavinia pronto perdió la paciencia con la lenta velocidad editorial de Susan y transfirió la edición de los poemas.
Así se inició el proceso de "blanquear" la obra de Dickinson, que fue ejecutado por la escritora y editora Mabel Loomis Todd, quien también era amante de Austin. Todd intuyó la genialidad de la escritora e intentó durante años conocerla en persona, aunque no lo logró.
En 1890, tras la muerte de la escritora, tuvo la revancha y publicó una primera edición de sus poemas, que resultó muy exitosa, con la ayuda del escritor Thomas Wentworth Higginson. Pero los versos fueron reordenados, se asignaron destinatarios ficticios y, sobre todo, se suprimió el papel de Susan como fuente de inspiración y figura literaria clave para Emily.
Aquellas casas contiguas donde vivieron en Massachusetts hoy funcionan como un museo al que llegan a diario cientos de personas que quieren conocer más sobre la vida de la poeta.
La historia oficial, al menos la versión que el Museo elige divulgar, hoy reconoce la impronta y la riqueza de aquel vínculo amoroso y literario: "La amistad de Susan ayudó a ampliar los horizontes de la poeta y su intercambio de libros e ideas fue un componente vital de su vida intelectual".
En sus últimos días, escribió: "Con excepción de Shakespeare, me has hablado de más conocimiento que cualquier otra persona viva. Decir eso sinceramente es un extraño elogio´".
Con información de Télam