(Por Milena Heinrich) El artista holandés radicado en Argentina Rob Verf presenta en la galería Nora Fisch tres pinturas basadas en la obra "Los comedores de patatas" de su compatriota, el maestro Vincent Van Gogh, para poner en tensión los efectos de lo que consumimos a partir de una serie de obras abstractas de color rojo artificial que aluden al colorante rojo 40, uno de los más utilizados en alimentos pigmentados.
Siempre al cruce de las intersecciones entre consumo, contaminación y arte, como lo hizo con su proyecto sobre la basura y objetos de descarte que mostró el año pasado en el Bellas Artes, Verf detiene su mirada ahora en los aditivos químicos de la industria alimenticia y en el consumo acrítico, "sin conciencia", en la alimentación contemporánea.
"El sabor del rojo", como se llama la serie que inauguró el sábado pasado, reúne tres pinturas abstractas, casi surrealistas, inspiradas en "Los comedores de patatas", obra emblemática de Van Gogh en la que una familia campesina se reúne alrededor de la mesa para comer lo que cosechó.
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La muestra está emplazada en el primer piso de la galería Nora Fisch (avenida San Juan 701), concebida como una instalación y evoca el orden de lo doméstico al que refiere la obra de Van Gogh y la acción de comer. Las tres pinturas están colgadas en tres paredes y en el centro del espacio hay un bowl con caramelos rojos. ¿Alguien se animará a comerlos después de conocer los efectos en el cuerpo del colorante al que refiere Verf?
"Cuando era pequeño, a comienzos de los años setenta, en los Países Bajos, no había indicaciones en los paquetes de los caramelos o en la comida. Yo era un niño hiper activo, comía muchos caramelos, bebía mucha limonada coloreada. Tenía una energía completamente descontrolada, explosiva, no podía dormir en la noche, tenía tremendas pesadillas, pasaba de un tema a otro sin poder concentrarme. Eran síntomas de hiperactividad. Cuando cambié mi alimentación mi comportamiento cambió", revela en diálogo con Télam.
Radicado hace más de dos décadas en Argentina, el artista holandés asegura que "pensar en lo que comemos" supone ser conscientes de la toxicidad de la industria alimentaria, la desigualdad, la contaminación del medio ambiente y el consumo descarnado. "Mi pintura -advierte el Verf- no es moralizante. Lo que quiere proponer es una observación crítica o reflexiva".
Y agrega: "Quiero que la pintura plantee un interrogante. Y en el caso de la instalación una tensión entre el deseo de comer esos caramelos tan atractivos, y la distancia que produce la pintura. Busco crear una situación. No es una pintura didáctica, no quiero enseñar o transmitir un mensaje que vaya en una única dirección. Lo que quiero es poner o sumergir al público en una situación contradictoria, reflexiva".
-Télam: Las tres obras se inscriben en un proyecto sobre el efecto del consumismo sin conciencia. ¿Acaso el consumo en términos contemporáneos no está mediado por su carácter de poco reflexivo?
-Rob Verf: No somos conscientes de lo que contienen los alimentos que consumimos. Incorporamos esos productos sin que seamos capaces de determinar con certeza sus consecuencias para el cuerpo humano. Pensamos que sabemos, ya que el envoltorio de los productos nos informa. Pero ¿sabemos lo que eso significa? Cuando se nos informa que un producto es saludable, ¿qué significa ese logo? Cuando era pequeño, a comienzos de los años setenta, en los Países Bajos, no había indicaciones en los paquetes de los caramelos o en la comida. Incluso consumíamos polvos de colores que eran completamente artificiales, pero tenían un sabor maravilloso. Yo era un niño hiper activo, comía muchos caramelos, bebía mucha limonada coloreada. Tenía una energía completamente descontrolada, explosiva, no podía dormir en la noche, tenía tremendas pesadillas, pasaba de un tema a otro sin poder concentrarme. Eran síntomas de hiperactividad. Cuando cambié mi alimentación mi comportamiento cambió. El azúcar, los dulces, eran tóxicos...
-T: ¿Y cómo entendés la operación de materializar en el trabajo artístico problemáticas y reflexiones sociales?
-R.V: Esta obra procesa esa experiencia, pero en términos contemporáneos. En cada pintura puede identificarse un niño en el frente. La instalación es una observación de lo que me sucedió en el pasado que proceso desde la pintura. Partí de los comedores de papas, un cuadro clásico del arte holandés, pero elaborado en mis propios términos. Las tres pinturas están tensadas por un bol con caramelos rojos en el centro de la instalación. El impulso es agarrar uno. Probablemente muchos lo hagan. Pero ¿qué contienen esos caramelos? En sus envoltorios ni siquiera se informa.
Una obra de arte es una reflexión sobre la sociedad en la que vivimos, una imagen-espejo de la sociedad. Sobre el consumismo. Pero es una reflexión elaborada en términos plásticos. Parto de Van Gogh para elaborar visualmente una situación contemporánea.
T: El rojo hace referencia al pigmento químico utilizado en la industria alimentaria, un colorante permitido en la alimentación humana pero no en la animal. ¿Cómo llegaste a esta indagación?
-R.V: Las tres pinturas tienen el mismo título, "Los comedores de Rojo 40/ E-129". El colorante rojo 40 es uno de los que más se usan en los alimentos pigmentados. Se considera que tiene relación con alergias, migrañas, y desórdenes mentales en los niños. Se hace a partir del petróleo. En tanto para las organizaciones de la salud el rojo 40 es considerado levemente tóxico. Sin embargo, produce diversos desordenes, desde la alergia al cáncer. En 2006 se estableció en Europa que su uso en los alimentos debe ser advertido, y no está permitido en la alimentación de los animales. Al mismo tiempo, en Estados Unidos se usa en la comida tanto de los animales como de las personas.
En estas pinturas conecto una experiencia que tuve en mi infancia con la investigación contemporánea sobre la toxicidad de los pigmentos. Parece demostrada, pero la industria alimentaria es contradictoria. Esa situación está en las pinturas.
-T: Es una serie que dialoga o evoca "Los comedores de patatas" de Van Gogh ¿por qué te interesaba retomar esa obra y el artista?
-R.V: Van Gogh pintó granjeros, una escena social que quiero reproducir. Uso esta pintura porque su pintura nos sumerge en esa situación, todos alrededor de la mesa, bajo una lámpara que unifica a la familia, como un ojo, un dios, mirando hacia ellos alrededor de la comida, elevando la comida que están comiendo. Incluso en un sentido religioso. Retomo esa pintura proponiendo una comparación entre esa comida y lo que comemos hoy, verdaderamente tóxico. Utilizo su instalación, su situación, pero busco atrapar en la pintura la tensión del color rojo, que es el centro. Una subversión de ese sentido sagrado que está en Van Gogh, a través de colores metálicos, creando un entorno frío. Esto resalta el rojo. Lo exalta. Quiero que el rojo impacte en el espectador. Quiero crear una atracción y una distancia, una percepción artificial. Busco crear un clima. Las figuras están reducidas casi a huesos. El rojo entra en sus cuerpos, están convirtiéndose en rojo. El color los carcome, absorben el color. Este es el proceso de la pintura, un proceso de distanciamiento desde una pintura del pasado a una pintura que propone un pensamiento sobre el mundo contemporáneo.
-T: ¿Qué potencia o singularidad tiene el ojo artístico para ver en este caso algo que es una problemática invisibilizada, la de consumir sin conciencia?
-R.V: Por supuesto que si lees un artículo científico o informativo sobre estos temas vas a tener una explicación detallada, razones, argumentos. La pintura no aborda estos problemas desde una perspectiva científica. Lo que busca la pintura o el arte es abordar estas contradicciones (entre salud y toxicidad) desde una situación plástica. Entre el objeto y la pintura. Entre la pintura del pasado y estas pinturas. Quiere encender el pensamiento sobre estos temas desde una situación que es plástica pero que es también afectiva. La pintura se introduce en ese problema, pero desde la situación plástica. La distancia, la abstracción, el trabajo del color, y, sobre todo el espacio. Porque ese espacio representado es un espejo plástico de nuestro espacio. Nada es literal, pero la tensión entre un problema social y el espacio plástico provoca una situación de distancia reflexiva.
Con información de Télam