(Por Marina Sepúlveda) La artista Karina Peisajovich presenta en la galería Herlitzka del barrio porteño de Recoleta una muestra, en la que propone un regreso a la pintura como en los 90, y da vuelta las telas, se escapa por los bordes y texturas, capa sobre capa de óleo marcando una especie de diálogo que desafía tensiones y discurre entre cuadros abstractos y figurativos.
La exposición de una decena de pinturas a las que vuelve Peisajovich, conocida por sus autorretratos de los años 1990 que cedieron terreno a la experimentación del espacio, la luz y el color volcadas en las instalaciones que fue desarrollando en las dos últimas décadas, representan un nuevo tipo de abordaje de la materia propiciado por la pandemia, que la llevan a tener su primera exhibición individual en la galería Herlitzka & Co.
"Sin techo y sin ley" nombre que toma la artista como título de su muestra es solo una excusa, un estado de ánimo, una posibilidad de experimentar, anclada en esas palabras de la película "Sans toit ni loi" (1985) de la cineasta francesa Agnès Varda, que parecen alentar una libertad contenida.
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"Me dejé llevar por el deseo y el impulso, la materia y el color", dice la artista" sobre la experiencia de volver a pintar tras la pandemia, donde aparecen la distancia de su búsqueda con la luz, el color y el tiempo en una expansión sobre el propio espacio con las instalaciones que fue desarrollando durante los últimos años: "Título de propiedad" (2016) intervención sobre la Casa de América en Madrid, "El aire tomará esta forma" (2013) en el Museo Moderno de Buenos Aires, "RGB/CMY" en Arteba (2011), "Paisaje doméstico" (2002) o "Espuma" (2000), entre otros, desde esa instalación inaugural de 1999, en Belleza y Felicidad.
"Había visto la película y no me podía sacar el título de la cabeza", y si bien "no es un homenaje a Agnès Varda, es un reconocimiento a un pensamiento. Me parecía que no tenía que luchar contra eso, que podía ser una guía de la obra", explica Peisajovich sobre la elección del nombre para su muestra.
"Para esta muestra tuve un gran deseo de pintar, venía trabajando en dibujo y mayormente con luces durante los últimos 20 años, pero me formé como pintora y mi primer cuerpo de obra fue la pintura", expresa la artista.
La experimentación que la llevó a construir desde la luz y la sombra con objetos, proyecciones y pinturas sobre techos, suelo y paredes, algo muy ligado a lo escenográfico, es parte de su búsqueda. "Transgredir un poco las normas que siempre están", tiene que ver con que "uno no encuentra nada si no se pone en esos lugares de incertidumbre, de riesgo", dice Peisajovich.
"Me parece que si no genero nuevas experiencias el arte no tiene sentido. El artista tiene que sentir ese movimiento, el presente", porque "no es un grupo de obras que se aíslan -las que presenta- sino que está relacionado con el presente donde están las imágenes y la interferencia de muchos elementos externos todo el tiempo", reflexiona.
"Pintar requiere otros tiempos" sitúa la artista, porque "la pintura pide mucho, requiere tiempo físico y tiempo mental de meterse y no salir. Uno puede dibujar todo el tiempo, es un medio muy noble, pero la pintura es muy demandante". Y en ese juego entre quién guía, si la práctica o el artista manifiesta que se trata de "un un juego doble de mantener esa tensión, es eufórico también", porque "en todas las emociones tiene que haber dos partes como para que se genere algo".
Por otro lado, desde la espacialidad de la sala entre las obras "empezaron a surgir fuerzas opuestas, abstracciones, figuraciones, colores y matices, relaciones entre las imágenes, como que en un momento me sentía como esquizofrénica, y de golpe me di cuenta que las pinturas tenían mucha relación sin que sean iguales o parejas", explica.
Allí destacan "Río de Janeiro" (2022) inspirada por la visita al sitio del del artista y arquitecto paisajista Roberto Burle Marx (1909-1994), el retrato de su gato "Marcel", o las capas de óleo superpuesto sobre un lienzo que se expande espatulado como "Mantra" -un color con textura, relieve-, a la que va hasta los bordes y se detiene, en la los juegos con el doblez del lienzo que integra a la obra así como su firma rubricada en el revés de los cuadros.
En el pequeño lienzo "Mundo oscuro" de 2017, la obra menos reciente, dialoga con una suerte de meteorito o "cerebro" jugado en grises con un pequeño cuadro estampado de blanco junto a triángulos dejados sobre una tela usada del revés, dispuesta en su bastidor, o los vibrantes colores geometrizados como homenaje al naturalista carioca, como un "diálogo del lenguaje entre abstracción y figuración", o las sucesivas capas a espátula plena.
"Esta no es una exposición cualquiera de Karina Peisajovich", dice el texto de sala del crítico de arte Santiago García Navarro, porque "nadie que conozca el recorrido de su obra hubiera esperado estas ganas de entregarse a lo desconocido".
Alejada de proyectos en los que investigó "los modos en que la luz genera imagen", la artista "se propuso hacer cuadros con las ideas-sensaciones que le fueran apareciendo, sin importar lo heterogéneas que pudieran llegar a ser ni si iba a ser posible armar conjunto con todo eso".
Tal como refiere la propia Peisajovich, sus pinturas al óleo bien cargadas y trabajadas con espátula, la obligaron a esperar un tiempo de secado de unas dos semanas para poder continuar trabajando los lienzos, y mientras tanto esa simultaneidad pausada la hacia ir de una obra a otra.
"La unidad del conjunto está determinada por el procedimiento" señala García Navarro, y argumenta: "El salto de un género a otro, de la figuración a la no figuración, de la gama del gris a la paleta a pleno, de la composición artesanal, detalle por detalle, a la mancha y a lo informe, exigen más temple y flexibilidad que la realización de un determinado número de variaciones sobre un mismo motivo o idea. Estas decisiones enfatizan la unidad del conjunto", expresa sobre el desafío afrontado por la artista.
Pero qué sucede con la continuidad de la práctica, el vínculo entre este cuerpo de obra más reciente con el previo: "Formalmente pareciera que las cosas son distantes, pero después uno empieza (a percibirlo), primero me puse en una situación de experiencia, empecé a buscar, y lo empecé a reconocer haciéndolo, buscando ver dónde estaba en este momento", y por otro lado indica "son todos temas que ya venía trabajando, el color, el espacio, la imagen. El tema de la imagen era bastante fuerte, ¿cómo se genera la visualidad?, son todas cuestiones que vengo trabajando con la luz".
"Creo que en las obras aparece todo eso, especialmente el trabajo con el color, con la materia, la materia más sutil, la materia espesa, como si hubiera buscado dentro de las mismas ideas los opuestos", explica Peisajovich a Télam.
"Pareciera que la pintura es algo que uno hace así con las manos, pero no, pasa de todo. Venía trabajando en instalaciones, obras con mucha precisión y con proyectos, espacios gigantes, manipulación de luces, espacios y de golpe me encerré en una intimidad, (porque) uno se mete adentro de su alma", refiere sobre esta experiencia.
Karina Peisajovich (Buenos Aires, 1966), estudió pintura en la Prilidiano Pueyrredón y en el taller de Ahuva Szlimowicz, y paralelamente hizo danza y teatro. Participó en residencias para artistas como: Beca Kuitca (1994-1995); ART OMI, International Residency Program (1999); beca Comisión Fulbright/Fondo Nacional de las Artes (Argentina) para el International Studio and Curatorial Program (2002).
En 2012 recibió el Premio Konex en la categoría Instalación de Artes visuales y el Premio Adquisición de Artes Visuales 8M en 2022.
En 1997 creó el seminario sobre color "Solocolor", el taller "Ni lleno, ni vacío: investigaciones sobre el espacio" en 2014 que formó parte del programa para artistas de la Universidad Torcuato Di Tella hasta el 2017, en 2009 participa de la Bienal del Mercosur (Porto Alegre, Brasil), y en 2004 de la Bienal de Lodz (Polonia),
A falta de estudios sobre la Teoría del color que también trabajó Peisajovich, la galería propone una suerte de diálogo entre obras no presentes de la artista con algunas de Osvaldo Romberg (Buenos Aires, 1938, Israel 2019) bajo el título "Taxonomía del color".
Las muestras podrán visitarse en Herlitzka & Co. Libertad 1630, de lunes a viernes de 11:30 a 19, con entrada gratuita hasta el 26 de julio.
Con información de Télam