Clara Obligado: "Siempre estoy en una versión subtitulada, en dos idiomas al mismo tiempo"

27 de noviembre, 2021 | 18.46

(Por Emilia Racciatti) En el ensayo "Una casa lejos de casa", la escritora Clara Obligado descomprime ideas acerca de lo que implica habitar una lengua atravesada por el exilio, explica por qué desde que llegó a España en 1976 entendió que no se hablaba el mismo idioma y se anima a poner el foco en los desplazamientos de tierras, familias y oficios que conforman identidades.

La autora está en Buenos Aires porque formó parte del jurado del Premio Clarín de Novela que en estos días fue otorgado a Agustina Caride por "Donde retumba el silencio". "Antes de la pandemia venía una vez al año, en mis vacaciones. Estuve casi 20 años viviendo sin verano, ahora trato de no hacerlo porque es muy poco saludable", cuenta sobre sus frecuentes viajes a la Argentina en los que dice que no escribe "ni una línea" porque los dedica a "pensar y sentir".

Pero esta estadía en su país natal también la encuentra con la publicación de "Una casa lejos de casa", a cargo de la editorial platense EME, y "Construcción en abismo", una selección de cuentos ideada por Eudeba mientras que en España suma un tercero: "Todo lo que crece".

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"Cuando estoy escribiendo me alejo de los libros porque se me pegan", afirma en una entrevista con Télam, en un hotel de Recoleta, la autora de "La hija de Marx" y "La biblioteca del agua" haciendo referencia al proceso de trabajo de "Una casa lejos de casa", un ensayo dividido en dos partes, "En casa" y "Lejos de casa", en el que repasa sus desplazamientos y se anima a expandir lecturas sobre qué implica escribir ficción desde el desarraigo.

-Télam: ¿Fue un libro escrito durante las mañanas de los primeros meses de la pandemia?

-Clara Obligado: Sí, me lo pidieron dos o tres días antes de que la pandemia empezara. Me llamó un amigo para ofrecerme escribir un libro sobre la escritura para una nueva colección. En principio dije que no porque escribo todo el día, trabajo con escritores así que le dije que escribir sobre la escritura era lo último que haría en ese momento. Tenía un material sobre la distancia que era fruto de conferencias, trabajos, bibliografía, entonces al día siguiente le dije que quería escribir sobre ese material y que se iba a llamar "Una casa lejos de casa". En dos meses por las mañanas escribía este libro y por la tarde trabajaba en otros proyectos.

-T:¿Cómo influyó la pandemia en el tono de esa escritura?

-C.O.: Hay algo de la pregunta por hacia dónde vas cuando te encierran. En pandemia escribí dos libros: éste y "Todo lo que crece", que serían como un espejo. Son escritura y naturaleza, uno es sobre perder la tierra y el otro sobre ganar el mundo o sea abandonar la nación para ganar el mundo como territorio. Son dos libros sobre el afuera, sobre la pérdida del espacio. Tenía que ver con la pandemia por contradicción, era un momento donde la frontera estaba en el umbral de nuestra casa, era un momento para reflexionar sobre la frontera y qué significa estar encerrados, tener un país no siempre es un privilegio.

-T: Hablás de sentirte extranjera en tu propio idioma y cuando uno piensa en España piensa en el idioma como refugio y no es así...

-C.O.: Es todo lo contrario porque pueden pasar los años y la extrañeza permanece, yo sigo hablando argentino, cuando estoy allá modifico para que me entiendan. Siempre estoy en una versión subtitulada, estoy en dos idiomas al mismo tiempo. Es una situación interesante y sofisticada para un escritor pero también implica la pérdida del lenguaje de los afectos. No podés traducirlo, simplemente lo perdés porque tenés que cambiarlo por otra palabra. No lo guardás sino que el otro castellano lo avasalla, lo aniquila. Es distinto a comparar el alemán y el argentino. Es un desplazamiento más feroz y más a largo plazo, podés estar toda tu vida descubriendo los pequeños matices de la lengua y sobre todo si estás todo el tiempo trabajando sobre esa materia.

-T: Si hay algo que prima en el libro son los desplazamientos: de un país a otro pero también de una clase a otra, hay una pertenencia en ese sentido de la que también te desplazás...

-C.O.: Reflexioné mucho sobre como he aceptado ese lugar masculino de mi familia: cambiándolo porque no soy poeta, soy narradora, no tengo esa ideología, más bien la contraria, soy una trabajadora que se hizo a sí misma. He corrido al revés para encontrarme en el punto de partida porque dije "hice de mí lo que mi abuelo hubiera querido" pero pienso que es una manera de hacer las pases. En mi familia las mujeres han sido pintoras olvidadas y los hombres escritores reconocidos. Yo soy una inmigrante que se busca la vida, también es otro lugar, un desplazamiento.

Es un libro escrito para ser leído en dos orillas, mi idea era que los españoles vieran que un inmigrante no es una persona que viene carenciada porque yo vengo de una clase alta además. Cuando dejás un país perdés todas las referencias. Y al revés también porque les quería decir a los argentinos que no es fácil, no siempre nos entienden.

-T: En una charla de la Feria de Editores planteabas cómo el boom latinoamericano formateó la mirada sobre América Latina. ¿Cómo persiste ese formateo hoy?

-C.O.: Sí, siempre el mercado formatea pero los escritores no deberíamos dejarnos. Hay que ser críticos con ese tipo de cosas. Tengo muchas amigas escritoras jóvenes, me gusta mucho lo que están escribiendo y debatimos. Siempre les digo "chicas no se olviden que ustedes son ustedes porque nosotras somos nosotras". Si ustedes cortan como lo hicieron todos los machos del boom estamos haciendo lo mismo. No se trata solo de tomar un lugar sino de tomarlo de determinada manera.

-T: Hubo una decisión tuya de publicar, trabajar con editoriales más chicas. ¿Por qué?

-C.O.: Sí, me desplacé del mercado. Me contaban que la vieron salir a Hebe Uhart de una editorial grande y dijo que eso no era para ella. Los escritores tenemos que saber cuál es nuestro lugar, es cierto que hay lugares donde vas a ser rico y famoso pero yo no quiero serlo. Si algún día me hago rica y famosa me encantará pero será con mi juego. Fui autora de Planeta, de Lumen y me di cuenta que ese no era mi lugar. Si me exigían una novela rápido, si tenia que tener determinadas cenas que no tenia ganas de tener, mejor no. No tengo nada en contra pero yo no soy eso. Con "Una casa lejos de casa" volví a publicar en una editorial pequeña, creo que hay que arriesgar ahí, que ese es el lugar de la cultura. El mundo editorial interesante pasa en estos nidos. En EME se arriesgaron por mí en medio de la pandemia. Eso lo agradezco porque sé que implica dinero de su propio bolsillo. De hecho con la editora el debate fue muy interesante, no estábamos de acuerdo en la mitad de las cosas pero eso es buenísimo. Voy a seguir por ese camino, no creo que a esta altura de mi vida vaya a cambiar.

-T: ¿Cómo ves el movimiento de estas editoriales más chicas en España y en Argentina?

-C.O: Muy parecido, por ejemplo Sol Salama está editando mujeres latinoamericanas, y es una iniciativa de ella y su hermana, o Las Afueras que publica a Federico Falco. Leo pequeñas editoriales. No creo que la literatura como la entiendo yo, como búsqueda, como investigación, como ensayo, tenga lugar en un espacio muy comercial. Creo que los autores nacen en los pequeños ríos y caen al mar y ahí se ahogan porque lamentablemente empiezan a repetirse.

-T: Entre todos los desplazamientos, en ese ir de una orilla a otra, está la institutriz inmigrante de tu infancia, Missis Tanasescu, que inaugura el libro y te regala una definición de la literatura sobre la literatura como traducción siempre de palabras y de mundos. ¿Cómo resignificás esa idea hoy?

-C.O.: Cuando estaba en Argentina ese problema no lo veía porque no lo tenia. Pienso cómo en un país de inmigrantes como este no vemos lo que significa la vida del inmigrante, yo tuve que entender su vida madurando. Para mí era una mujer rara, nada más, hasta que entendí que todo en ella era inequívoco y cuando lo entendí la busqué en Estados Unidos y no la encontré. Cuando publiqué este libro un amigo español me dijo que se quería disculpar con los amigos exiliados de esa época a los que nunca les preguntó nada. Esa es una de las características del inmigrante: nadie le pregunta nada. Llego aquí y nadie me pregunta nada, dan por hecho que vivo en el paraíso porque vivo en Europa, donde todos estamos de vacaciones todo el año, nadie trabaja, qué bonito que es España. Es el mismo tópico que cuando allá digo que soy de América Latina, entonces suponen que soy pobre, no sabemos de verdad lo que le pasa al otro porque no nos importa.

-T: Te interesa el ensayo como género, ¿cómo lo pensás hoy?

-C.O.: Hace poco leí el libro de Tamara Kamenszain, "Libros chiquitos", y hay una parte en la que habla de ensayitos. Una amiga, Nuria Barrios, me dijo 'no lo llames ensayito porque denosta al género'. Entonces le dije buscame una palabra donde pueda decir lo que quiero decir: una manera de pensar que no sea heteropatriarcal para empezar y que no se ponga en el centro, que se desplace, que deje fragmentos para pensar, que sea hija de Sor Juana cuando dice "si Aristóteles hubiera guisado, mucho mejor hubiera pensado". Las mujeres hemos abierto una zona critica en el pensamiento, no pretendemos tener razón, pretendemos investigar con el pensamiento, abrir un estupor quizás y no poner leyes fijas. Yo estoy buscando formas distintas.

Con información de Télam