Carlos Busqued, un lobo estepario que practicó la irreverencia en un mundo de dolor

15 de diciembre, 2021 | 12.10

(Por Julieta Grosso) Con esa misma virulencia sanguinaria con la que fue capaz de destrozar el confort lector en apenas dos novelas separadas entre sí por casi una década de silencio -"Bajo este sol tremendo" y "Magnetizado"-, la desaparición de Carlos Busqued sumergió al universo literario en el estupor que producen las muertes jóvenes y repentinas, empujando al doble duelo que supone la clausura de una vida y la aniquilación de un proyecto de escritura instituido a partir de una voz monolítica, que en el tránsito de la literatura a las redes rumió su desconsuelo por la aspereza del mundo.

Un final seco y preciso, sin rodeos -como su literatura- tuvo el escritor chaqueño: a los 50 años, un infarto lo dejó inerte sobre el piso del edificio de San Cristóbal donde vivía. Hacia la tarde del 29 de marzo, las redes se inflamaban con posteos desencajados ante el impacto de su muerte. Sobrevolaba la idea de una vida drásticamente interrumpida, pero también la certeza de que no habría más capítulos en la galería de existencias sórdidas que había iniciado con el Cetarti de "Bajo este sol tremendo" y luego con el Ricardo Melogno de "Magnetizado", uno de los asesinos seriales más escalofriantes de la criminología autóctona: un homicida sin móvil aparente, sin una maldad o bestialidad visible sobre la que hacer recaer el germen de su ferocidad.

No había goce en el vínculo de Busqued con la literatura, mucho menos algo que se parezca a la trastienda autorreferencial y narcisista de muchos escritores. Decía que así como el horror o el odio podía convertir a alguien en policía o presidente, a él lo había situado como escritor, un oficio que padecía más de lo que disfrutaba. Aún así, sentía algo de alivio cuando lograba pulverizar sin culpa páginas que le habían llevado meses enteros. "Estás con una página y decís: ¡puta! ¡Esta página y media estuve cuatro meses para hacerla! Y se va a la mierda. Cuando te podés dar el lujo de perderle el respeto a tu trabajo es un momento alucinante", aseguraba.

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Casi dos metros de altura y una corporalidad rotunda que subrayaba con remeras que siempre llamaban la atención, como esa de letras blancas sobre fondo negro que alertaba "Esto no está acá" o la del círculo rojiblanco rematado por una cruz y la frase "Jesús es mi capitán". Con esa misma incomodidad con la que parecía hacer andar su cuerpo, Busqued se fue metiendo de a poco en la literatura, con casi 40 años y poca predisposición a la sociabilidad intensa que impone el ecosistema literario a quien decide proyectarse desde el anonimato.

Había nacido en el poblado chaqueño de Presidente Roque Sáenz Peña, del que se fue con 15 años para volver muy de vez en cuando y solo por unos pocos días. Sus estudios de ingeniería mecánica con especialidad en Metalurgia fueron al principio un pasaporte hacia la libertad y luego la certeza de un salario asegurado que la literatura con sus intermitencias nunca le pudo garantizar, pese a que sus textos nunca dejaron de ganar nuevos lectores gracias a las cadenas artesanales del boca a boca.

"No sé si se venden tanto. Quiero decir, no puedo pretender vivir de vender libros. O podría pretender vivir de las ventas de mis libros sólo si no necesitara alimentarme o pudiera prescindir de un techo o agua potable. Si esto es el éxito, es alto embole. Éxito es ser hijo de padres ricos. El resto es cagarse de odio y ver cómo pelearla. Antes estaba más enojado, ahora no tanto. Pero sigue siendo el mundo de los otros, no el mío", decía en una entrevista con Télam a propósito de la presentación de "Magnetizado", que tuvo lugar en 2018.

Nueve años antes había debutado con su novela "Bajo este sol tremendo", que fue finalista del Premio Herralde y cautivó al célebre editor del sello Anagrama, Jorge Herralde. Fue un ingreso soñado al olimpo de la escritura profesional pero Busqued no pareció tomárselo muy en serio, pese a que en esa misma editorial publicaban algunos de los autores que lo habían fascinado, como Charles Bukowski, de quien admiraba no tanto el folclore de las piñas y las borracheras, "sino esa visión completamente 'desde afuera' del comportamiento normal de las personas".

"Gracias a la generosidad del jurado del Premio Herralde, ascendí de 'absoluta' a 'prácticamente' desconocido. Si adquieren uno o más ejemplares del libro, serán promotores de otro ascenso, un poco más miserable pero no menos bienvenido: de 'muerto de hambre' a 'tipo que tiene para los vicios el año que viene'. Ustedes sabrán", escribió por entonces en su blog.

Publicada en la Argentina en los primeros meses de 2009, la novela sigue el derrotero anodino de un narrador austero, un hombre que el escritor presenta así: "Cetarti estaba en el living, fumando porro y mirando Discovery Channel, un documental sobre la pesca nocturna de calamares Humboldt en el Golfo de México". Lo que seguirá a continuación será la deriva de este ser hundido en la desmotivación, en la nada misma, hasta que recibe un llamado desde Chaco del suboficial retirado Duarte, que le comunica que su madre y su hermano -a quienes no ve desde hace años- acaban de ser asesinados a escopetazos por su padrastro.

La novela fue llevada al cine en 2016 por el realizador Adrián Caetano. Con los protagónicos de Daniel Hendler y Leonardo Sbaraglia, la adaptación se sumerge tanto en la relación viscosa que tejen estos hombres como en la sordidez del paisaje que arde bajo un verano incendiario: si el registro del texto era seco y preciso, la dimensión visual se carga con una arqueología de objetos amontonados y polvorientos, que el atribulado Cetarti contempla con la misma desaprensión que los cuerpos desarmados de esa familia rota.

Cuando el film se estrenó, Busqued pareció arrepentido de haber consentido su traspaso al registro audiovisual. "La peli: me dieron unos mangos unos chetos de Palermo para arruinar el libro. fin. me chupa un huevo, que la hagan con juanita viale", llegó a postear. No se sabe si finalmente llegó a verla, porque cada vez que se le preguntaba por el tema mencionaba lo que otros le habían comentado sobre el film, pero no sus impresiones.

Nueve años después de esta joya remota, el escritor publicó "Magnetizado", su segunda novela que narra la historia de Ricardo Melogno, un asesino serial de taxistas cuyo caso tuvo mucha repercusión en la Argentina de los años ochenta. Inspirado por "A sangre fría" de Truman Capote, el escritor acudió al penal de Ezeiza para tomar de primera mano los datos con los que construiría el libro. El relato final surge de las noventa horas de conversación que mantuvo con Melogno y donde la astucia de su operación pasa por desintegrarse lo máximo posible como narrador para que el centro de la escena sea ocupado por el homicida y su retórica indolente.

Desde esa filosofía a latigazos con la que sintetizaba su visión -oscura- del mundo, Busqued construyó una suerte de continuo narrativo que desbordó los límites de la ficción para fundirse con aquellos registros reservados a la verdad y al testimonio, como Twitter. "Fantasías para ejecutivos. Masaje birmano, chasca, paseo de émulos. asesinato, taxidermia y uso de títeres", se presentaba en su cuenta unmundodedolor para dejar claro que lo suyo no iba por el lado de la corrección estilística. Sus posteos eran una suerte de Aleph bizarro y díscolo en el que tenían lugar los comentarios sobre íconos del teatro de revistas, los aviones -armar modelos a escala era una de sus grandes aficiones-, los comentarios sobre asesinatos y los retuiteos de pornografía.

En esta decisión de disolver las diferencias entre vida y literatura para construir en el tránsito de los libros a las redes un único personaje que rumiaba su desconsuelo por la aspereza del mundo se aloja uno de los motivos por los cuales la idea de un reencuentro a través del legado narrativo suena a poco. Es cierto que desde su muerte el sello Anagrama tuvo que redoblar el stock disponible en librerías porque muchos fueron a reencontrarse o a descubrir por primera vez la voz espectral de quien circulaba con el sigilo de los secretos desatendidos por el marketing y los algoritmos, pero eso no parece haber alcanzado para las varias iniciativas que desde su muerte expresan cuánto se extraña el manual Busqued.

Desde una colección de remeras con algunas de sus frases más revulsivas como "estoy cansadita" o "estoy drogado" -nave insignia de un merchadising que incluye kimonos y bolsas para compras- hasta una retahíla de stencils con la silueta del narrador estampada en distintas paredes del conurbano y la ciudad de Buenos Aires, los homenajes subrayan la pregnancia del escritor y enfatizan el vacío de su ausencia, que se manifiesta también en su gran territorio de operaciones: las redes. "Los mejores tuits sobre lo del domingo los hubiese escrito Carlos Busqued", lanzó un usuario de Twitter tras las PASO de septiembre pasado para dar cuenta de cómo se extraña su mirada.

Y en paralelo al ejercicio contrafáctico de conjeturar qué hubiera dicho el narrador frente a ciertas circunstancias está también el arte de recuperar sus posteos para hacerlos dialogar con el presente, un hábito que refleja menos el poder de vaticinio del escritor que el efecto de loop que atraviesa la historia argentina. "Nunca la yuta mata a un tipo de ropa cara en un auto con chofer porque pensó que venía de cerrar un negociado en perjuicio de la nación y la ciudadanía", escribió en mayo de 2019. El tuit fue recuperado por varios usuarios hace unas semanas a propósito del asesinato de Lucas González, víctima de la violencia policial.

Si se trata de la muerte, el ejercicio retrospectivo tiene un efecto epifánico y sobrecogedor al mismo tiempo. "Debe ser lindo morirse y ser tan querido", posteó el narrador en septiembre de 2020. Se te cumplió, Busqued.

Con información de Télam