(Por Dolores Pruneda Paz) El reconocido fotógrafo Juan Travnik, autor de la muestra "Materia", que por estos días se exhibe en la Fundación Lariviere del barrio porteño de La Boca, dialogó con Télam sobre esa exposición y sobre la actualidad de la fotografía en un presente donde las nuevas tecnologías reconfiguran esta práctica y la ponen a diario en cuestión.
En la fundación dedicada a la fotografía latinoamericana, un aggiornado y enorme galpón minimalista de concreto revestido en chapa donde funciona la librería del sello Larriviere, cerca de 50 frentes de casas, muros, esquinas urbanas que Travnik fotografió entre 1980 y 2010 dejan el blanco y negro original para mantener un monocromo nuevo, color, y el formato cuadrado característico de la Rolleiflex también original, reemplazada ahora por una cámara digital, aunque respetando siempre la toma directa.
Puntualmente, "Materia" se expande en el 564 de Caboto, un edificio que está a menos de 10 cuadras de la cancha de Boca, lo que hace que cuando hay partido no abra al público. "La calle se vuelve intransitable", explican desde la librería donde libros seriados dialogan con producciones artesanales y otras de lujo de algunas de las fotógrafas y fotógrafos más destacadas y reconocidos de América Latina.
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Travnik es uno de ellos. Pasando las mesas exhibidoras y las vitrinas se llega a la exposición que curó Alexis Fabris, responsable de los ecos que se pueda encontrar entre las imágenes de Travnik y la pintura informalista, sobre todo argentina: Clorindo Testa, Noemí Di Benedetto, Alberto Grecco, Kenneth Kemble.
"Una corriente donde el trabajo con la materia que construye una imagen tiene fundamental importancia", resume el autor de esas fotos, pero que sobre todo lo conecta "con una actitud": "el informalismo no es sólo una paleta, sino una serie de elementos y actitudes que de algún modo se tienen como rectores", remarca.
Basado en poéticas existenciales, el informalismo violentó los límites de los géneros tradicionales abriendo camino al objeto, las instalaciones y al arte de acción. Esa corriente incorporó a las prácticas artísticas locales procedimientos reñidos con el buen gusto de época, como la espontaneidad gestual y el empleo de materiales de desecho.
Travnik trabajó como fotoperiodista y desde 1978 como fotógrafo publicitario. De 1998 a 2015 dirigió La FotoGalería del Teatro San Martín; desde 2012 dirige el área de Fotografía de la Escuela de Arte y Patrimonio de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam); en 2014 fue nombrado Miembro de Número de la Academia Nacional de Bellas Artes; y desde 2016 dirige la Licenciatura en Fotografía de la Unsam, orientada a fotografía autoral.
En este nuevo trabajo, si hay alguna diferencia con el anterior, alguna nueva mirada, está puesta más allá del color, concentrada en "un afán por correrse del eje del referente", indica el fotógrafo multipremiado, docente y también curador, nacido en Buenos Aires en 1950. Las imágenes son frentes de casas y edificios cerrados, sin figuras humanas alrededor, que retomó para trabajarlas en 2019, pandemia mediante.
"No me interesa que se vean el Obelisco o los Lagos de Palermo, quiero mostrar elementos que por momentos parecen casi escenográficos; creo que las paredes del espacio público se convierten en una gran galería de arte espontáneo donde uno va y pinta, otro va y grafitea, otro tacha, otro raya... y se arman capas que me permiten encontrar, junto con la degradación que sobre eso produce el paso del tiempo, un tipo de imagen que me fascina de una manera que no podría explicar", sostiene.
¿Cómo fue volver a trabajar esas imágenes, ahora con tecnología digital? "Sería absurdo pensar que los cambios que ha producido la irrupción de todo lo que tiene que ver con las pantallas y la manera de acceder a ese enorme e indescriptiblemente variado mundo de Internet, que ha modificado formas de pensar, de mirar y de actuar, no modifica nuestra propia mirada", dice Travnik, quien sigue "adoptando una mirada que piensa y trabaja mucho en el momento de la toma".
"Puedo tener un par de variantes, pero no más, todo lo resuelvo en el momento, en el terreno y en el contacto. Creo que hay una cuestión energética que me conecta con determinadas escenas y trato de apoyarme en eso. Esa sensación de que no puedo dejar de hacer una foto de esto que estoy viendo me lleva a interpretar realidades, yo no hago un registro de lo que veo, y en eso se juega todo", asegura.
En este proceso, "muchas fotografías terminan siendo mejores o peores de lo que uno imagina, pero dejarme llevar por esa atracción inexplicable es lo que de alguna manera me moviliza", dice el autor que ha trabajado mucho en paisajes, Malvinas uno de ellos, escenario de una guerra perdida y paradójica, que le sirvió al país como puerta de salida de una de las dictaduras más cruentas de su historia.
¿Qué son esos paisajes? Para Travnik, la vinculación con los sucesos de nuestra historia reciente y su trabajo "se engloba en el pensamiento de que no hay posibilidad de que el uso de una forma expresiva no tenga un contenido político. Estoy hablando de una actitud, de una forma de pararse ante el mundo. De alguna manera más o menos explícita, los trabajos a veces muestran un sesgo político y, de alguna manera, muestran esos deseos de una utopía imprescindible para una vida mejor".
En este caso, trató de "potenciar la ambigüedad de imágenes que parecen muy descriptivas pero que en el fondo tienen mucho de inasible".
"Si yo pudiese tomar de la mano al espectador y ponerlo frente a la imagen de la esquina que fotografié y le produjera la misma sensación que mirando mi foto, estaría perdido. No tendría sentido haberla hecho. Lo que me interesa es crear en esa imagen una sensación que sea de otra índole, que esencialmente produzca en la persona otra percepción. Eso es lo que me moviliza", asegura.
Sin embargo, agrega, "no podría ignorar que la vida que llevé adelante durante los años de la dictadura -ese Terrorismo de Estado genocida que a veces nos quieren mostrar como una lucha entre dos bandos-, sumado a las vivencias que se tienen con el uso de algunas formas de comunicación que traen de nuevo algunos discursos totalitarios a través de algunas fuerzas políticas, a mí, en lo personal, me afectan y seguramente afectan mis imágenes".
Se podrían hacer algunas consideraciones sobre el tema del tiempo y esta ambigüedad que se plantea en la forma de asir el contenido de una imagen, concede Travnik.
Siguiendo al crítico de arte y pintor John Peter Berger (1926-2017), señala, "uno podría decir que al momento de la toma la fotografía no hay las ambigüedades que la imagen va a ir adquiriendo con el paso del tiempo, ambigüedades que pueden ir creando entre el momento de la toma y el de observación de la imagen" y "en este caso lo que me interesa es que el espectador, cargado de alguna manera con su mochila cultural, interprete, sienta y perciba lo que cada imagen le produce".
Considerando esas tecnologías que marcan el paso de los tiempos y que reconfiguran la práctica fotográfica, poniéndola a diario en cuestión, Travnik habla de qué cosas es una foto hoy.
A su entender hay ahí un fenómeno "interesante" de ser debatido y que tiene que ver con que las tecnologías digitales han puesto en las manos de mucha más cantidad de gente que antes la posibilidad de hacer imágenes.
Esto, "hace que haya miles de millones de imágenes dando vuelta, nunca ha habido tantas fotos de comida ni tantos autorretratos hechos con la famosa técnica de la selfie" y "esto produce algún tipo de confusión, porque una cosa son los fenómenos sociales y otra los artísticos", resume.
"A veces se piensa que la gente cada vez lee menos. Estamos hablando de libros, porque si hablamos de horas de lectura seguramente hoy la gente lea más. La cantidad de horas consumidas por los whatsapp y mensajitos de texto son enormes. Si eso no es literatura, ¿lo otro es fotografía expresiva?", provoca.
Y explica: "sacar fotos de las cosas que me interesan con el celular es una cuestión que antes no existía, pero de ahí a pensar que detrás de las imágenes fotográficas de cualquiera se va construyendo una obra hay una diferencia".
"Hay que tener claro cuáles son los fenómenos sociales que modifican desde las conductas hasta las elecciones y las costumbres, y cuáles son los hechos que uno podría catalogar como más vinculados con el intelecto, el pensamiento, el estudio, la formación y eso que consideramos una forma de expresión artística", subraya.
Para el artista, la paradoja es la siguiente: "Todos tenemos claro que nos enseñan a hablar y a escribir desde muy pequeños y que la mayoría de las veces terminamos usando de manera acertada ese lenguaje para comunicarnos, y asumimos, a mi juicio erróneamente, que del mismo modo podemos manejar la comunicación a través de las imágenes".
"Para hacer eso hace falta una preparación que habitualmente no tenemos, salvo que hayamos abrevado en formaciones que de algún modo nos hayan hecho recibir información y desarrollar un pensamiento crítico sobre cómo funcionan las imágenes como medio de comunicación. Así como no creo que cualquiera que escribe sea un escritor, de la misma manera pienso que cualquiera que saca fotos no es un autor", se despide.
Con información de Télam