(Por Marina Sepúlveda). La tierra es el centro de sentidos como hábitat, sostén, cobijo, alimento y destino en la muestra colectiva "Tierra" que aglutina, a través de fotografías, registros e instalaciones, diversidades artísticas tan disímiles como potentes de una docena de artistas, como Teresa Pereda, Juan Sorrentino, Marta Minujín, Fernando 'Coco' Bedoya y Claudia Casarino, y se puede visitar en la Galería Herlitzka + Faria en Buenos Aires hasta fines de agosto.
Una fotografía del artista Carlos Ginzburg con la palabra tierra inicia un recorrido que se propone cargado de ritualidad a partir de las obras de artistas de Argentina, Paraguay, Perú y Venezuela, sobre un tema tan actual, el de la tierra desde donde se filtran sentidos personales abordados por los artistas de intereses distintos, así como la época de concreción de las obras expuestas.
Esta materialidad de la tierra hecha obra se sitúa en las instalaciones de Teresa Pereda, la "Quincha" del chaqueño Juan Sorrentino, las cerámicas atadas por cuerdas de la cordobesa Candelaria Traverso o el cuadro "Pampa y cielo" de Nicolás García Uriburu y sus tensiones que cruzan en su proximidad la casita de hornero de Marta Minujín y una secuencia documental de la acción "Comunicando con tierra" de 1976 de la artista.
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Es así que materia y concepto se entrelazan en la exhibición colectiva temática de la galería que pone foco en las representaciones vinculadas a la tierra con obras de Minujín, Ginzburg, Juan Pablo Renzi, Traverso, Fernando 'Coco' Bedoya, Sorrentino, Alejandro Puente, Claudia Casarino, Mónica Girón, García Uriburu, Pereda y Juan José Olavarría.
Con gran presencia de Pereda (Buenos Aires, 1956), tres instalaciones despliegan distintas tierras de los cuatro puntos cardinales del país y se entrelazan en esa concepción de habitar en comunidad que trabaja la artista e investigadora criada en Neuquén y formada en Buenos Aires.
"Mi recurso es la tierra, los distintos abordajes desde el vínculo con el hombre, la tierra habitada, la del terruño", explica Pereda que trabaja desde los 90 con la tierra como temática, y a quien le demandaron diez años de trabajo de campo, recolección, la resolución de dos de las instalaciones que se presentan la serie de "plegamientos o suelos" e "Itinerario de un país" (1996-2006).
Objetos que "son producto de escurrimientos", dice y afirma: "Realizo escurrimiento de tierras y agua sobre chapas, láminas de metal. La tierra y el agua juntas se comportan naturalmente en ese escurrimiento, dejan a su paso una huella que reproduce la propia naturaleza. El plegamiento lo hago después".
De esa manera habla sobre el juego que pone en práctica a partir de esa "formación geológica natural de plegamiento cuando las rocas se mueven como en abanico y van creando distintas configuraciones a lo largo de millones de años". Y completa: "es un juego entre el pliegue de la hoja de metal, en este caso, y el pliegue del suelo", para lo cual se vale de tierras de "distintas geografías" que "denotan distintos colores porque tienen distintas composiciones minerales".
Identificada con el medio rural creció en la zona cordillerana de Neuquén, donde pasó su infancia y adolescencia, desde hace 40 años vive en el Partido de Lincoln donde produce obra, a unos 300 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, por ello expresa: "Mi vida es como un péndulo entre el lugar donde trabajo y tengo el taller".
Pereda cursó historia del arte en Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y se formó en los talleres de Ana Ekell, Néstor Cruz, y con su madre la artista Estela Pereda.
El conjunto de sus seis cuadros son acompañados por las fotografías de las personas con las que interactuó entre 1996 y el 2002 y reúne en "Itinerarios de un país" tierra de Neuquén, Misiones, Salta y San Juan, entre otros suelos, obras iniciado en 1992 desde la primeras recolecciones de tierras cuya particularidad son los procesos que se producen en el interior del marco.
"En 1997 guardé los pinceles", dice sobre esta "pequeña ceremonia privada" que la lleva a entregarse "a esta materia y a este concepto comenzado tímidamente" que se fue abriendo "un mundo tanto interior como estético", que primero comenzó a modificarse en su "interioridad", señala sobre ese contacto con la tierra.
Entonces, desde esas primeras acciones de recolección surgieron sus trabajos de páginas de papel de pulpa de algodón y tierra que utilizaba para escritura, acuarela, tinta o grabado, algo que realizado "en el suelo" de su país, algo "tan propio, que era el suelo mismo", dice.
"Ese es el gesto que me sigue llevando después de 30 años y me seguirá llevando porque siento que no me alcanza el tiempo para abarcar la inmensidad que significa la tierra y que me supera como ser humano, justamente el palpar o estar dentro de esa enorme superación, que me sitúa en el lugar donde quiero estar, recibiendo lo imponderable, ese cachetazo de la naturaleza; porque es inmensamente bella y al mismo tiempo agresiva, al mismo tiempo se manifiesta con una potencia incomparable y estar en ese diálogo con la tierra, escucharla, amarla, sostenerla, entregarla recibirla, habitarla con otros y en comunidad", afirma.
"La pandemia produjo una aproximación, un momento propicio para mi obra porque es más dúctil compartirla, porque encuentro en el otro una receptividad y necesidad. Estamos todos necesitados. Hemos palpado la carencia que tenemos. Porque tenemos muchas cosas fantásticas hoy en día y una enorme carencia. Quizás en este momento mi obra nos refleja una carencia". Y agrega: "Me gusta hacerme a un lado y propiciar que suceda, que la naturaleza se manifieste".
En el caso de Sorrentino (Chaco, 1978) expone "Quincha" (2020), el sexto de su serie de cubos modificados por el sonido que presentó para el Premio Trabucco 2019 "Otros soportes" que otorga la Academia de Bellas Artes y tuvo una muy breve exhibición en la Fundación Klemm.
"Este cubo estuvo varios meses vibrando y esa vibración iba desprendiendo estas capas de revoque pintadas de sangre y cal", explica sobre la obra el artista sonoro, como generalmente se lo define, creador de obras que trabajan sobre lo arquitectónico, sonoro y la naturaleza, y cuyos cubos de 84 x 84 se inspiran en los de la artista Tara Donovan (Nueva York, 1969) quien utiliza objetos cotidianos para explorar los efectos transformadores de la acumulación y la agregación.
Realizado con la técnica constructiva de quincha, "sobre una matriz de varilla de madera o bambú rellena con paja y se cubre con adobe", explica el artista, "como se hacían los ranchos, las casas antes, está pintado con sangre de vaca y cal (una tradición que vino de España)".
Es una construcción que resulta más resistente que otros materiales ante la frecuencia sonora grave al que expuso el cubo: "Pensé que iba a ser mucho más débil (la quincha) que trabajar con cemento, materiales más industriales, y no sucedió, fue mucho más resistente y muy acústica", asevera.
Egresado de la Universidad Nacional de Córdoba en Composición, con un postgrado en tecnología y video en Barcelona, Sorrentino dirige la residencia monte CHACO y es docente en la Untref.
En la muestra se podrán apreciar registros de la acción "Comunicando con tierra" donde Minujín ofrenda a la tierra dinero que quema, un pequeño nido de hornero y su "Autogeografía", de 1976; fotografías que registran la acción de Ginzburg (Argentina, 1946) en 1971 en la exhibición Arte de Sistemas en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires; las vasijas de Traverso (Rosario, 1951) que retoman la tradición de las culturas de la Aguada, Belén y Santa María y rodea con sogas; la serie de huacos que conforman "Cultura Trepa-Nación" de Bedoya (Perú, 1952) y sus dibujos; obras de la serie Capiteles de Casarino (Paraguay, 1974) con elementos asociados a labores domésticas y la mujer como sustento de la economía familiar; y de Olavarría (Venezuela, 1969) su trabajo sobre la bandera argentina donde la tierra aparece ligada al símbolo nacional.
También, como parte de la muestra, el rosarino Juan Pablo Renzi (1940-1992) invita a sumergirse en sus "Nostalgias del Paraná" (1976) y se expone la instalación "De frente tierras de la Patagonia" de Girón (1959).
"Nos pareció que el tema de la tierra tiene la simbología de un país extenso, es el suelo de donde nacemos y donde vamos a fallecer", explica Mauro Herlitzka, director de la galería, por lo cual seleccionaron "artistas que habían explorado o estaban trabajando con esta temática" desde "distintos abordajes" pero con "un elemento estético y de pensamiento que los unía", concluye sobre este proyecto prepandemia trabajado en profundidad durante la pandemia en sí.
La muestra estará disponible hasta el 31 de agosto, de lunes a viernes de 11.30 a 19 en la galería Herlitzka + Faria, ubicada en Libertad 1.630, en el barrio porteño de Recoleta.
Con información de Télam