Aizen: "Cuando arrasamos para producir iniciamos un nuevo ciclo geológico de patas cortas"

23 de octubre, 2022 | 14.54

(Por Milena Heinrich) ¿Qué es el cambio climático? ¿Por qué tiene que preocuparnos -y mucho- el aumento de la temperatura de la Tierra? ¿Cómo impactan los actuales modelos de producción de alimentos o energías? ¿Cómo responden los poderes económicos y políticos a este escenario? Las periodistas Marina Aizen, Pilar Assefh y Laura Rocha presentan un cuadro de situación a partir de esas y otras preguntas en "(Re) Calientes", un libro de claridad arrolladora sobre por qué la crisis climática es un problema urgente: "Estamos en los 10 años clave que van a marcar nuestro mundo por siglos y siglos", dice una de sus autoras.

"En poco más de dos siglos, un verdadero suspiro en escala cósmica, las actividades humanas consiguieron retrasar el estado de la atmósfera al de una era geológica diferente". La contundencia de la primera frase con la que comienza este libro no deja margen de especulación para eufemismos. "La crisis climática es un hecho, no una elección estética", sostiene en diálogo con Télam, Marina Aizen, periodista especializada en medioambiente.

"(Re) Calientes" (Siglo XXI) da cuenta del estado actual de la degradación biofísica del planeta, o como lo llaman las autoras, de la "crisis existencial". Las periodistas aplican una perspectiva histórica que pone sobre la mesa responsabilidades, vaticinios sobre el tema que desde hace décadas vienen argumentando científicos, así como las estrategias de desinformación de los sectores interesados en impedir una transición. En este sentido, exponen la virulencia de los modelos de producción y sus efectos en la atmósfera con la emisión de gases de efecto invernadero; trazan cuáles han sido los cambios geopolíticos del clima, así como sus tires y aflojes en acuerdos internacionales.

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En la Tierra, dirán, todo está encadenado: la reducción de la superficie del océano Glacial Ártico, los osos polares que no tienen qué comer, con los fenómenos de migraciones climáticas como el que dejó bajo el agua a gran parte de Pakistán; la postal de girasoles como escenas campestres bonitas cuando se trata de territorios desmontados cuya contracara es la pérdida de especies que vivían allí, con los fenómenos meteorológicos extremos. Desde el siglo XVIII, cuando se inventó el motor a combustión, a nuestro presente en el que "estamos cambiando especies silvestres únicas, irrepetibles, por animales de granja producidos en serie", escriben.

Por eso, todo está atado: cómo nos movemos, cómo nos alimentamos, qué consumimos, cómo producimos, dónde vivimos y cómo concebimos simbólicamente la relación con el medioambiente confluyen en ese todo que es nuestra casa, el planeta Tierra.

Advertirán las autoras que no es lo mismo un país central que forjó su crecimiento a base de la industria petrolera, que uno periférico, aunque sí todos deberíamos estar comprometidos en gestionar y exigir una transición hacia una economía de energías renovables. No habrá "tecnologías mágicas" que vengan a dar una solución igual de mágica y todavía son pocos los países que integran esta urgencia climática como estrategia, según explican. A la pregunta sobre cómo transformar el modelo de producción y al mismo tiempo tener una economía redituable, las autoras responden con datos y análisis: restaurar el ecosistema generará puestos de trabajo y más equidad, porque la justicia ambiental implica, también, justicia social.

-Télam: ¿Por qué la crisis climática debe dejar de ser un tema de plazo a futuro y es el más urgente de este presente?

-Marina Aizen: La crisis climática es un hecho, no una elección estética. Es algo que sucede más allá de nuestras preferencias políticas, económicas, estéticas. Cuando Pakistán perdió la tercera parte del territorio, hace un par de semanas, no había ninguna de estas consideraciones en juego. Es simplemente la dinámica de la física, de la atmósfera, la que determina la realidad. Si no comprendemos que el hecho objetivo existe y que hay una atmósfera alterada por las actividades humanas no estamos atacando el problema que contiene nuestra propia supervivencia.

-T: ¿Por qué es tan difícil contar la crisis ambiental?

-M.A: Simplemente tenemos que dejar de engañarnos y de unir los puntos en donde está la realidad. Tenemos que comprender la urgencia que significa la crisis planetaria y actuar en consecuencia. Hasta ahora, lo que nos ha dominado, son otro tipo de falsas verdades como la necesidad de desarrollar los hidrocarburos con la promesa falsa del progreso cuando es exactamente lo contrario a lo que ocurre. Lo único que reforzamos es el establishment e incrementamos la urgencia climática. Estamos en un punto: en los 10 años clave que van a marcar nuestro mundo por siglos y siglos.

-T: ¿Por qué cuesta tanto desarmar la idea de que el desarrollo y económico va atado al usufructo despiadado de los recursos naturales?

-M.A: Desde que se sabe que la atmósfera estaba siendo alterada principalmente por la combustión de productos fósiles, la industria se encargó metódicamente primero de estudiar el problema y después de ocultarlo. Entonces son muchos años de desinformación, muchos años de mentir, de manipular, de hacer lobby para que los gobiernos no actúen en consecuencia. No es simplemente un problema de no ver la urgencia porque el futuro es intangible, acá hubo un campaña muy sistemática que ya tiene más de 30 años de ocultar y tergiversar un problema que la industria sabía que se estaba generando muchos antes de que los ciudadanos de a pie supiéramos qué pasaba.

-T: ¿De qué forma se nos ha representado a la humanidad el planeta, la naturaleza, la biodiversidad, al punto de considerarlo algo externo, eternamente perdurable?

-M.A: La desconexión del hombre con la naturaleza es una característica que dominó en la sociedad occidental por muchos siglos. Una visión bastante opuesta a la que tenían, por ejemplo, las naciones originarias en esta parte del mundo que entendieron perfectamente los ciclos del ambiente y la inclusión de sus propias sociedades dentro de esos ciclos. Por eso tenemos que aprender tanto de ellas e incluso la comunidad científica rescata ese conocimiento ancestral como una manera de volver a rescatarnos. Pero en el territorio, lamentablemente, seguimos vulnerando los derechos de las comunidades originarias bajo cualquier pretexto.

-T: Parece haber dominado en nuestra relación con el medio ambiente la frase "ojos que no ven, corazón que no siente" como una forma de minimizar o desvalorizar el impacto ambiental ¿Cuánto falta para dejar de ver la crisis como algo de fanáticos, parafraseando lo que dicen en el libro?

-M.A: Mientras el establishment tenga tanto poder, sobre todo el que se dedica al petróleo, los gobiernos más allá de cualquier grieta consideran como sinónimo de la inversión, del desarrollo, de la visión de futuro. Por eso decimos que es un problema político y económico, y ahí es donde se va a definir nuestro futuro.

-T: ¿En qué medida en un país como Argentina, donde por ejemplo el asado es una práctica de articulación social, resisten prácticas regresivas o nocivas en términos de sustentabilidad o de preservación de los recursos o las especies y se mantienen como una suerte de reivindicación atávica, como una defensa identitaria?

-M.A: En la Argentina se han considerado los distintos ambientes naturales, por así decirlo, como espacios vacíos que había que eliminar y arrasar para llenar con producción, sin considerar la vida que esos ambientes contenían.

Se habla de producción como una cosa eterna: yo saco un bosque, pongo soja y esa soja se va a producir ahí hasta el fin de los tiempos, cuando en verdad lo que sucede es que esos ambientes se desgastan rápidamente, se erosionan, pierden su capacidad hídrica, se salinizan y con ello desaparecen desaparecen miles y miles de años de evolución y de un tejido muy complejo que es la vida. Entonces, cuando arrasamos para producir lo que hacemos es iniciar un nuevo ciclo geológico de patas cortas. No tiene nada atávico, es real, sucede, más allá de nuestra ideología.

-T: Todos somos parte del cambio pero los grandes poderes económicos y políticos son claves para alcanzar metas como 1.5 de temperatura del Acuerdo de París. ¿Qué estrategias despliegan estos sectores para obturar el debate público, o desinformar lo que la ciencia viene alertando hace décadas?

-M.A: En Argentina, en los últimos meses, de lo único que se habla es del gasoducto Néstor Kirchner como si fuera la solución misma de la pobreza, de la patria, de no sé qué. Ahí tenés un ejemplo concreto de cómo el establishment opera para convencernos de que hay una única salida que es profundizar el modelo fósil para salvarse. Y ahí ves cómo la desinformación conspira contra nuestro propio presente y nuestro propio futuro.

Lo que la Argentina tiene que hacer es una transición hacia otra forma de producir y generar energía. Un ejemplo muy concreto es cómo se cancela cualquier tipo de debate alternativo que cuestione la narrativa oficial del establishment.

-T: Al destrabar el conflicto de un único villano, se logra captarlo en su intersección con otras dimensiones como tema de justicia social, equidad, de reducción de la pobreza. ¿La solución a la emergencia climática aparece como una crisis de oportunidad?

.M.A: Es de muy difícil respuesta porque es una construcción colectiva que tiene que ser definida a partir de la internacionalización de la urgencia que plantea el debate climático, ni más ni menos. Como autoras del libro describimos un problema, las soluciones son de toda la sociedad.

-T: Pronto se realiza la Cumbre del Clima ¿tienen expectativas?

-M.A: Todos los años se hacen cumbres del clima y todos los años pasa, más o menos, lo mismo: se escriben documentos, se cuestiona su lenguaje, se ponen cosas entre corchetes, se sacan palabras y entran otras nuevas. La verdad es que las emisiones siguen subiendo, o sea que aunque se diga que hay que limitar la temperatura a 1.5 grados centígrados, desde la era preindustrial estamos al borde de pasar ese límite y las negociaciones climáticas no han conducido a ningún lugar que transforme sustancialmente la realidad.

Con información de Télam