(Por Martín Piqué) El escritor mexicano y director general del Fondo de Cultura Económica (FCE), Paco Ignacio Taibo, artífice de la flamante reedición en América Latina del libro "La patria fusilada", de Francisco Urondo, contó a Télam las iniciativas de promoción de la lectura que se realizan en su país y desmenuzó algunas de sus obsesiones narrativas, como su predilección por los personajes "antiimperialistas y al mismo tiempo heréticos", sean de ficción o reales, como Ernesto Guevara y Pancho Villa, y el uso de lo que él llama "malicia literaria" para despistar o desacomodar al lector.
Autor de una vasta obra de novelas y libros de no ficción, con una reconocida devoción por la novela negra que lo llevó a ser el gestor del festival cultural Semana Negra de Gijón, Taibo asumió el desafío de gestión más importante de su vida cuando el 1 de diciembre de 2018 aceptó la propuesta del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, para dirigir el FCE, organismo del Estado mexicano que se financia con partidas públicas y venta de libros, y en el que trabajan mil personas, con 115 librerías en ese país y otras 20 repartidas por América latina, España y hasta en el sur de EEUU.
Durante una reciente visita a Buenos Aires, el escritor y editor -que nació en Asturias pero emigró a México junto a su familia cuando tenía diez años, para luego naturalizarse mexicano- recorrió la Feria del Libro y estuvo en la Universidad de San Martín (Unsam), donde además visitó una biblioteca popular creada en la villa La Cárcova por Waldemar Cubilla, sociólogo egresado de la Unsam que estuvo preso y ahora coordina una iniciativa de promoción de la lectura.
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Taibo, cuyo nombre completo es Francisco Ignacio Taibo Mahojo, escribió dos monumentales biografías sobre Guevara y el líder de la Revolución mexicana Pancho Villa, como también una tercera del revolucionario cubano Antonio "Tony" Guiteras, caído en combate en 1935, libros que reúnen uno de los rasgos comunes de su obra de no ficción, la de contar historias de antiimperialistas que resultaron incómodos para "el santoral de la izquierda".
En este último viaje a la Argentina, el director de FCE presentó el reeditado libro de Urondo sobre la masacre de Trelew junto a los periodistas Daniel Riera y Osvaldo Aguirre más Ángela Urondo y Raquel Camps, hijas del propio Urondo y de Alberto Camps, uno de los tres sobrevivientes del fusilamiento en la base naval de agosto de 1972, un hecho del que se cumplirán 50 años el próximo 22 de agosto.
En la presentación de "La patria fusilada", Taibo describió su vínculo personal con "la tradición perdida en la zona de niebla de escritores argentinos que hicieron literatura a partir de eso que se ha dado llamar nuevo periodismo", una categoría en la que incluyó a Urondo, a Osvaldo Bayer y a Rodolfo Walsh, de quien tiene un retrato colgado en su estudio, colgado en la pared que está atrás de la silla que usa para escribir.
Y cuando los visitantes que ingresan a su lugar de trabajo ven la foto de Walsh pero sin saber de quién se trata, porque "la gente no lo reconoce en México", suele ocurrir, contó, que le pregunten por la identidad del fotografiado, ante lo cual él, invariablemente, contesta: "Es el jefe, compadre".
"A Walsh lo seguí muy de cerca, es uno de mis maestros, para bien y para mal. Discutí con algunos momentos de su vida, en los que dice: 'Esta es la hora de la militancia y no de la literatura'. Y yo siempre le dije: 'Te equivocas, te equivocas, la literatura no es antagónica con la militancia, aunque a veces la literatura te roba tiempo para la militancia, así como la militancia te roba la vida'. Pero estaba equivocado en eso, eso es malo", dijo en la entrevista.
Entre tabaco y latitas de Coca Cola como dieta estimulante, Taibo habló con desparpajo, reconocimiento y graciosa impunidad sobre Borges, Marcel Schwob, Cortázar, Agatha Christie, el alemán Karl May -que desde la literatura anticipó el género western del cine-, George R.R. Martin , creador del universo de "Juego de Tronos", David Viñas y el griego Stratís Tsirkas, autor que releyó recientemente y que, resumió, "le voló la cabeza".
"Cuando me dicen que la literatura de aventuras está en el terreno de la evasión, mi generación respondió rápidamente diciendo que sí, que está asociada a las 'evasiones', a cuando te fugas de las cárceles; porque la literatura de aventuras está en el terreno de la libertad. Un autor norteamericano al que estimo profundamente, Philip Joseph Farmer, solía decir que 'lo único democrático es el inconsciente'. ¿Qué fase rara, freudiana, es esa? Pero, de repente, descubro que con el inconsciente se refería a las novelas de aventuras que había acumulado en su juventud", contó el mexicano sobre una de sus obsesiones, junto al policial negro, en el campo literario.
Eso explica que en el año 2010 haya publicado "El retorno de los Tigres de la Malasia", una novela que puede leerse como un homenaje a dos héroes de Emilio Salgari como Sandokán y el portugués Yáñez, rebeldes que desafían al colonialismo del imperio británico, pero al mismo tiempo es un compromiso personal con una de sus pasiones.
Al referirse a Sandokán o Yáñez, pero de modo implícito también a Guevara o Pancho Villa, Taibo reivindicó las palabras "romántico" y "aventurero" pero además los asoció a una doble condición de "antiimperialistas y heréticos", figuras que están lejos del "santoral de izquierda" que asume las biografías "como un eslogan", personajes que fueron y siguen siendo criticados desde miradas de la historia que juzgan la historia extirpándole el "contexto".
-Télam: ¿Por qué el Fondo de Cultura Económica decidió reeditar "La patria fusilada" de Urondo en América latina?
-Paco Ignacio Taibo: Urondo tenía esa combinación de periodista, recolector de historias y militante, de los escritores argentinos que hicieron literatura desde el nuevo periodismo. Fíjate que me tengo como misión rescatar los escritos periodísticos de Urondo para encontrar más huellas de todo esto. Además, yo seguí muy de cerca a Walsh.
-T: ¿Cómo es la anécdota del retrato de Walsh en su estudio? Usted suele decir que él siempre lo está observando...
-PIT: Me mira. Pero no es una mirada censora, es una mirada discutidora. Me dice: "¿Por dónde vas?" "¿Qué estás haciendo?" Cuando me preguntan "¿Quién es ese?", por Walsh, yo respondo: "Ese es el jefe, compadre". No solo por "Operación Masacre", "¿Quién mató a Rosendo?" o "El Caso Satanowsky". Por "Esa mujer" y "Ese hombre", esos dos cuentos valen oro. A Walsh le seguí las huellas en lugares donde no se las habían seguido, como Cuba, el tiempo que pasó en Cuba. Sus encuentros con (Jorge Ricardo) Masetti. Prensa Latina y cuando le encargan la tarea de descifrar los códigos de la posible invasión a Bahía de Cochinos. Con Walsh discutí con momentos de su vida. O por el tipo de cuentos policíacos que le gustaban, que estaban muy marcados por la tradición del Séptimo Círculo de Borges y Bioy. Y yo le digo "no va por ahí, olvídate de los clásicos ingleses", si era traductor de (Raymond) Chandler. Y luego, vaya, está (Osvaldo) Bayer. Que llegó en un momento de mi vida en el que yo estaba definiéndome como escritor y Bayer dijo: "Hay una manera de contar la historia, otra manera de contar, con técnicas narrativas, con técnicas periodísticas". Y me devoré "Los vengadores de la Patagonia" y sus historias de anarquistas perdidos. Y luego el de (Severino) Di Giovanni es mi libro de cabecera. Cuando nos conocimos con Bayer, él estaba contentísimo: había leído "El Che" (la biografía de Taibo) y me quería y yo había leído sus libros y lo quería mucho. Fue una de las reuniones más divertidas que tuve en mi vida: estábamos en su casa, íbamos por un pasillo y, conforme íbamos hablando, se caían los libros sobre nosotros, porque las bibliotecas estaban endebles y saturadas. Yo en mi adolescencia me formé leyendo autores argentinos.
-T: ¿Qué otros, por ejemplo?
-PIT: Viñas, colega. Para mí, es un wow. Es serio, y desde luego Cortázar. Borges no, curiosamente a Borges llegué más tarde y con resabios políticos.
-T: Puede ser que un sector de la izquierda y de lo que aquí se conoce como campo popular, en el pasado, haya llegado tarde a Borges por eso mismo.
-PIT: El dueño de mis lecturas soy yo. En cambio, cuando soy editor dejo de ser el dueño de mis lecturas me vuelvo el director de una editorial de amplio criterio, de apertura no sectaria. Porque creo que cualquier forma de censura es un boomerang que cae sobre tu cabeza. Tú empiezas censurando a uno por reaccionario y terminas censurando a uno porque se te dio la gana. La censura es veneno. Nunca. Eso sí, con el rol de lector hay una diferencia muy clara. Yo soy el dueño de mis lecturas. Yo elijo qué leo en la noche. Pero volví a Borges más tarde. Y para desgracia de Borges, comparándolo con Marcel Schwob, me gusta más este (ríe). Pero el cúmulo de autores argentinos siempre fue potente.
-T: ¿Cuál fue el último libro que, usando sus palabras, "le voló la cabeza?
-PIT: Hice una relectura de la trilogía de Stratís Tsirkas, y dije: "Uy, estos son palabras mayores". No solo por los escenarios cambiantes, sino por algo que estimo profundamente cuando leo, que es la malicia literaria, que significa asumir que el lector no es el propietario de tu libro. El lector es alguien que te acompaña, entonces dale palos para que no se sienta a gusto. Desconcertalo. ¿Sabes que odio con odio apache? Las novelas que a partir de la página 30 ya sabes cómo van a terminar.
Con información de Télam