Una muestra que reúne un centenar de pinturas, litografías y esculturas creadas por mujeres desde fines de siglo XVI a principios del XX, en el Museo Thyssen-Bornemisza, de Madrid, rescata el legado de artistas relevantes del arte cuyas creaciones no trascendieron, en un contexto social regido por el patriarcado.
La exhibición, denominada "Maestras", busca celebrar a mujeres que contribuyeron a definir el arte entre 1550 y 1950, con obras creadas en los márgenes del ámbito de lo femenino y lo doméstico. Artemisia Gentileschi, Angelica Kauffmann, Clara Peeters, Rosa Bonheur, Berthe Morisot, Mary Cassatt, María Blanchard, Natalia Goncharova, Sonia Delaunay o Maruja Mallo son algunas de las figuras cuya obra quedó olvidada.
Organizada en ocho secciones cronológicas que reflejan cambios artísticos y sociales, la muestra, que puede visitarse desde hoy hasta febrero de 2024, explora cómo artistas, galeristas y mecenas mujeres trabajaron juntas para crear y celebrar el arte mientras vivían y se desempeñaban bajo la órbita de sociedades sexistas y, muchas veces, misóginas.
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La muestra rescata obras del siglo XVII representada en naturalezas muertas de frutas y flores, de artistas como Artemisia Gentileschi, Fede Galizia y Elisabetta Sirani; retratos de Élisabeth Louise Vigeé Le Brun; el orientalismo y representaciones de mujeres trabajadoras, imágenes de la maternidad, de sororidad y de emancipación femenina.
La muestra comienza con uno de los angustiosos estudios de Gentileschi sobre Susanna y los ancianos, y otras piezas posteriores incluyen "Breakfast in Bed" de Mary Cassatt y divertidos cuadros de Fair de Maruja Mallo.
Esta exposición habla positivamente de esa otra mitad de la historia del arte, sostuvo la curadora de la exposición, la historiadora y crítica de arte Rocío de la Villa.
Durante mucho tiempo, la historia feminista del arte se ha visto acosada por todas las desventajas y obstáculos que se han puesto en el camino de las creadoras. Por ejemplo, no pudieron acceder a la misma formación artística que sus compañeros varones. Generalmente vivían en un sistema extremadamente patriarcal que les negaba sus derechos y en el que sus firmas no tenían valor legal, sostuvo la curadora, según The Guardian.
No obstante, hubo también espacios más favorables para las artistas mujeres, y la muestra pretende mostrar una serie de ventanas a través de las cuales podemos ver un entendimiento mutuo y una camaradería entre artistas, galeristas y mecenas, dice De la Villa que señala que muchas de las artistas con sus obras llamaron la atención de las cortes reales europeas y que algunas tenían maridos que las ayudaban en el estudio -o incluso cuidaban de sus hijos- porque sabían que las capacidades de sus esposas superaban con creces las suyas.
Uno de los aspectos más importantes de la exposición tiene que ver con la sororidad en el espacio creativo. Las mujeres empiezan a darse cuenta de lo importante que es poder tener voz. Las iconografías que hemos buscado hablan de eso, de hablar y escuchar. Son escenas en las que se presenta la complicidad entre mujeres. Sus colegas hombres también las estaban haciendo, pero la perspectiva es muy distinta. La mirada de ellos es misógina y erótica, mientras que la de ellas, sin embargo, es bastante casta y recatada normalmente, explica De la Villa, en la publicación Vogue Spain.
Las obras también dan cuenta de las conexiones femeninas. Es raro que las mujeres aparezcan juntas en la historia del arte. Más bien siempre están aisladas como ocurre en "La planchadora", de Picasso, por ejemplo y muchas veces cuando aparecen son un grupo sin personalidad. Es muy bonito que de repente se den escenas de mujeres en las que realmente no están haciendo nada más que disfrutar de su amistad. Y que haya otras mujeres a las que ese tema les parezca relevante como para pintarlo, reflexiona la curadora.
Para Guillermo Solana, director artístico del Thyssen-Bornemisza, la muestra era otro ejemplo del compromiso continuo del museo con el feminismo, la educación y la lucha contra los prejuicios del pasado.
"Lo primero que aprendí de esta exposición y que creo que el público también aprenderá fueron tantos nombres nuevos; tantos artistas fantásticas de las que no tenía idea y de los que nunca había oído hablar. Por supuesto, sabíamos de Artemisia Gentileschi y Frida Kahlo o Paula Modersohn-Becker, pero ¿cuántas artistas importantes se nos han escapado o nos han arrebatado?"
Uno de los ocho capítulos que integran la muestra está dedicado a la maternidad. Es muy importante porque es una iconografía ancestral, es el símbolo de la fertilidad, de la posibilidad de las mujeres como madres, y en muchas ocasiones las pintoras reflejan esta cotidianidad mostrando, precisamente, la dependencia de los niños hacia ellas. Y también esa otra parte de la maternidad que no es tan ideal, explica De la Villa.
En la última sala se exhibe las dos versiones de la verbena de Maruja Mayo, "donde las mujeres están en la ciudad contentas y completamente libres. Y esta es la idea de alegría por la emancipación que queremos transmitir a la gente que venga a visitar la exposición, expresa la curadora. Una visión optimista a contrapelo de la escena artística actual, en plena revolución.
Con información de Télam