Nelly Richard: "No existe una forma única de entender el arte político o lo político en el arte"

23 de agosto, 2022 | 15.30

(Por Marina Sepúlveda) Con distintas urgencias coyunturales político sociales y a horas de recibir el Doctorado Honoris Causa por parte de la Universidad de Buenos Aires, la crítica y ensayista chilena Nelly Richard sostiene que “lo político, lo crítico y lo estético" han sido los "nudos" que ha querido deshacer y rehacer a lo largo de un trayecto ensayístico que se inició en dictadura y que se topa hoy, revuelta mediante, con la coyuntura política del plebiscito que dentro de dos semanas sondeará la voluntad de la sociedad chilena para definir una nueva Constitución

Teórica, crítica y ensayista, Richard (1948, Caen, Francia) es ampliamente reconocida en el ámbito de los estudios culturales y el feminismo. Egresada de la carrera de Letras modernas de la Sorbona (París) y radicada en Chile en la década de 1970 desarrolló diferentes proyectos relacionados a la teoría y la crítica en las artes visuales. Fundó y dirigió la Revista de Crítica Cultural (1990-2008), y coordinó la cátedra Políticas y estéticas de la memoria del Centro de Estudios Museo Reina Sofía de Madrid (2019-2021), entre otras actividades académicas y culturales que la tienen como referente.

Es autora de numerosas publicaciones, entre las que se encuentran "Zonas de tumulto: memoria, arte, feminismo" (2021), "Abismos temporales. Feminismo, estéticas travestis y teoría queer" (2018), “Latencias y sobresaltos de la memoria inconclusa” (2017), “Diálogos latinoamericanos en las fronteras del arte” (2014), “Crítica y política” (2013), “Crítica de la memoria” (2010), “Feminismo, género y diferencia(s)” (2008 / 2018), entre otras.

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En la entrevista que dedica a Télam, Richard toca temas ineludibles como la situación en Chile y la nueva Constitución, la revuelta del 2019, la extensa transición democrática, los feminismos y la necesidad de aunar fuerzas con otros sectores, entre otros temas que se articulan con su trayectoria o sus consideraciones sobre el pensamiento crítico que entrelaza política, memoria, resistencias, pensamientos que impactan en lo cotidiano desde vivencias retroalimentadas.

El jueves a las 18, la ensayista recibirá el Doctorado Honoris Causa en Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires(UBA). Como cierre, ofrecerá una conferencia titulada “Tramas: lo político, lo crítico y lo estético”.

¿Cuáles son los “nudos" que le hacen reflexionar sobre el lugar de creación y pensamiento crítico? “La figura del´nudo´nos habla de hilos entrelazados que se pueden soltar o apretar. Lo político, lo crítico y lo estético han sido los ´nudos´que he querido deshacer y rehacer a lo largo de un trayecto ensayístico que se inició en dictadura y que se topa hoy, revuelta mediante, con la coyuntura política de un plebiscito por una nueva Constitución”, afirma.

“Mi interés ha sido constante en abordar estas categorías o repertorios -lo crítico, lo político y lo estético- en términos de asociaciones pero, también, de quiebres y disociaciones. ¿Cuáles son las tramas que comparten lo político y lo estético y cómo se diferencian sus figuras y operaciones en el orden de las transformaciones sensibles, del compromiso ético con la memoria y la justicia, de la emancipación de la subjetividad y del trabajo crítico con aquello que convoca la imaginación? Estas son las preguntas que me sigue interesando abordar”.

-Télam: ¿De qué manera se puede leer desde el presente el arte chileno como memoria y resistencia crítica?

-Nelly Richard: Bien es sabido que el arte se siente especialmente urgido al toparse con situaciones desesperadas o convulsionadas. Mis primeros textos datan de los ochenta y giraban en torno a las prácticas artísticas de la llamada Escena de Avanzada que, en Chile, se caracterizó por el experimentalismo neovanguardista de sus intervenciones con el cuerpo y la ciudad en un país militarizado donde regía la persecución y la censura.

Eran prácticas artísticas de riesgo que, desde el campo antidictadorial, diseñaban maniobras de oposición y resistencia creativas al enmarque autoritario y totalitario que asfixiaba las mentes. Durante la transición, operaron el consenso y el mercado como dispositivos de integración a la “democracia de los acuerdos” y a una sociedad de mercado que se propusieron, ambas, silenciar la memoria del pasado traumático de la dictadura para que no chocara con el frenesí del consumo. El arte político y crítico se propuso, entonces, rastrear las huellas de la memoria rota de la dictadura trabajando sobre la figura de la desaparición, de lo ausente-presente, del duelo y de la pérdida. La transición normalizó lo social y burocratizó lo cultural; el arte se profesionalizó y se academizó según reglas guiadas básicamente por el éxito. El desafío para la crítica era cuestionar el régimen de disciplinamiento político y cultural que estaba uniformando los imaginarios sociales con sus imágenes en serie que fabrican mundos lisos.

Hoy, venimos saliendo del contexto de la revuelta social cuyos grafitis convirtieron a la ciudad en un diario mural y que dio lugar a llamativas performances tal como ocurrió con Las Tesis o La Yeguada Latinoamericana. Irrumpieron poéticas festivas y populares. Lo crítico pareció haber quedado subsumido bajo el imperativo de lo “político” que se entendió como réplica de la expresividad protestataria y contestataria que se propagaba en las calles. Prevaleció, entonces el formato colectivo de obras de intervención directa que tuvieran un alcance comunitario.

-T: En línea con lo anterior ¿Qué espacio tiene el análisis crítico que propone en sus textos para comprender esa articulación entre arte, política, memoria y feminismo?

-NR: Hace más de cuarenta años que escribí mis primeros textos sobre “arte y política” y ha cambiado significativamente la estructuración del campo de las prácticas y discursos, y los debates teóricos en torno a la función del arte. Pareciera que lo que se reconoce hoy como “arte político” va asociado a obras de denuncia anti-capitalista, anti-racista o anti-patriarcal; obras que toman partido por identidades estigmatizadas o bien que se sumergen en la comunidad con mecanismos interactivos a cargo de agentes socio-culturales. Pero existen también otras formas de comprender lo político en el arte: aquellas que trabajan con la imagen y sobre la imagen para hacer que el pensamiento estético genere rupturas simbólicas de percepción y entendimiento. Estas rupturas sirven para cuestionar el régimen visual del capitalismo neoliberal, sometiendo a reflexión el ejercicio de la mirada para que sospeche de la transparencia comunicativa. No existe una forma única de entender el arte político o lo político en el arte, ni tampoco las relaciones entre arte y política. Existen estrategias múltiples de intervención estética que, según los tiempos y lugares, se ponen a prueba en una tensión activa con sus respectivos contextos para desacomodar el modo en que las hegemonías culturales buscan imponer sus poderes y representaciones.

-T.: ¿Qué cambios observa en Chile a partir de las protestas populares de 2019 que desencadenaron una sucesión de eventos -más allá de la feroz represión- que llegan con un cambio de la gestión y abordaje político, la puesta en cuestión de los valores heredados de la dictadura? ¿Podría representar realmente un respiro? ¿Es la mirada de los feminismos una respuesta?

-NR: La revuelta social del 2019 lo trastocó todo; la gobernabilidad, las vidas cotidianas, la ciudad y sus monumentos, la memoria de la historia, la racionalidad política. Nada quedó en su lugar. El “pueblo”, cuya categoría había sido reemplazada durante la transición por la "gente”, recuperó su protagonismo como agente de cambios al ocupar masivamente las calles. Chile entero se convirtió en el escenario de protestas que manifestaron su rechazo al modelo neoliberal heredado de la dictadura con su lógica económica que explota a los más necesitados a través de la deuda y el crédito. También hizo crisis el sistema de representación de una democracia formal, no participativa, cuyas restricciones y exclusiones marginaron a vastos sectores de la población convertidos en mayorías silenciosas. La revuelta tuvo un carácter destituyente en el sentido del querer revocar-derogar todos los aparatajes de poder que habían capturado las energías transformadoras de la ciudadanía tras el llamado político-institucional a mantener el status quo.

- ¿Cómo incidió la pandemia en este proceso?

- NR.: En el 2020 apareció la pandemia, haciendo que la efervescencia de la protesta se disipara. El gobierno neoliberal de Sebastián Piñera aprovechó las cuarentenas para ejercer vigilancia sobre la ciudad decretando un estado de excepción que volvió a colocar a los militares en las calles, resucitando así el tenebroso recuerdo de la dictadura. Pese a que el tiempo parecía haberse vuelto estacionario durante los largos meses de la pandemia que vació las calles e inmovilizó los cuerpos sustituyendo la exterioridad pública por la interioridad privada, se organizaron nuevamente las fuerzas políticas y sociales para votar en un plebiscito nacional que le diera inicio a la redacción de una nueva Constitución. La suma de los reclamos contra la salud, la educación, el trabajo, las pensiones, que se manifestaron con rabia durante la revuelta para denunciar los abusos neoliberales, reforzó la necesidad de que se cortaran los amarres de la Constitución de 1980 redactada bajo la dictadura.

El itinerario resultó complejo, lleno de encrucijadas, pero finalmente triunfó el Apruebo con el 80% de una votación que se decidió por una Convención Constitucional. Después de un año, se someterá su propuesta de nueva Constitución a un plebiscito que tendrá lugar el próximo 4 de septiembre. Confío en que gane el Apruebo, pese a que la ultraderecha, la derecha y el progresismo neoliberal han alimentado con odio y mentiras una campaña mediática hecha para activar fantasmas de caos y destrucción en torno a la irrupción de lo nuevo.

Con información de Télam

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