A partir de la escritura del diario íntimo de Aurelio, un niño con problemas de salud mental, la escritora argentina radicada en México Verónica Langer narra en la novela "Kiki" la historia de un amor juvenil en el marco de una colonia donde todo parece caer fácilmente en el olvido, salvo el duelo por una muerte prematura que deja una herida imborrable en los personajes.
Nacida en Argentina, Langer vive desde 1975 en la Ciudad de México, a donde partió luego de que su madre, presidenta de la Federación Argentina de Psiquiatras, recibiera una amenaza de la Triple A, lo que desencadenó en que la familia Langer se mudara a México. "Y aquí sigo", dice a Télam en una entrevista desde México.
En su país natal, la autora de "Kiki" estudiaba medicina en la Universidad de Buenos Aires pero había empezado a tomar clases de teatro en un taller con Raúl Serrano. Cuando llegó a México, continuó haciendo teatro y después estudió Letras Hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma (UNAM). Publicó la pieza teatral "Visitas inesperadas" sobre Remedios Varo, "Ojos abiertos, ojos cerrados" y actualmente sigue presentando su biodrama "Detrás de mí la noche".
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"A mi hermano Kiki, por las ganas de estar juntos un ratito", escribe la autora en la dedicatoria de su primera novela publicada por Paradiso. "Tuve un hermano que tuvo un retraso madurativo y falleció cuando yo tenía ocho años. Me empezó a surgir mucho la curiosidad de qué había pasado con él pero ya no fue posible averiguar", confiesa la autora sobre el componente autobiográfico de la novela.
Aunque el resto es ficción, la escritora asegura: "Fue un poco una manera de acercarme a él". Además, señala que "cuando uno escribe también está de algún modo reparando y tratando de comprenderse uno mismo, y un montón de incógnitas sobre cosas que no acabamos de
comprender".
La historia transcurre en una colonia para personas con problemas mentales que aísla las vidas de Aurelio, Kiki y muchos otros internados del resto del mundo. El tono por momentos inocente y por otros perspicaz del personaje principal, logra que "Kiki" se convierta en una novela que discute los estereotipos en torno a la salud mental.
-Télam: ¿Cómo surge "Kiki"?
-Verónica Langer: En su inicio aparece como un proyecto teatral porque con una amiga quisimos, cada una, contar una historia que tuviéramos guardada. Entonces empezamos a hacer un taller con un dramaturgo de aquí, que se llama David Gaitán. Presentamos la obra como una especie de work in progress pero sentí que el texto tenía su propia vida. No quería que se quedara solo en ese formato. Un poco antes de terminar la novela, la leyó Diana Bellesi y me aportó mucho la verdad. Ha sido alguien importante en esta etapa de mi vida. Así que lo trabajamos juntas hasta que ya estuvo listo, pero como vos sabes de que esté listo a que salga no es tan fácil de soltarlo. Eso llevó otro tiempo.
-T: ¿Por qué te interesaba narrar a partir del diario íntimo del personaje?
-V.L: No sé, a mí este formato a mí me gusta mucho, la verdad. El formato del diario creo que permite mucho, como conocer el alma del narrador ¿no? No he escrito diarios muchas veces en mi vida pero me gusta y se me da del teatro esta especie de posibilidad del monólogo.
-T: La novela tiene una escritura bastante cercana.
-V.L: Sí. La práctica escénica te da la posibilidad de meterte en otros personajes. Un poco siento que esto lo dice también Mauricio Katún, que a veces escribir es un poco como una improvisación escénica.
-T: ¿Por qué decidiste incluir el tema de la salud mental?
-V.L: Siempre he estado muy cerca del tema de la salud mental por mi familia. Es un tema que conozco y que me es cercano. Me interesa el cuestionamiento sobre quién está loco y quién no, o qué quiere decir la "salud", porque siempre es algo muy controvertido. Me interesaba mucho mostrar que los personajes están ahí internados y son el último escalón de la sociedad, porque un loco no tiene razón, ni utilidad para la sociedad, entonces tampoco tienen una voz. Hay un gran aislamiento y mucho abandono también.
-T: En la novela aparecen muchos insectos. Sobre todo larvas. ¿Qué simbolismo tienen para vos?
-V.L: La verdad no sé ni por qué pero me imaginaba a estos personajes enroscados en sábanas sucias que nadie cambia, duras, de un material desagradable que incluso pudiera raspar la piel, que se parece un poco a los capullos de las larvas. De pronto, hay hasta plagas de larvas en los árboles, ¿no? Así me vino esta imagen y se fue manteniendo. No fue algo que me propusiera. Después me gustó pensar que las larvas de algún modo encierran algún misterio y también pueden convertirse en una increíble mariposa.
-T: ¿Pensás que aparece la idea de que es posible la metamorfosis?
-V.L: Claro. En cierto sentido, en Kiki la hay. Lo poco que sabemos es que se va conectando más con la realidad y encontrando, de algún modo, una realización, un algo en lo que se siente bien y útil.
-T: Aparece una concepción de la muerte más desapegada y menos dramática. ¿Lo vinculás a la forma de entender la muerte de la cultura mexicana?
-V.L: No, no lo había pensado, la verdad. Puede ser que sí, pero también siento que no me es tan lejano a a cómo lo vivía en mi familia. Mis padres vinieron de la guerra, para mí estaba esta sensación de que ellos se sobreponían siempre a situaciones de muerte. Pero trato de correrle mucho al melodrama. Me parece una trampa.
-T: ¿Por qué decidiste que los personajes atravesaran un duelo?
-VL: Los personajes están marcados por la pérdida. Todos han perdido afectos, por la muerte o por el abandono, lo que también genera un duelo. Finalmente, los padres tienen un duelo porque esos hijos no son lo que ellos quieren, no saben muy bien qué hacer con ellos. Aurelio se siente abandonado por su madre, que ni sabe si vive o no. Este Kiki perdió a su abuela y perdió su seguridad. Todos son personajes muy solitarios que están buscándose un poco la neblina.
Con información de Télam