(Por Marina Sepúlveda, enviada especial). La pregunta por la relación entre pandemia, apocalipsis, capitalismo y producción de alimentos con el después del colapso producido por los meteoritos impactando en la tierra en Campo del Cielo, hace 4.000 años, fue el tema de la mesa que inauguró la segunda jornada del encuentro "Los patrimonios son políticos" que se realiza en Chaco y que convocó al filósofo italiano Franco "Bifo" Berardi desde España y referentes de los Trabajadores de la Tierra.
Con el título "El cráter del capitalismo. Soberanía alimentaria y empatía en tiempos de colapso", debatieron Berardi, de manera virtual, con Lucas Tedesco y Déborah Jauregui de la organización Trabajadores de la Tierra, que tuvo la moderación del editor y periodista Diego Skliar.
La relación que hay entre la pandemia, el apocalipsis, el capitalismo y la producción de alimentos fue el disparador con que el periodista presentó el tema e introdujo 10 palabras: meteorito, berenjena (en referencia al verdurazo en Constitución en 2016 realizado por la UTT), umbral, verdurazo, ley de tierras, pánico, frugalidad, tecnototalitarismo, tardoecología y nihilismo, para que funcionaran como tejido del encuentro.
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Skliar señaló que con la pandemia prosperaron visiones del fin del capitalismo y un entusiasmo en sus comienzos de no volver a la "vieja normalidad", otras sobre el fin de la humanidad y del mundo, y que prosperaron las noticias de nuevos virus y catástrofes naturales incluidos los meteoritos "que cada semana están a punto de impactar en la tierra"; y entonces, propuso cómo pensar el después del colapso.
"Berardi viene ensayando en los últimos tiempos la idea de que la pandemia dejó en evidencia que estamos viviendo en el cadáver del capitalismo, pero el problema es que estamos atrapados en ese cadáver", introdujo Skliar. Y entonces la pregunta es si se está a tiempo de desarrollar otros modelos más solidarios de relación.
Conceptos como lo inevitable, lo impredecible, lo irreversible, la frugalidad, el caos, la extinción, el miedo al otro y el fascismo como respuesta a éste, la autonomía, la necesidad de volver a lo "útil" como primera lección que dejó el colapso pandémico, fueron parte del umbral desde donde se paró Berardi para arrojar luz sobre este momento de la pandemia y sus enseñanzas.
Con una claridad abrumadora, el pensador comenzó refiriéndose al economista John Keynes y su apreciación de que "lo inevitable casi nunca significa (tal cosa), porque casi siempre lo que sucede es impredecible".
¿Por qué pensar lo impredecible, lo inevitable en el horizonte de nuestra vida y de la nueva generación?
"Hemos aprendido que no hay nada que hacer. Hemos aprendido al final para evitar las palabras vacías que los políticos dicen, para evitar el ´bla, bla, bla´, que no podemos hacer nada, que la voluntad humana no puede hacer nada, que la política, ese arte de la voluntad, es impotente. Porque los procesos que el capitalismo, el extractivismo, el colonialismo, han puesto en marcha en las últimas décadas y en los últimos siglos, es un proceso que ya se presenta como irreversible", reflexionó a modo de respuesta.
"Irreversibles es el incendio de los bosques, el calentamiento, las catástrofes que se van manifestando más frecuentemente. Irreversible es una palabra que no se puede decir cuando se habla de política. La política no puede coexistir con procesos irreversibles", afirmó.
Berardi dijo que la verdadera potencia no son los estados nacionales sino las grandes corporaciones globales farmacéuticas, de la comunicación, entre otras, compañías cuyo objetivo es "aumentar su provecho", como política de crecimiento y expansión que piensa en sí misma. Entonces ante una humanidad que se encontraba en una situación dramática de empobrecimiento, "los que ganaron son las grandes corporaciones, sobre todo las financieras".
En ese sentido agregó que el problema es que la verdadera potencia de nuestro tiempo no es la política, no es la voluntad. "La verdadera potencia de nuestro tiempo es destructora, que para aumentar el provecho destroza la vida del planeta y de los seres humanos", reflexionó.
Sin embargo, dentro de lo inevitable como otro efecto del calentamiento global y el colonialismo están las grandes migraciones de la población. Son las "grandes olas de migraciones" que provocan "una reacción de miedo, racismo, violencia y de fascismo", algo que se observa en Europa y se está viendo en América Latina, apuntó.
"Por primera vez la palabra extinción hizo su ingreso en el habla política, en el habla de la vida cotidiana. ¿Extinción de qué? De la civilización humana", señaló Berardi sobre esta "posibilidad extrema de apocalipsis final".
Pero ante este "inevitable", retomó la idea de Keynes: lo "impredecible prevalece", y "el factor diferencial está en la subjetividad social", a la que caracterizó como "factor que puede cambiar las decisiones". Incorporando así una posibilidad de salida.
Para el filosofo, "desafortunadamente la subjetividad humana ha pasado un proceso de invasión de la esfera psíquica, aparece el miedo del otro". Y marcó que en un momento de ambigüedad, en el que "estamos pasando un umbral de una dimensión a otra, tenemos que ser listos para encontrar las posibilidades de pequeños hechos de digresión".
"Por ejemplo, la experiencia política de la pandemia nos ha enseñado que lo importante no es la acumulación de dinero, no es la acumulación del provecho del capital, no sirve a nada cuando estoy muerto, enfermo, triste, deprimido. El dinero no sirve directamente para curar el alma y el cuerpo", enfatizó.
Ante este panorama, consideró que "lo importante no es la voluntad política" sino "la experimentación de vida nueva, de vida autónoma. Estamos aprendiendo que lo que necesitamos no es el crecimiento", y aquí incluyó el regreso del principio de utilidad. Porque volver a lo útil "es la primera lección del campo pandémico", una contradicción señalada por Carlos Marx sobre lo útil de la actividad humana y el valor del producto que se le asigna, explicó. Y aclaró: producir no para acumular sino para lo necesario, para "satisfacer las exigencias concretas", destacando la palabra frugalidad, en contraposición a un modelo extractivista.
A llegar a este punto, sostuvo que aceptar lo inevitable puede ser un proceso de salida: "Es un meteorito que nos dio en la cabeza que se llamó pandemia, virus, pero hay otros meteoritos que están", puntualizó haciendo referencia a la frugalidad, a la comunidad y lo comunitario.
Pensando en la vida práctica de nuestro país estuvo la realidad planteada por la UTT, abrumadora, y desmitificadora de los modelos productivos y de ese mito urbano que determina que "Argentina es el granero del mundo" y "que le damos de comer a miles de millones de personas", cuando 1200 familias poseen el 40% de la tierra cultivable y solo el 8% de la población del país es rural, con una población mayoritariamente urbana.
"De qué sirve el meteorito sin pueblos originarios, sin montes, sin animales, de qué sirven si nos dicen los que vivieron acá durante miles de años (sus descendientes) que no está bien desenterrarlos porque pierden la energía, y analizamos durante las presentaciones (las otras mesas) el desenterrarlo y analizarlo, como algo que está dado, llegó el capitalismo, no vamos a pedir permiso porque la ciencia de alguna manera ocupa el lugar que nos va a dar la respuesta después de la catástrofe que genera la propia ciencia", expresó Tedesco.
Hace más de diez años desde la organización que integra lo que hacen es "generar resistencia a las imposiciones del capitalismo, de las grandes empresas, a decirnos cómo tenemos que vivir, a cómo hablar, a cómo tenemos que producir".
La primera tarea de la UTT fue reconstruir el sujeto del campesinado, porque, dijo críticamente, "si existía la Sociedad Rural Argentina, la expo-Rural y esta visión de que el campo son estas familias terratenientes que producen alimentos no es así", explicó.
La UTT está integrada por más de 25.000 familias de 18 provincias del país con fuerte presencia en el cinturón hortícola de La Plata, Varela, Berazategui con más de 7.000 familias quinteras, que "producen la fruta y verdura que se come en toda Buenos Aires, donde está concentrada más de la mitad de la población, que tiene que ver con un modelo histórico de concentración de la tierra".
Al plantear los problemas del acceso a la tierra, Tedesco planteó la necesidad de la reforma agraria, "algo que se realizó en toda Latinoamérica menos en Argentina", desde donde, indicó, que se debe "pensar la distribución de la tierra en función del alimento estratégicamente", que de algún modo subsane la desposesión de las tierras a los pueblos originarios durante la colonización, los genocidios, dictaduras y gobiernos liberales que marcaron este desbalance.
"Argentina es el país en el mundo que más Glifosato tira por habitante, 15 litros. Nos bombardean continuamente con los venenos, poniendo en riesgo la soberanía alimentaria", afirmó y resaltó que es mentira que se produzca comida para millones de personas, ya que especificó "que lo que se genera son commodities, especulación con el dólar y son esas grandes empresas que nos tienen entrampados en este modelo de producción que nos contamina".
Citó como ejemplo al pequeño productor que tiene que usar veneno para tener una buena producción que le permita vivir, y con ello se envenena al comer ese producto.
"Las organizaciones toman un rol fundamental para dar la discusión sobre todo en los alimentos, porque los alimentos no son mercancías, sino un derecho", explicó como parte de una organización independiente que gesta una comunidad contenedora y ubicó a la semilla cercana a la idea del meteorito :"No está chocando con la tierra sino que se está incorporando a ella".
Frente a este colapso, peligro y frente a lo aparentemente irreversible está el crear redes de sobrevivencia autónoma como los de la UTT y otros tantos que existen en otros países, como una nueva concepción de vida.
Con información de Télam