(Por Eva Marabotto) Tan bello como inclasificable, "Desdén" es un texto de Federico Novak que reúne cuatro cuentos que siguen a dos personajes de edades y entornos muy distintos en una trama que constituye a su vez una novela sobre la complejidad de las relaciones familiares, la culpa y la posibilidad de redención en un lugar en el que pareciera que no la hay: la cárcel.
Su autor, que fue cadete, maestro pizzero, fiscalizó granos para la administración pública nacional, vivió de changas y ahora agradece su trabajo en un organismo público, había escrito las historias entrelazadas de Pedro y Quintana en 2014, pero recién las editó a fines de 2022 cuando obtuvo el primer premio del Certamen Internacional Editorial Luna de Marzo.
El texto está precedido por unas palabras, a modo de dedicatoria del autor a Zelmar Acevedo Díaz, el escritor que ganó el Premio Casa de las Américas con "El piano de Chopin" y fue amigo del narrador y corrector del texto.
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Novak nació en Trelew en 1977 y lleva tatuados en el cuerpo a los escritores que signaron sus primeras búsquedas literarias, Osvaldo Soriano y Juan Carlos Onetti. Es autor de libros de cuentos como "El idioma de los muertos" y "Disonancias" -que obtuvo el primer Premio Macedonio Fernández-, además de una novela escrita en colaboración con Carlos Carioli, "Ilex Paraguariensis".
- Télam: Escribiste la novela hace 7 años ¿Cómo es reencontrarte con ella y editarla después de tanto tiempo?
- Federico Novak: La releí una vez hace unos dos años y al igual que a Zelmar me pareció que estaba bastante bien después de las dos correcciones que él ya le había hecho. La pude leer rápido en una época en la que ya me costaba leer con atención, y sobre todo lo propio. O sea que cumplía con el primer propósito que era el de salir de una escritura más técnica e intentar hacer una escritura más ágil, precisa y visceral.
Le tengo cariño también porque la escribí enteramente en el block de notas del celular que tenía por aquel entonces, en abril de 2016, durante 20 días no hice otra cosa casi, usaba el trayecto de colectivo entre La Plata y la Ciudad de Buenos Aires para escribir. Ya vivía en la Plata y tenía dos hijos. Hasta ese momento todos mis escritos habían sido tutelados o corregidos por alguien a medida que se iban gestando.
-T.:¿ También sucedió con "Desdén"?
-F.N.: Con este texto me largué desde otro lugar, desde otra conciencia: solo y con un segundo propósito, escribir cuentos largos. Los años de formación tallerista me habían dejado una estructura mental un poco esquemática: lo ataba y lo cerraba en no más de 6 carillas. En esta novela me propuse lo contrario, una prosa más llana, una violencia más directa. Terminé sacando cuatro cuentos largos que sumados o intercalados constituyen una novela corta. Es la última cosa que escribí más o menos bien. El clima y la atmósfera creo debérselo a la oficina en la que trabaja por aquel entonces, en el subsuelo de un edificio muy antiguo, cuya única ventana estaba a dos metros y medio de altura, al ras de la vereda.
-T.: ¿El desdén es la emoción que atraviesa a toda la sociedad? ¿Lo que unifica a los personajes aunque pertenecen a mundos diferentes?
-F.N.: Sí, el desdén creo que atraviesa toda la novela. No hacía mucho había leído "El extranjero" de Albert Camus y "Bajo este sol tremendo" de Carlos Busqued y en ambos casos me había impactado mucho el desdén con que los protagonistas de ambas novelas atravesaban una desgracia a la que a la que, parecía, estaban obligados.
-T.: ¿Cómo pensaste la estructura, casi de cuentos que constituyen una nouvelle?
Pensé primero hacer un libro de cuentos largos, tenía muy presentes algunos de Juan Carlos de Onetti, alguno de Faulkner y "Nota al pie" de Rodolfo Walsh. Bien distintos entre sí, pero muy concretos en su ejecución. A mitad de camino me pareció que las dos primeras historias podían cruzarse y que podían constituir una sola cosa.
-T.: Describís una cárcel que no redime sino que empeora a los que entran en ella, pero que al protagonista le da una cierta paz.
-F.N.: La respuesta a la primera parte de la pregunta es: sí. La segunda parte es un poco más desarrollable. Yo quería personajes que prefirieran un orden caótico, de encierro, miserabilidad, y en el que la violencia extrema pudiera ser más concreta y acogedora que la libertad condicional de la que "gozan" quienes están afuera. Quería personajes que le temieran al mundo exterior. La propuesta general intenta ser ésa: afuera es peor.
-T.: ¿Quiénes son tus influencias? Hablamos de Busqued y su "Magnetizado", de Onetti... Pero también llevás en la piel tatuajes de Osvaldo Soriano ¿Quiénes componen tu panteón de "monstruos sagrados"?
-F.N.: Mi primera influencia es Osvaldo Soriano, El final de mi adolescencia lo pasé leyendo sus cuentos y novelas. Con Soriano tuve la sensación de que la ficción era un lugar concreto en el que con el tiempo yo iba a poder adentrarme, cuando tenía 23 años me tatué una caricatura de su cara en el hombro derecho, en 2014 gané un concurso que lleva su nombre y organiza la Facultad de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata. Lo de Busqued es otra cosa: con su cuenta de Twitter "Un mundo de dolor" se transformó rápidamente en la persona que más me hizo reír. Creo que ninguna cosa admiro más que su humor, me hubiera gustado ser su amigo, pero creo que mi mediocridad no le hubiera atraído. Una vez lo vi personalmente y le dije que no tenía idea de cuánto me alegraba la vida con sus tuits, se me llenaron los ojos de lágrimas y me fui rápidamente para evitarle la incomodidad.
Por otra parte me tatué la cara de Onetti por los 28 años, después de haber leído "El astillero", "La vida breve" y "Juntacadáveres". Hubiera querido tener su talento, su vuelo inalcanzable. También la conocí a Dolly, su viuda, con quien nos frecuentamos por aquel tiempo, y a Inés Angelica, su hermana (inspiración de la mítica Angélica Inés de sus novelas). Me di el gusto de que las dos leyeran cosas mías y me las comentaran. Mishima, Kenzaburo y Faulkner han sido escritores que me maravillaron. También Saer, de quien también tengo un tatuaje.
-T.: ¿La novela está dedicada a Zelmar Acevedo Díaz? ¿Quién fue y qué fue en tu vida?
-F.N.: A Zelmar lo conocí en una entrega de premios. Llegó al Café Bollini en bici, en una bicicleta vieja, pero muy bien cuidada. Liliana Díaz Mindurry con quien yo hacía taller por ese entonces me dijo este tipo era un fuera de serie, en el 1999 había ganador el premio Casa de las Américas. Me generó una gran curiosidad todo en él. Al poco tiempo me enteré que era vendedor ambulante de sus propios textos, de noche vendía sus cuentos en los trenes metropolitanos, muy introvertido, solitario, un cuentista del más alto nivel, el escritor más profesional que conocí y quizá el más talentoso. Tomé la decisión de empezar a invadirlo y terminé siendo parte de su intimidad, nos hicimos amigos y ocupó un lugar muy importante para mi en un momento muy difícil. Supervisaba mis escritos, yo ya estaba en retirada, escribiendo y leyendo cada vez menos y él trataba de que la llama no se me apagara. Drástico en su subjetividad, lapidario a veces. Confiaba en su criterio como en el de nadie. Lo perdimos en el 2021 y en el 2022 lo homenajeamos en la Biblioteca Nacional. Yo escribí un relato que pretendía homenajear su tarea en los trenes, Le gustó y me pidió autorización para imprimirlo y venderlo, vendió como 2000 ejemplares, según me dijo. Es sin duda mi texto más leído. Le debo mucho.
-T.: Elegiste para el arte de tapa un dibujo de tu sobrina.
-F.N.: La hizo Simona, tiene 10 años ahora y curiosamente, además del talento que podamos adivinarle, tiene un punto de vista que me asombra. Tuvo una leucemia muy jodida a los 14 meses de vida y, si bien su tratamiento fue durísimo para todos, tenía la convicción de que venceríamos. No había mucha justificación para ese optimismo pero me sentía parte de su ejército. Y ganamos.
Cuando apareció la posibilidad de publicar la novela me puse a espiar los trabajos que publica en instagram y pensé, "si le doy una consigna clara me va a hacer una tapa como la que yo quiero". Y la hizo el mismo día que se la pedí, tal cual se la pedí, pero con su sello.
Con información de Télam