(Por Carlos Aletto) Desde una concepción que resalta la importancia de las ideas y cómo estas estimulan su apetito de conocimiento, Tomás Abraham acaba de publicar "Diario de un abuelo salvaje", un libro dinámico y profundo que adopta la forma de un diario de la pandemia en el que a través de la intimidad familiar, la vida cotidiana y sus lecturas, el autor ofrece reflexiones que no se originan en la filosofía académica tradicional sino en su habilidad para trabajar con las palabras de otros autores, demostrando así su maestría como escritor.
Colmado de ideas y reflexiones profundas pero a la vez de fácil comprensión "Diario de un abuelo salvaje", publicado por editorial El Ateneo, revalida la vigencia y actualidad del filósofo nacido en Timisoara, Rumania, pero cuya esencia es tan argentina como la de Cortázar o la de Gardel. "Madre hay una sola, y en mi caso es la lengua húngara. El castellano fue el idioma fuera de casa. Lo hablé mal porque era tartamudo, y porque mi vocabulario era escaso. De grande lo conquisté con la filosofía, la lectura, y escribiendo. Quiero a mi madrastra, no siento que le deba nada. Puedo tener fantasías eróticas con ella. A mi lengua madre la olvidé", confiesa en una entrevista con Télam.
Para Abraham, graduado en Filosofía y Sociología por las Universidades de Sorbonne y Vincennes en París, el acto de pensar requiere sorpresa y cuestionamiento, y según menciona en este exquisito "diario" uno mismo puede convertirse en un blanco polémico para la reflexión. El autor, que además cuenta con distinciones como el título de profesor honoris causa de la Universidad Nacional de Salta y doctor honoris causa de la Universidad Tibiscus en Timisoara, sostiene que la filosofía se genera a través de la lectura y el proceso de reflexión personal que se desencadena a partir de las palabras de los textos que lee. Bajo esta premisa, se desplazan por estas páginas su mirada al entorno y sus lecturas.
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Con más de veinte libros en su haber, sus obras más recientes incluyen "La matanza negada (autobiografía de mis padres)" (2021), "Aburrimiento y entusiasmo" (2021), "La máscara Foucault" (2019), "El deseo de revolución" (2017), "Mis héroes" (2016), "La dificultad" (novela, 2015) y "Shakespeare, el antifilósofo" (2014). Además, ha abordado temas relacionados con la política argentina en obras como "Historias de la Argentina deseada", "La aldea local", "El presente absoluto" y "La lechuza y el caracol". En 2004, fue galardonado con el Premio Konex al ensayo filosófico.
En "Diario de un abuelo salvaje" el lector encontrará un recorrido que va desde la muerte de la madre del "abuelo" a los elogios del libro "Las malas" de Camila Sosa Villada, pasando por reflexiones sobre los temas que atrapan a los humanos, desde el amor a la vejez.
-Télam: En "Diario de un abuelo salvaje" se dice que el formato diario tiene un encanto, hay varios mencionados. ¿Qué formatos tuviste en cuenta al escribir este libro?
-Tomás Abraham: No tuve en cuenta ningún formato, ni de diario ni de nada. Escribía cada día durante la pandemia y la pospandemia, desde julio del 2020 a febrero del 2023. Recién en octubre del 2022 pensé en el formato libro, y luego en la palabra "diario". En un principio ni siquiera en "diario", ya que el primer título fue "Un profesor que dejó de estudiar en tiempos de pandemia". La editorial juzgó que era largo y soso, así que recordando que durante la pandemia nos habían tratado en todos los medios de "abuelitos", reconsideré el título.
-T.: ¿Creés que el pensamiento durante la enfermedad y la pandemia llevó a reflexiones diferentes, más poéticas o mejores, en comparación con otros momentos de sanidad?
-T.A.: Vade retro!! Si es que hay que escupir sangre para ser poeta mejor poner un almacén. Pienso en Thomas Bernhard - uno de los escritores que cito en mi libro - y en su "El sobrino de Wittgenstein", en Kafka o en Gombrowicz que decía hartarse con las cursilerías de los filósofos que hablaban del ser para la muerte cuando lo que nos atraviesa como seres vivos es el sufrimiento por enfermedades, o en Hanif Kureishi, que desde enero está internado sin poder moverse.
En mi libro la enfermedad está presente, a nivel personal, y lo fue a nivel planetario. No sé si nos da otra perspectiva, quizá sí, ¿mejores?.... Adhiero al lema: basta la salud.
-T.: En este "diario" tan especial se habla de la necesidad de la biblioteca de papel, pero también se menciona el Kindle. ¿Cómo es la transición de la lectura en papel a la lectura electrónica? ¿Considerás que la biblioteca de papel sigue siendo necesaria?
-T.A.: Un libro con tapa, lomo, y contratapa, es un ser vivo. Tiene cara. Huele, se desgasta, decolora. Tiene historia y se superpone con la nuestra. Es una ventana por la que miro y hablo con un escritor. La pantalla es neutra, un mero canal de trasmisión. Se define y se destaca por su practicidad.
-T.: A lo largo del libro se deja constancia de que la fantasía y la literatura de ficción son aburridas. Sin embargo, las novelas, cuentos de ficción y el género fantástico tienen mucho éxito en la historia de las civilizaciones ¿Por qué creés que esto sucede?
-T.A.: Leo poca ficción. Mi imaginación se enriquece con las ideas, y mi pensamiento goza con las imágenes que me generan los libros de historia y las biografías. No hay como una prosa documentada que me haga viajar por otros mundos y me saque de mí mismo. El género que más me gusta es el ensayo novelesco, el que combina conceptos teóricos con escenas ordinarias.
-T.: ¿Las religiones qué lugar ocupan en ese imaginario de ficción y no ficción?
-T.A.: Religiones como la mesopotámica, la nuestra, son mitos y leyendas que se modifican con la trasmisión. Combinan una épica y un mensaje moral. Hay religiones más sutiles, con divinidades menos antropomórficas, que se sostienen en un ascetismo disciplinario con fines de conocimiento.
Por lo general, la palabra "ficción" es de un contenido muy pobre. Un pariente pobre de la palabra "verdad", que ya es pobre de por sí.
-T.: En un momento mencionás que querías ser como Jean-Paul Sartre. ¿Cuál es el lugar actual del filósofo francés en tu imaginario y qué influencia tuvo en tu vida?
-T.A.: Yo lo quiero a Sartre, le dediqué uno de mis libros mejor saturados, "El deseo de revolución". Su prosa publicada desde 1943 a 1947, es un modelo para mí. "Las palabras", de 1960 es un libro exquisito. Sus últimos años, desde que se queda ciego, fue una revelación. El resto, sus devaneos ideológicos entre el Partido y los grupos de fusión, la praxis y lo serial, es un bla bla.
-T.: En la primera mitad del libro, Mario Levrero ocupa un lugar fundamental de reflexión y lectura, mientras que en la segunda parte se lee y reflexiona alrededor de Jean-Bertrand Pontalis. ¿Cómo es tu lectura de estos dos autores diversos?
-T.A.: Nada más lejano que la distancia que media entre el pulcro y delicado Pontalis y la roña en la que vive el angelical Levrero. Dos escritores de lujo, uno que lee Lacan y filosofía gourmet, el otro, novelas policiales clase B y come guisos fríos y grasientos. "Ventanas" y "La novela luminosa" son dos joyas.
-T.: En una confesión, decís que no tenés lengua materna, sino que el castellano es como una madrastra. ¿A qué te refieres con una lengua madrastra y no materna?
-T.A.: Me refiero a que madre hay una sola, y en mi caso es la lengua húngara. Nací en Rumania y mi primera palabra - según me dijeron - fue "vonat", tren. El castellano fue el idioma fuera de casa. Lo hablé mal porque era tartamudo, y porque mi vocabulario era escaso. De grande lo conquisté con la filosofía, la lectura, y escribiendo. Quiero a mi madrastra, no siento que le deba nada. Puedo tener fantasías eróticas con ella. A mi lengua madre la olvidé.
-T.: En un momento decís que tu vida no es interesante porque no tuvo épica. ¿Creés que la vida debe tener una épica? ¿Cuál creés que es la épica de vivir o de estar vivo?
-T.A.: La épica de un individuo es una apreciación que los otros pueden tener de nosotros. Haber participado del Mayo Francés o haber filmado una porno en Tokio, o hacer yoga en las orillas del Ganges, a otros les puede parecer una gran aventura. Sin embargo digo que mi vida no tuvo épica, soy un hombre sentado. Y considero que si de épica hablamos, mi trabajo en la fábrica textil de mi padre fue una epopeya. Como lo fue la pandemia.
-T.: El libro comienza con la muerte de la madre de un hijo de 72 años, "el abuelo salvaje". ¿Reflexionaste sobre la idea del "hijo viejo"?
-T.A.: No reflexioné porque no tuve tiempo. Ser hijo a cargo de sus progenitores a los setenta, ocuparse de la salud de dos padres dependientes o postrados, es una tarea continua y exigente. Tuve la suerte de haber tenido padres independientes y sanos hasta que ellos tuvieran una edad avanzada, y ser un abuelo cuyo padre le advertía que hacía frio y saliera abrigado y una madre que le cocinaba el goulash que más le gustaba.
-T.: Elogiás "Las malas" de Camila Sosa Villada. ¿Por qué este elogio ocupa un lugar importante en el libro? ¿Qué cambió en tu mirada sobre las travestis después de leerlo y cuál es su importancia para la lectura?
T.A.: Me cambió el artículo "Los" por "Las", nada menos.
- T.: Por último, ¿te gustaría ser recordado en el futuro como un gran filósofo o, como mencionás en el libro, por ser parte de la historia argentina por los hilos "Tomasito"?
-T.A.: Gran filósofo es mayúsculo, Tomasito es minúsculo. Si los combino.... ¿qué dan? ¿Un filosofito y un Tomasote?
Con información de Télam