(Por Diana López Gijsberts) Con una muestra de libros antiguos, raros, primeras ediciones y textos autografiados por reconocidos escritores, además de las visitas guiadas a sus laberínticas y curiosas salas como estímulo adicional, la Biblioteca Central de la provincia de Buenos Aires busca atraer a nuevos lectores apelando al asombro y la ternura de descubrir, como escribió Jorge Luis Borges, que el libro "es una extensión de la memoria y la imaginación".
La fachada de la Biblioteca Central de la provincia de Buenos Aires, en la ciudad de La Plata, es blanca, como aquellas hojas en blanco que inspiraron a los cientos y cientos de escritores y escritoras a volcar sus sueños, sus saberes, sus emociones y sus registros en libros que hoy atesora "como perlas" esa institución, que abre sus puertas para que se conozca el pasado y presente del libro en una época de modernidad digital que lejos de convertirlo en un objeto en desuso lo torna resiliente y vigoroso.
Una veintena de adolescentes, junto a su docente, ingresan a la biblioteca y se sorprenden de que en ella, no haya solo libros en sus estantes y cuando su curiosidad los hace acercarse a ese títere que es un caballero de armadura plateada, a esa pluma, ese mate o ese barquito, como si se accionara una cajita musical, comienza la bibliotecaria que acompaña al grupo visitante a contar la historia que hermana ese objeto con un libro o una temática literaria. Y así, hilvanando historias, como siguiendo el hilo que la princesa Ariadna le diera a Teseo para salir del laberinto mitológico, los chicos y chicas recorren las seis Salas de la Biblioteca Central bonaerense.
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Muñecos, origamis, plumas, canciones, esculturas, cuadros, videos, todo arte es válido para dialogar con los contenidos de esos libros raros, antiguos, especiales, que la biblioteca exhibe en una muestra denominada "101 Perlas de la Biblioteca Central de la provincia de Buenos Aires. Una muestra de libros preciosos, antiguos y raros", que se extenderá hasta fines de junio.
"L´Homme criminel. Atlas", de César Lombroso de 1888; Esquema de la historia universal, de H.G Wells; Libros de cuentos y leyendas de Javier Villafañe, de 1945; El libro de las mil cosas, de Vicente Barbieri; El mate, el arte de cebar, de Amaro Villanueva; Política Artístico Visual de Latinoamérica de Jorge Romero Brest, Poemas de Amor, de Alfonsina Storni de 1945; La extraordinaria aventura de la Tierra de H.G. Oesterheld; La seducción de la barbarie, de Rodolfo Kusch y Cuando las catedrales eran blancas de Le Corbusier, de 1948; junto a libros que rescatan desde la variedad de las aves bonaerenses hasta la ternura de más de 20 historias para niños publicadas en una diminuta colección conocida como "Bolsillitos", son algunas de esas 101 perlas que dispersas por todas las salas, atraen a los y las lectoras, los de siempre y los nuevos.
"La idea de biblioteca que tenemos es una donde se de una confluencia de lenguajes y saberes en común, que formen comunidad. Sin esa comunidad no hay posibilidad de encuentro y sin lectores y sin curiosidad no hay biblioteca", explica a Télam la directora de la Biblioteca Central, Gabriela Pesclevi, luego de acompañar en su recorrido por la institución a otro contingente de visitantes, esta vez estudiantes de un bachillerato trans.
Afirma que "fue una experiencia encantadora, porque les estudiantes estuvieron totalmente interesados y nuestras reflexiones fueron orientadas a la posibilidad de continuar los estudios y lo que implica la lectura en la vida".
"Fue una deriva muy linda por las salas, con preguntas, con momentos de lectura compartida. Que estas comunidades pasen por la formación de la secundaria me parece fundamental y terminamos hablando de la posibilidad de continuar los estudios como espacio de cuidado, de protección y para su fortalecimiento. La lectura en comunidad como un lugar para su fortalecimiento", precisa.
Pesclevi plantea que "una biblioteca pública y central es un espacio de guarda de un acervo pero también hay una infinidad de cosas que vinculan a la biblioteca en sus servicios de extensión cultural y de apoyo a los lectores en todas las etapas de su vida y en todas las franjas etarias".
"La muestra reivindica de modo especial el catálogo de la Biblioteca Central. Recorremos el inventario desde el momento fundacional de la Biblioteca, en 1950 hasta la actualidad. Se encuentran también primeras ediciones, como El jorobadito de Roberto Arlt, de Librerías Anaconda, de 1933 y ejemplares autografiados y dedicados a la Biblioteca Central como Otoño imperdonable de María Elena Walsh, rarezas o mejor dicho piezas extraordinarias como 'El oso que no lo era de Frank Tashlin' de 1948", detalla con entusiasmo.
Pesclevi destaca que esta muestra se organiza en el marco de una serie de actividades previstas para el ciclo 2023 con la idea de promover "las lecturas como núcleo fascinante para problematizar cuestiones, generar preguntas, convocar nuestro asombro y pasado en función del presente, acercarnos a ediciones ignotas que puedan contar también historias maravillosas".
"Los libros seleccionados nos llevan a salas especiales como Tesoro, o la colección de escritores bonaerenses o la Sala Infantil, la Juvenil, hay libros vinculados a un momento inmenso de la producción editorial en Argentina, como fueron los años 40, 50 y 60; obras preciosas por sus encuadernaciones, grabados, ilustraciones, particulares ediciones autografiadas por sus escritores. Un catálogo ecléctico formado por libros de ficción, de historia, de ciencias, de artes. Perlas para cifrar el mundo en que vivimos, o simplemente deleitarse", cuenta.
Un nuevo contingente, esta vez de adultas mayores, inicia su recorrido por la Biblioteca y fascinadas encuentran en una de las salas un busto de Eva Perón junto a una tela negra con flores blancas de papel y el libro "Evita. Una mujer por un mundo mejor, de Beatriz Dourmec y muy cerca "Los mensajes de Perón", de 1952 junto a un viejo archivero que tiene un cartel que plantea "La necesidad de pensar nuestras bibliotecas como lugares de derecho".
La obtención de derechos genera recuerdos de máquinas de coser y juguetes y luego la atención se centra en una estantería de madera con 101 mates, de calabaza, de madera, de metal, de hueso y la idea del arte de cebar un buen mate, ese del que habla el libro "El mate", de Amaro Villanueva, exhibido sobre una mesa larga de algarrobo que invita a sentarse e iniciar una ronda, pero de historias.
El recorrido incluye también la proyección del Noticiario Bonaerense, en la Sala Audiovisual y hasta la escucha de un disco de Leopoldo Marechal.
Más tarde llegarán más jóvenes que hurgarán en la Sala Juvenil en busca de aquella saga romántica de vampiros, o la gesta heroica de tronos que siguen con fruición y no faltará el que se sorprende de hallar un manga japonés.
Allí se sentirán atraídos por una biblioteca blanca con muchos objetos, que entran en diálogo con otra de las perlas de la Biblioteca Central: "El libro de las mil cosas" de Vicente Barbieri
"Los jóvenes leen, claro que leen", afirma Pesclevi y celebra que propuestas como las visitas guiadas, el Club de Lectura de los martes, el taller de danza denominado "Leer mueve", los talleres intensivos de jueves con visitas de escritores y escritoras o el ciclo de Música y Literatura, hayan sido estrategias exitosas para sumar lectores.
La muestra que Pesclevi sintetiza como "romántica, investigativa, aleatoria, arrojada, letrada y amada", seguirá hasta el próximo 30 de junio con entrada libre y gratuita.
Informa también que en el marco de la muestra el próximo 17 de mayo, Margarita Bornemann dará una charla; lo mismo hará el antropólogo Miguel Ángel Palermo el 14 de junio y la artista Fabiana Di Luca el 22 de junio.
"Se trata de 101 obras, con ese uno más que siempre es la posibilidad de un siguiente, que en parte traducen ese universo expandido, basto y total que implica una biblioteca", sintetiza la bibliotecaria. Y acota: "101 no es un número redondo, y la posibilidad que despunta ese uno más nos recuerda a una conversación que Jorge Luis Borges dio en forma de conferencia en 1977 en torno a una obra que sigue desvelándonos, 'Las mil y una noches'. Refería entonces que el título le parecía tan hermoso como un experimento con el tiempo. Dos títulos que le implicaban viajar por regiones distintas, aunque con puntos de contacto. Contaba que la palabra mil lo llevaba a una idea de infinitud, aunque ese uno le permitía insistir en una noche más, propiciar la continuidad de los cuentos y de todos los que faltan por venir", concluye.
Con información de Télam