(Por Marina Sepúlveda) "Había una vez un mundo de apariencia ideal, pero a punto de desaparecer": así comienza la narración que propone el artista Daniel Santoro en su nueva muestra, "Panorama. El teatro de la memoria", que con sus metáforas, alegorías y tensiones desovilla un Aleph borgeano y se inmiscuye en el antropoceno, pasando por una iconografía profusa en homenajes y humor que toma parte de las instalaciones del Museo Nacional de Bellas Artes.
Pájaros que atraviesan troncos, dos hombres forcejeando sobre una roca que recuerda a su óleo "Lucha de clases", un hombre que escucha los sonidos de una casa como si se llevara al oído una caracola, un bosque frondoso y enigmático, árboles que recuerdan en sus troncos los rostros de Evita, el Che Guevara, Mao y Lenin, irrumpen en esta muestra donde se superponen los distintos pliegues del universo Santoro, que además recupera para la posteridad a León Ferrari y su "Civilización occidental y cristiana" con un guiño irónico, y rememora a Jorge Luis Borges, las bibliotecas, los hogares, y tantas otras cosas.
El artista invita a recorrer una obra inédita que despliega a lo largo de 30 metros, compuesta por una veintena de hojas al estilo de los viejos panoramas inmersivos que promueven memorias y reflexiones vastas. También expone una selección de 22 trabajos en tinta sobre papel, unos seis cuadernos de notas y bocetos que contienen sus ideas, desplegadas en el segundo piso del museo, en la sala 42.
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El recorrido por las 26 obras de la muestra que inaugura mañana y podrá verse hasta noviembre comienza con seis libros repletos de bocetos y textos, cuadernos de apuntes con anotaciones, producto de los últimos cuatro años de trabajo, pero que mantienen ese estilo que viene trabajando desde 1992.
"Los libros están las ideas, porque son fruto de lecturas, de distintos registros literarios", explica e indica que trabajó con los escritos de Francis Yates, filósofa e historiadora inglesa, autora de "El arte de la memoria", que "trabaja los teatros de la memoria, históricos, y que pone en acto cómo actúa el recuerdo de las cosas y las distintas formas de evocar", define.
"Había una forma renacentista sobre todo que era hacer un teatro y poner los recuerdos como actores, hacerlos actuar dentro de la memoria y de esa manera acumular el conocimiento, poder, y eso lo traduje en cómo podemos atrapar las cosas que suceden, porque nosotros vamos acumulando recuerdos, la sociedad los acumula, entonces, ¿de qué manera se expresa eso?", argumenta en una entrevista con Télam. Su respuesta llega enseguida: "Se expresa en imágenes, entonces, un teatro de la memoria de la actualidad, si se quiere, contemporáneo, es el Aleph de Borges, por ejemplo, que es una pequeña esfera donde está todo acumulado". Y agrega "un poco comencé a trabajar sobre eso" dice indicando el dibujo que representa el Aleph, un boceto "que también es una guía de lectura".
El dibujo del Aleph, tal como lo concibió Borges, ese punto donde están todos los puntos, todas las historias y los tiempos, fue realizado especialmente en carbonilla sobre la pared, y a su lado instala un dibujo grande, un corte longitudinal con reminiscencias íntimas y muy personal extractadas de una renovada esfera borgeana.
Y como la ironía y el humor son parte de su obra, allí dibuja imágenes familiares: el museo, la biblioteca, a su "amigo" Horacio González, a María Moreno, e incluso invita a ser voyeur por la "Ventana indiscreta" de Alfred Hitchcock; y como gesto divertido, pone sobre el margen superior derecho la llegada del arte contemporáneo en globo, porque como manifiesta Santoro esto tiene que ver con "un trauma habitual de los pintores de querer ser reconocidos afuera". Y acota: "todos tenemos ese trauma de ver si somos contemporáneos, si somos aceptados".
Allí está también Sarmiento, y el resto de pequeñas escenas que representan "todas las tensiones políticas, la vuelta del malón que no puede pasar por esa zanja de Alsina -pero hecha de libros, aclara-, las discusiones en el bar La Paz (ese histórico punto de encuentro de infinitas charlas de la avenida Corrientes) con Sartre, Lenin, todas esas noches, también las referencias a (Pier Paolo) Passolini y Eva Perón (con su figura acostada, en la parte inferior) que está como una especie de nutriente", describe.
Por otro lado, la cábala da sentido al árbol de la vida, ese eje que conecta cielo, tierra y lo que está por debajo, donde lo onírico y "surrealista" vuelven a estar presentes en la obra del artista conocido por su compromiso con el imaginario peronista.
Pero en esta oportunidad la clave es el fin del antropoceno, un tiempo dominado por el hombre que llega irremediablemente a su fin: desaparecer o convivir, según dice.
La parte central de la muestra es el "Panorama", que comienza desde esa idea de que parece que está todo bien y termina en un final abierto con un bosque de abedules dentro de un tronco. En cada imagen particular articula, desgasta ideas y sentidos e instala reflexiones, descubrimientos.
"La gran pregunta que plantea la exposición podría ser: ¿hacia dónde estamos yendo? Sin embargo, estas obras quizás funcionen como una advertencia esperanzadora que nos interroga: ¿qué podemos hacer para corregir el rumbo?", escribe Andrés Duprat, el director del Museo de Bellas Artes, sobre una propuesta catalogada como distópica, y que instala intranquilidad sobre un presente en crisis: sueño o pesadilla y por sobre todo una "inestabilidad constante" como atestigua el propio artista.
"Con esta obra intento provocar una experiencia inmersiva similar a la de aquellos panoramas de fines del siglo XIX. Pero, en este caso, el espectáculo que se muestra es una línea de tiempo quebrada por una sucesión de indicios, de crisis y colapsos que anuncian los posibles finales de este tiempo", señala Santoro.
En este Aleph se mantiene "esa lógica de los pequeños lugares, de las cosas específicas", como lo testimonia la instalación "El metamuseo" del colectivo Estrella del Oriente, del que Santoro es parte, y la espléndida maqueta que reúne todos los grandes museos del mundo y expone la problemática migratoria.
Entre los temas están "la tensión entre la cultura y la naturaleza, las cuestiones más sociales, los sueños de la gente, también los peligros, la inestabilidad: la cuestión de que todo es precario, todo tiene un costo, y cierta seguridad y demás está amenazada porque está dentro del corte de la posibilidad de una catástrofe", explicita.
"Toda esa cuestión de lo frágil, el equilibrio de la naturaleza, de la presencia del hombre, todo lo que puede llegar a pasar", enumera y detalla: "por ejemplo un pájaro atravesando un árbol, son todos anuncios de que algo no está bien, eso es un poco lo que sucede en las imágenes".
"La codicia no está catalogada como un mal, como puede ser el alcoholismo, no es una amenaza social como puede ser una persona alcoholizada que atropella a alguien -analiza-. El mal social que puede provocar la codicia es muy superior al de un alcohólico, pero sin embargo la codicia está bien vista, el tipo triunfa, es un héroe social", afirma.
En la sala principal está el Panorama, que parte de "la idea de un hilo de tiempo también pero en este caso está atravesando todos los tiempos, porque están todas las catástrofes posibles, todos los hallazgos", dice sobre los dibujos realizados en carbonilla y tierra, que son "los emblemas del sistema humano", porque aclara "la tierra trabaja con tres cosas básicamente, la carne, la piedra y la madera, donde la madera es la interfase para que la piedra y la carne puedan convivir".
Entre las imágenes representa "el avión de León Ferrari que está enterrado como un hallazgo arqueológico, por ahí pasaron miles y miles de años, hay humanos pequeñitos que lo convirtieron en un templo y es la presencia de un dios todavía, o sea, ese dios crucificado en un avión todavía sigue vivo a través de los años y evoca un poco la famosa frase de (Martín) Heidegger, ´Sólo un dios puede salvarnos´", explica sobre el filósofo alemán que propuso esta idea siendo ateo y "pensaba en los años 50 que lo único que podía quitarnos de esta catástrofe a la que nos lleva la tecnología, era un Dios".
En el dibujo contiguo, en la pequeña isla de ese archipiélago de imágenes hay una guillotina y sobre ello dice "acá están todos los peligros en el bosque, parece que no pasa nada pero..." También está "la isla de la militancia, el afán de cambiar las cosas, entonces los chicos un poco frustrados, Lenin, el Che Guevara, Mao, Evita, y los pájaros atravesando lo troncos, que es como lo que no se puede evitar, como que de pronto hay algo ahí, un anuncio de algo que no está bien.
"La inestabilidad está desde el inicio del recorrido visual con algo que "parece paradisíaco" pero a punto de derrumbarse -dice-. Es un poco lo que pasa ahora: hay un mundo de millonarios, tipos que pagan millones de dólares por una obra de arte. En esta arteBA se batieron récord de venta impresionante, en plena crisis. En realidad hay mucha gente que cree que está todo bien. Esa es la incógnita, cuánto durará esto, por eso está todo tan inquieto, movilizado, porque no se sabe, hay un cambio de época, y un poco la incógnita, la gran catástrofe es que todavía no está definida", reflexiona.
"No creo que el mundo desaparezca, en todo caso nosotros vamos a tener un problema, lo que se termina es el dominio del ser humano sobre la naturaleza, el humano se va a correr, va a tener que moderarse y va a tener que compartir", cierra.
La muestra podrá visitarse, luego de su inauguración el 21 de octubre a las 19, hasta el 19 de noviembre en Avenida del Libertador 1473, CABA, de martes a viernes de 11 a 20, sábados y domingos de 10 a 20, con entrada libre y gratuita.
Con información de Télam